Se trata de chicos muy jóvenes, auténticos artistas en su quehacer y sus monitores. Ellos me han brindado la dicha de conocer, disfrutar, admirar y querer este tipo de música, composiciones de diferentes autores nacionales y extranjeros.
La música de percusión, he de reconocer que me ha alcanzado el alma.
El patio encalado y al aire libre de la Biblioteca Municipal con los alumnos, chicos muy jóvenes elegantemente vestidos de negro en un ambiente distendido, juvenil y extraordinariamente amigable, he tenido la dicha, la fortuna de asistir a la audición de partituras y ejecuciones geniales e inolvidables.
En un primer momento el retumbar de los timbales, las marimbas, los pínfanos gigantes, los tambores, los platillos y el gong, estremecieron y alcanzaron profundidades de mi alma desconocidas de mí mismo, ya que creo que jamás habían sido alcanzadas antes.
La música ejecutada por esos magos me retrotraía al pasado más lejano de la humanidad, al Neanderthal, al mundo de las cavernas y de la prehistoria, cuando los seres humanos cubiertos de pieles iniciaban su arriesgada aventura por este mundo tan peligroso como fascinante.
Como una excavadora gigante la orquesta lanzaba piedras y rocas rojizas, graníticas y negras como la piedra horadada del Valle de Ucanca en la isla de Tenerife, aquel lugar inolvidable para mí.
Pero de pronto, el músico, los músicos tan jóvenes y sus maestros tan geniales y gentiles nos transportaban a todos con su expresión corporal, con esa danza increíble con las baquetas, golpeando tímidamente con cuatro de ellas en cada mano a la manera de las patas de unas arañas prodigiosas, melodías de Manuel de Falla, de Albéniz, de Debussy, de Rimski-Korsakov, de Rajmáninov, de Prokófiev y de Monti, grandes maestros americanos, ingleses y alemanes, en una vertiginosa zambullida melódica y multicolor en otros mundos distintos.
Melodía, evocación, ritmo, conjura, y todo ello ante el asombro de nuestros ojos, inundando el alma de perfumes y ambrosías jamás imaginadas, venidas sin duda del otro mundo.
Pero fue en el último concierto el día 28 de julio de 2018, cuando transportando mi espíritu hasta el éxtasis – pues habiendo faltado un alumno y uno de los directores a los ensayos y superándose a sí mismos -, ejecutaron una partitura tan perfecta, inspirada y melódica que con su fuerza creciente como la de una ola gigantesca de un tsunami que viniera de lejos, nos envolvió proyectándonos más allá del tiempo, del espacio y de la muerte que espera al ser humano, a otras dimensiones.
Fue como si un placer desconocido en su perfección entrara de lleno en nuestro ser, estallando de pronto en su interior.
Nos concentramos, nos encogimos, recibimos la descarga polifónica y sonora en los profundo del ser, ese arcano que nadie debería de hollar, el mismo núcleo del reactor del que emana la creación más pura, y al tocar – los ojos cerrados, la expresión contraída de asombro en el rostro -, al tocar repito ese punto tan inalcanzable como escondido, el director con los brazos extendidos en cruz, la música, el sonido de la percusión se expande en nuestro propio interior, entra en resonancia, estalla y rompimos a llorar.
Un sollozo de gratitud ante una orquesta y unos maestros del otro mundo.
Esto es “Percucyl”.
Si (
No(
