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Opinión: ¡”Cuidado Con Los Humanos”…!

Caso “La Manada”: Feminismo o Barbarie
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Caso “La Manada”: Feminismo o Barbarie

Por Marta Miguel García-

viernes 27 de abril de 2018, 00:47h

27ABR18 – ZARAGOZA.- Muerta. El sistema judicial necesitaba muerta a C. para condenar su violación como tal. Supongo que si hubieran hallado el cuerpo de esta joven madrileña inerte, sin respiración, sin vida ni latidos quizás, sólo quizás, la justicia española habría considerado delito de agresión sexual y no de abuso sexual.

O tal vez podrían haberla encontrado con jirones en las piernas, los brazos o el vientre, surcos de lo que fueron uñas clavadas en su epidermis, moratones o alguna fractura. A lo mejor algún hueso roto habría volcado la balanza hacia la agresión en lugar de hacerlo hacia el abuso. Sangre, la justicia española necesitaba sangre, para darle la razón a C. No bastaba que le hayan desgarrado el alma cinco energúmenos, no bastaba su llanto desconsolado en posición fetal sobre un banco, no bastaba el testimonio de la pareja que la encontró, tampoco los informes médicos ni psicológicos, ni el estrés postraumático. Todo eso no es suficiente si no existe aroma a sangre o a muerte.

Además de tener el corazón hecho añicos debe – por lo visto – haber rastro palpable de violencia en tu cuerpo, ese en el que según informes médicos dos bestias habían eyaculado sin preservativo dentro de ti. Ese en el que te habían envestido anal, oral y vaginalmente. Ese en el que según la sentencia judicial se afirma “fue penetrada bucalmente por todos los procesados; vaginalmente por Alfonso Jesús Cabezuelo y José Ángel Prenda, éste último en dos ocasiones, al igual que Jesús Escudero Dominguez quien la penetró una tercera vez por vía anal”. Esto no es violencia, a fin de cuentas esos hijos de Caín han sido educados en base a pornografía que veja, humilla y desprecia a las mujeres. Cuánta educación afectivo-sexual hace falta en este país. Tanta como para que cuando tres jueces observen las grabaciones de esta atrocidad sepan discernir si una mujer da muestras de dolor, de apatía o de placer. De agrado o de terror. Esto sí es terrorismo. Terror el que sintió esta chica de 18 años al ser violada brutalmente por cinco bestias salvajes. Terror el que se apoderó de ella, la intimidó, la paralizó y la llevó a no moverse, a no rebelarse, a no enfrentarse a ellos. ¿Saben por qué señores magistrados? Por miedo a acabar asesinada. Mi propia madre hace unos días hablando de este mediático caso me aconsejó que si en algún momento de mi vida me ocurría algo similar no me opusiera. “Porque mira como acabó Diana Quer” me dijo. Pero la Justicia le ha dicho a C. y a todas las mujeres que habitamos España que si no te resistes y forcejeas no es violación, sólo es abuso y tus agresores estarán en la calle en cuatro días. En la misma calle que tú y todas las demás. La sentencia ha dejado cristalino que violencia no es que cinco hombres más fuertes que tú te intimiden, te bajen los pantalones, se jaleen entre ellos pidiendo turno y te violen simultáneamente por todos los orificios de tu cuerpo. Violencia es que tú los hubieras enfrentado y os hubierais enzarzado a ver quién podía más. Y si después hubieras salido viva de esa heroica y osada acción, tal vez hubieran barajado la agresión sexual.

Los jueces que han dictado veredicto consideran que no estabas intimidada, que lo que ocurrió fue “consentimiento viciado”. No estabas intimidada pero no cruzaron ni media palabra contigo, no hubo atisbo de reciprocidad alguna entre ellos – en grupo – y tú. Sin embargo, entre ellos sí hubo interacción: se animaban y pedían turno en ese compadreo propio de machos, de lobos, de manada, de machistas. Tú solo eras un trozo de carne en el que introducir sus repugnantes miembros en búsqueda de desahogar sus impulsos de poder, dominación y humillación. Las enfermedades que te hayan podido contagiar para tí se quedan C. Estos malditos bastardos cocinaron un vídeo pornográfico casero, dichosos degenerados, para posteriormente distribuirlo al resto de sus envilecidos amigos dándose golpes en el pecho mientras presumían de su deshonrosa hazaña.

No hubo violencia, fue todo tan pacífico que te robaron el móvil para que una vez pudieras alcanzar a vestirte y salir de aquel edificio no tuvieras a quien llamar. No les parecía suficiente ultrajarte, sodomizarte, vejarte y dejarte desolada en el portal de aquella casa que por desgracia jamás olvidarás. Además, debían dejarte incomunicada, sádicos sin conciencia.

La sentencia de ayer no ha sido sólo grave, directamente ha sido un atentado contra la dignidad de todas las mujeres del país. La sentencia de ayer ha sido un esputo lanzado a nuestros ojos, perplejos, que esperaban y ansiaban leer una condena ejemplar que sentara precedente. La sentencia de ayer ha venido a decirnos que violar sale muy barato en este país y que una violación múltiple no es agresión sexual. Entonces ¿qué lo es? ¿Qué número de hombres deben ser partícipes de una violación para que ésta sea considerada una agresión? ¿Siete, diez, veinte? ¿Cuánto daño físico debe padecer la víctima para que se considere violencia? ¿Quién cuantifica las heridas psicológicas de esta chica? ¿Le importa a alguien? ¿Tanta carencia de humanidad merecía este juicio? Sólo leer las primeras páginas del fallo ha provocado la repulsa de mis entrañas. No acierto a comprender qué clase de manos han sido capaces de firmar los nueve años de prisión. Qué carencia de empatía tan brutal. Qué vísceras tan laxas.

Me tiemblan las yemas de los dedos al trazar estos renglones C. Mis falanges rezuman impotencia, dolor, miedo y asco. No acierto a asignar proporciones a cada una de esas emociones que me han embargado por completo desde que he escuchado esta injusta sentencia. No quiero imaginar cómo estarás tú, cómo se sentirá tu familia. No te conozco y jamás lo haré, pero hoy hubiera deseado abrazarte con todas mis fuerzas y decirte que no estás sola, que somos muchos los que te creemos y los que estamos indignados ante semejante esperpento. Lo único que me consuela es que un país entero ha vuelto a salir a la calle – otra vez – por ti y esta afrentosa sentencia. Desde Gijón hasta Las Palmas de Gran Canaria pasando por Madrid, León o Jaén. Y en el extranjero: Berlín, Bruselas, Londres y Lisboa. Es lo bueno de las redes sociales, permiten comunicar y organizar instantáneamente a cientos de personas. Personas con sensibilidad, compasión y coraje. Eso ninguna sentencia podrá arrebatárnoslo jamás.

Sólo nos queda seguir alzando la voz, seguir combatiendo el germen putrefacto del machismo, arrancarlo de raíz, seguir educando en igualdad, continuar en esta lucha en la que muchos y muchas creemos, condenar letras misóginas de canciones que tararean niños de doce años, formar más en inteligencia emocional en institutos y colegios, dejar de reír chistes que desprecian a la mujer, parar esas cadenas de whatsapp con pechos y posaderas por doquier, vituperar la pornografía machista, la incesante cosificación de la mujer y su hipersexualización constante y enfermiza. No somos sólo cuerpos, somos personas. No somos la cloaca en la que cualquier depredador vicioso pueda verter su insolencia. Somos seres humanos aunque parte de la publicidad, los medios y la sociedad nos intente vender como trozos de carne a gusto del consumidor. Este veredicto ha sido la punta del iceberg de un problema anclado a los cimientos del sistema. Ante semejante sentencia atroz sólo cabe elegir: feminismo o barbarie.

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