Marías sostiene que el pintor tenía afición por alargar las figuras humanas porque estaba convencido de que la altura favorecía a las personas, y no porque un defecto en su visión le alterara la percepción del mundo.
Por cierto, el astigmatismo consiste en un problema refractivo que se produce cuando la curvatura de la córnea —la capa más externa y transparente del ojo— no es uniforme. Esto provoca que la luz procedente de los objetos y que entra en el ojo se enfoque en varios puntos de la retina (y no en uno solo, que es lo habitual) dando lugar a una visión borrosa y distorsionada.
Que El Greco hubiera presentado astigmatismo tampoco debería sorprendernos, pues es muy común. De hecho, según una encuesta reciente, en comunidades como la castellano-leonesa su incidencia es del 31,2 % (la tasa más alta de España), mientras que la cántabra presenta un 15,4 % (el porcentaje más bajo).
También hallamos diferencias en cuanto a la edad, pues el 53 % de las personas con edades comprendidas entre los 25 y 34 años sufre astigmatismo. El índice es bastante alto también entre las personas con entre 18-24 años, y entre los que tienen 35-44 años, pues en ambos casos estamos hablando de un 50 % de incidencia.
Aunque parece que todos los expertos coinciden en que El Greco no padecía este defecto visual, no ocurre lo mismo con Modigliani. En este sentido, un estudio titulado “La genialidad de un trastorno refractivo: Amedeo Modigliani y el astigmatismo”, publicado en una revista oftalmológica mexicana en 2007, concluye que es muy posible que el artista haya padecido este defecto visual. Así, parece que no quedan dudas de que este error de la refracción fue parte activa en la expresión de su genialidad.