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La boda de Fathalla y Fátima
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La boda de Fathalla y Fátima

Fez, Sensaciones Mágicas

Por Concha Pelayo (*)

martes 09 de enero de 2018, 23:49h

10ENE18 – ZAMORA.- Fez es una de las ciudades imperiales de Marruecos, centro espiritual y místico donde la vida transcurre a través de los siglos sin que, aparentemente, apenas haya cambiado nada, pero no es así. Fez no es la misma ciudad que yo conocí hace quince años cuando apenas había carreteras y carecía de las infraestructuras más básicas.

Mi propia boda En Fez, simulada claro, hace 15 años...
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Mi propia boda En Fez, simulada claro, hace 15 años...

El aeropuerto, modernísimo ya nos indica que algo ha cambiado. Hoy se accede a la ciudad por modernas autovías que hacen el acceso fácil. Hoy las calles de Fez están dotadas de pavimentación, alcantarillado, mobiliario urbano. Hoy las abigarradas callejuelas de las medinas se muestran limpias y ordenadas, con el mismo colorido que las caracteriza donde en cada puesto se exhiben productos de todo tipo, tanto de alimentación como artesanía: cuero, maderas nobles, hilos, caftanes, cerámicas…todo un mundo complejo y sencillo que ha servido para que los habitantes de Fez hayan subsistido y subsistan con dignidad. Asombra el buen hacer de sus artesanos que han ido traspasando sus técnicas a sus hijos y éstos a los suyos. Y así generación tras generación, han conservado uno de los legados artesanales más importantes de África. Sirva como ejemplo el barrio de los curtidores. Allí los pozos con los tintes, allí las pieles, allí los animales muertos, allí las vísceras, allí los cuernos, allí los trabajadores de todas las edades, descalzos, pisando las pieles para domarlas y hacerlas dúctiles…y allí el sol abrasador. Porque todo se hace al aire y al sol, aunque la temperatura pueda resultar insoportable. Después se podrá ver el resultado del duro trabajo: bolsos, abrigos, chaquetas, cinturones y toda suerte de artículos que se venden, que se transportan al mundo entero.

BODA EN FEZ

Sí Fez ha cambiado de faz, incluso ha cambiado la actitud de sus habitantes que mantienen limpia su ciudad, sin suciedad por el suelo, sin papeles, sin plásticos. Incluso se detecta el respeto por lo público. Ni una pintada, ni un objeto fuera de su sitio o roto. Pero Fez es fiel a su propia esencia, esa esencia que la personaliza e identifica como lo comprobamos en la inmensa medina que ocupa 350 hectáreas y es Patrimonio de la Humanidad y también la zona peatonal más grande del mundo. También dicen que Fez es la ciudad más grande de Marruecos y en esta ciudad y en sus laberínticas calles se encuentran los maestros más avezados, esos maestros que elaboran pócimas magistrales para el mal amor, para erradicar el mal olor, incluso para potenciar la virilidad. La imaginación nos lleva lejos, nos lleva a los sueños de nuestra infancia, a los mismos escenarios de los pasajes de las mil y una noche y es que en Fez las noches suelen ser mágicas, como la de los contrayentes que deciden unir sus vidas para siempre como Fathalla y Fátima, una pareja amiga que conocí en Zamora y que me relató cómo había sido su boda, incluso me mostraron sus fotografías; una boda que duró seis días entre música y danza. No nos extrañemos, por tanto, de las bodas de nuestros padres. La boda de los míos duró cuatro días entre música, bailes y comidas. Y es que tenemos muchas similitudes con nuestros vecinos. Muchas más de las que creemos.

La boda de Fathalla y Fátima duró, como digo, seis días, tres dedicados a la novia y tres dedicados al novio. Según las posibilidades, la novia puede lucir un vestido cada día, que se compra ella o puede regalarle el novio, y representan a diferentes regiones de Marruecos. Para vestirlos suele ir una mujer entendida que ayuda a la novia a colocárselo. Cada vestido y cada ornamento tiene su significado. El primer día dedicado a la novia es el día del compromiso. El novio va a casa de la novia y se intercambian las alianzas. Ella se pinta las palmas de las manos con henna. Todos toman leche.

El segundo día se reúnen las dos familias con los vecinos y los amigos más íntimos y se hace una fiesta donde se pone música de Marruecos, se baila y se canta. El tercer día se juntan los hombres y leen el Corán y continúa la fiesta con música, bailes y canciones.

Los días dedicados al novio consisten en; el día primero el novio y su familia van a buscar a la mujer para hacerse las fotos, películas y videos. Y ese día ya pueden dormir juntos. El segundo día y el tercero sigue la fiesta de la misma forma. El novio entrega la dote que se haya estipulado previamente.

Para los occidentales son siempre muy llamativas las costumbres de los musulmanes como por ejemplo, el Ramadán, una fiesta que suelen respetar al cien por cien. Treinta días puros de cuerpo y alma. La fecha del Ramadán no es la misma para todos los musulmanes. Para algunos depende de la luna, por lo que en algunos países el Ramadán empieza antes que en otros y dentro de un mismo país, según la climatología, pueden ser distintos días, tanto del principio como del final de las fiestas. Durante los días que dura el Ramadán, los musulmanes no pueden pecar ni con el cuerpo ni con el alma. Si un día fallan en algo, ese día no cuenta. La norma es permanecer treinta días puros. Tampoco pueden mantener relaciones sexuales. El ayuno se puede romper mirando y diciendo lo que no es debido.

Aunque todo nos llama la atención, las gentes de Marruecos es su más importante patrimonio, se comunican, hablan continuamente entre sí. Los hombres se sientan en los cafetines a tomar té y refrescos. Las mujeres se reúnen unos con otras para conversar, para hablar de los niños, de los padres, para pintarse las manos de henna. Fátima, cuando viene de Fez, su ciudad, trae sus manos y sus pies perfectamente dibujados con bellísimas filigranas. El pintado le dura más de tres meses.

En este mi tercer viaje a Marruecos con mis compañeros de FEPET hemos celebrado el Congreso Internacional y al volver a esta ciudad imperial, se me han despertado aquellas primeras sensaciones que recibí al pisar por primera vez este país, un país que me enamoró por completo: por su música, por los desérticos paisajes del Atlas por donde aparecía en cualquier momento el burro, el niño, la mujer con su vestido al viento y colorista. Por donde hasta las tumbas se salían de las tapias de los cementerios. Durante muchos meses, muchos, tuve en mi retina, en mi olfato, y en mi corazón todo lo que vi. y sentí al pisar Marruecos, lugares como Casablanca, Rabat, Tanger, Larache, Esaguira, Meknes, las casbas, El Atlas, sus gentes…..

En esta ocasión ha sido Fez, un viaje corto, excesivamente corto, pero grande por los recuerdos que se me han atropellado. Imborrable la cena en el restaurante Al Fassia dónde, a dos de mis compañeros los vistieron de contrayentes y aparecieron con las mejores galas, fastuosas, brillantes, como se requiere para una ceremonia tan importante. Casualidad, quince años antes, en el mismo lugar mi marido y yo fuimos ataviados de la misma manera y vivimos momentos inolvidables.

La magia es así. Os ofrezco imágenes de una boda auténtica, la boda de Fathalla y Fátima, y la mía propia, simulada. Eso sí.

Marruecos siempre es así.

(*) Concha Pelayo es escritora y Miembro de FEPET y AECA

El mismo restaurante Al Fassia, pero hace 15 años...
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El mismo restaurante Al Fassia, pero hace 15 años...
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