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Opinión: “Mi Pequeño Manhattan…”

Perseverar

Por Germán Ubillos Orsolich (*)

viernes 06 de abril de 2018, 18:50h

06ABR18 – MADRID.- El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define el término perseverar como persistir en una manera de ser o de obrar durante largo tiempo; y perseverancia la firmeza y constancia en la ejecución de los propósitos y de forma especial la que mantiene esa virtud o esa gracia hasta la muerte.

Perseverar

Desearía hoy hablaros precisamente de eso, es una de las virtudes a mi modo de ver más fácil y a la vez más difícil. Y este artículo o escrito lo dedico especialmente a los jóvenes, a los más jóvenes que empiezan. Por regla general a ellos se les antoja el gusto y el triunfo profesional como una de las tareas más difíciles y ansiadas. He de deciros que triunfar en una tarea por compleja que sea no tan difícil, se necesita tenacidad, talento, salud y suerte. Como vemos son cuatro atributos o cualidades que no debemos olvidar jamás. Os aseguro que si seguís estos consejos llegareis muy alto en vuestras profesiones e incluso llegareis a triunfar, a recibir el reconocimiento general e incluso el aplauso.

Pero hay algo aún más difícil que triunfar en una profesión, en una tarea, lo he venido observando desde siempre en los demás y en mí mismo. Lo verdaderamente difícil no es triunfar sino perseverar en ese triunfo, permanecer en la cresta de la ola, ser el mejor o la mejor durante mucho tiempo. Eso es precisamente una de las cosas más difíciles de lograr.

Antonio Buero Vallejo me lo advertía siempre y mi buen amigo J.A.Vera, hombre de gran experiencia y saber con cuya amistad me honro, vuelve a recordármelo como hacía Buero con harta frecuencia. Yo a los dos los he admirado por su espíritu de lucha a veces acompañados, pero con harta frecuencia en la más absoluta soledad.

En el mundo del arte que es mi mundo, todo esto cobra un especial relieve. Son muchos los que se inician en el arte de la escritura y suelen hacerlo con ilusión, interés desmedido e incluso talento, pero esto es como la parábola del sembrador que Jesús nos explicaba y nos sigue explicando, no voy entrar en su relato para eso está el texto del Nuevo Testamento lo que si digo es que el grano puede caer en tierra fértil, o pedregosa o junto a ortigas y malas hierbas.

El diez por ciento, por decir algo, de los que inician ésta profesión llegan a cimas muy respetables e incluso envidiables pero a su vez de esa décima parte de los iniciados que han llegado a la fama ésta es fatalmente fugaz y llegado un momento caen despeñándose hasta la sima más profunda. Sencillamente porque permanecer a ese alto nivel es harto difícil. Sueles llegar a sentir una soledad tremenda. Comienzas a desconectarte o incomunicarte con los demás y lo que es peor con la realidad de la gente corriente, del mundo externo; ese peso formidable de la fama y esa soledad cósmica generalmente acaba por pulverizarte.

Se requiere una entrega a los demás propia de los héroes, y de los santos; una resistencia a la tortura de la soledad propia de los titanes y que aguante al peso plúmbeo de la llamada fama que excede con frecuencia a las capacidades de los seres normales.

He llegado a conocer a verdaderos genios de la perseverancia en la gloria como puedan ser el Papa Juan Pablo II o el cantante Frank Sinatra, pues otros papas muy respetables abandonan en helicóptero sobrevolando la plaza de San Pedro de Roma o llegan a suicidarse como fue el caso de Rommy Scheider, de Mikel Jackson o de Judy Garland.

Hay tenemos los casos del recientemente fallecido Stephen Hawking o de Teresa de Calcuta. Cuando sus féretros de madera, por lo general pequeños, son llevados a hombros hacia la sepultura por su familiares o amigos, sentimos una mezcla de admiración, respeto y pequeñez, ante el “último viaje” de esos hombres o mujeres que han dado lo mejor de sus vidas a los demás, vidas sacrificadas, entregadas hasta el límite en un holocausto cuya luz inefable ilumina hasta los rincones más remotos de universo.

En realidad lo que han llevado a cabo además de su genio excepcional es ejercitar una perseverancia ilimitada y hasta el final de sus vidas, hasta el último suspiro de la agonía. Esos seres no se olvidan jamás y si son enterrados en el altar mayor o de la cripta de las catedrales como si son comidos por el polvo del desierto en Hatshepshut o en Tebas, da lo mismo, no mueren jamás en el recuerdo de nuestros días.

Pues bien, como decía Buero o mi amigo J.A.Vera lo verdaderamente noble y digno de imitar de cualquier trabajador y por ende de un artista es perseverar hasta el final, perseverar hasta la muerte. Es eso y no otra cosa, lo que pido de vosotros. Si sois tenaces y llegáis a la gracia de la fama recordad que como hacía el filósofo que montado en el carro del general vencedor de mil batallas, entraba en Roma entre nubes de pétalos de rosas lanzados por la plebe camino hacia la tribuna del César quien era como Dios esperándoles al fondo con la corona de laurel entre las manos y una sonrisa de aceptación y gratitud iba ceñirle la frente con la corona de laurel, mientras decía, “recuerda que eres mortal”.

Roma se fijaba hasta en eso, que diferente ahora. Bien, pues a pesar de la corona de laureles, del aplauso y los vítores generalizados, recuerda si eso llegara que eres pintor, compositor, escritor o músico y que tu deber, tu buen hacer de artista honesto es escribir, pintar o componer hasta la misma muerte, pues eres un servidor de los demás, un servidor público y recuerda que lo que tienes entre las manos no es enteramente tuyo. Que ese arte, esa inspiración vienen de arriba y que tu deber, tu obligación es seguir trabajando esos talentos para hacer con ellos a las gentes más buenas, más sabias y más felices.

(*) Germán Ubillos Orsolich es Premio Nacional de Teatro, dramaturgo, ensayista, novelista y escritor.

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