Ha sido un proceso largo de investigación, en el que el autor ha experimentado con los papeles de periódico, en primer lugar, y de colores lisos, en segundo, para utilizar sus calidades expresivas y plásticas como materiales que pueden convivir solos o asociados a la pintura.
Primero fue el rasgado de los papeles y después el encolado, hasta que invirtió el proceso porque el resultado era más satisfactorio. Lucrecia Oteiza coloca hasta cinco y seis capas de distintos papeles, casi siempre armonizando los colores puros –rojo, azul y amarillo- para después en una operación de rasgado y azar, encontrar unos resultados plásticos asombrosos para el mismo autor.
El artista navarro residente en Madrid entra en la dinámica de los autores que quiere cuestionar la obra de arte y se interesa por los graffitis, como ejecuciones plásticas casuales a las que se les aplica el rigor de los elementos climáticos, las nueva intervenciones, en definitiva: el tiempo. “El tiempo también pinta” decía Goya. L. Oteiza lo corrobora desde otros parámetros.
Los periódicos, revistas, carteles, anuncios, fotografías... un material espléndido para combinar, a veces de modo más controlado, como sucede en el caso de las imágenes de diarios y revistas sobre los niños huérfanos exiliados de las guerras. El resultado tras el encolado y rasgado es sugerente y dramático. Algo similar ocurre con las fotografías de los astronautas.
Pegar y rasgar para después rasgar y pegar
El pegado y el rasgado va más allá del simple collage, pues en el PyR no aparece el recortable sino la fragmentación más misteriosa y sutil. Si algunos procesos no convencen del todo al artista, entra su acción pictórica con pincel o espátula y completa con franjas o manchas cromáticas puntuales el cuadro.
Oteiza trabaja siempre sobre el formato cuadrado porque su pintura fluye hacia los extremos y no desea dar mayor o menor protagonismo a parte alguna del cuadro. En grandes formatos ha resuelto una serie denominada “Paredes” a modo de fragmentos de muros urbanos, en sintonía con el “nouveau realime” francés, con Hains como exponente del mismo.
Al final el proceso PyR terminó en un RyP, rasgar y pegar, opuesto, cuyo resultado es la mezcla de fragmentos de papel con la pintura líquida, de efectos más suaves y ornamentales en los cuadros.
En su deseo de cuestionar y compartir la autoría de esta vía artística, Lucrecia Oteiza ha querido colocar un gran panel en el centro de Madrid para invitar a graffiteros o transeúntes a manipularlo durante un año, también bajo lluvias y vientos. Se ha encontrado con el muro imposible de la burocracia municipal, por eso ahora lo está intentando en Bilbao, seguramente más acogedor de la experiencia de actuación artística común.