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Opinión “Recuerde el alma dormida…”

Bienvenido a España, Antonio Ledezma

Por María José López de Arenosa

martes 21 de noviembre de 2017, 22:26h
Bienvenido a España, Antonio Ledezma

21NOV17 – MADRID.- No tengo el honor de conocerle personalmente, aunque conozco bien su trayectoria después de más de dos décadas siguiendo muy de cerca el acontecer de su país a través de mis grandes amigos venezolanos, algunos de los cuales comparten hoy la misma suerte que usted: la persecución y el exilio.

Mucho antes de la irrupción de Podemos, un comentario que solía escuchar de sus paisanos era un aviso a navegantes: España, con el desgaste de los dos grandes partidos y la corrupción, corre el peligro de caer en manos de un líder mesiánico como ha ocurrido en Venezuela. Así empezó todo: con el desprestigio de los dos grandes partidos, COPEI y Acción Democrática. El deterioro alcanzó a las instituciones del Estado y el hartazgo de los ciudadanos hizo el resto.

En el año 1999 los venezolanos que catapultaron a Chávez con su voto no lo vieron como lo que era: un militar golpista excarcelado y sediento de revancha; sino como un líder capaz de desalojar a una clase política que percibían más interesada en el poder y en sus privilegios que en servir a los ciudadanos.

Cuando la indignación por la corrupción del PP y del PSOE rebasaba los límites de lo tolerable, yo solía decir en tertulias y conversaciones que si las cosas seguían así era sólo cuestión de tiempo para que el populismo apareciese en España, como había ocurrido en Venezuela. Pero en aquella época, Chávez era sólo un fantoche excéntrico con buena salud física y política cuyos desmanes no parecían preocupar a la comunidad internacional ni a la sociedad española. La respuesta que me encontraba era siempre la misma: «España no es Venezuela.» Ante esa indiferencia, mi respuesta también era siempre la misma: «Venezuela tampoco es Cuba y se ha convertido en una colonia cubana.». Estas observaciones parecían exageradas y nadie las quería ver.

Han pasado los años y, lamentablemente, el tiempo dio la razón a los agoreros venezolanos que seguían con preocupación los escándalos en España mientras la crisis económica causaba estragos y la Ley de Memoria Histórica reabría, de manera artificiosa, antiguas heridas.

Mutatis mutandis, hay un paralelismo entre el auge de Podemos y el del chavismo.

La gran suerte para España es que, al contrario que Chávez, Pablo Iglesias no consiguió llegar a La Moncloa y ni siquiera es el líder de la oposición. Es de esperar que su actuación en lo que va de legislatura permita a muchos españoles ver las orejas al lobo totalitario y comprender que su connivencia con los nacionalistas no es sino una maniobra para auparse al poder y destruir lo que ellos llaman despectivamente “el régimen del 78”. Pero no es de eso de lo que quiero hablar, sino de usted, Antonio Ledezma, en su condición de ciudadano privado de su libertad.

Con su salida de Venezuela se une usted a la diáspora de venezolanos repartidos por el mundo. Venezolanos arruinados, que no pueden vender ni alquilar las viviendas que han dejado atrás, que viven como pueden tirando de ahorros, que no cobran sus pensiones del Estado venezolano y que, a menudo, no tienen oportunidades para encontrar un trabajo para el que estarían sobradamente cualificados porque, entre otras razones, rondan o han traspasado la edad de jubilación.

La respuesta de Maduro a su llegada a Madrid es un insulto a todos sus compatriotas que no pueden regresar a Venezuela por tener órdenes de detención y que han tenido que aprender a vivir con la incertidumbre económica y las dificultades que esta conlleva. La tristeza y la nostalgia son sus compañeras de un viaje sin retorno en el corto y mediano plazo. Hablo con conocimiento de primera mano de venezolanos exiliados en Madrid o repartidos por Europa que me honran con su amistad. Personas que son un ejemplo de dignidad ante la adversidad y que, a pesar de todas las dificultades, tienen siempre una sonrisa y su casa abierta para los amigos demostrándonos con su ejemplo que es en los peores momentos cuando el ser humano demuestra de qué pasta está hecho.

Pero después de reflexionar sobre las palabras que el presidente Maduro le ha dedicado a usted por su llegada a España, he llegado a la conclusión de que su fanfarronería encierra una gran verdad: viene usted a darse la gran vida. Lo que pasa es que para quienes vivimos en la normalidad democrática es difícil entender que el poder pasear por la calle sin riesgo para la vida es un lujo. Que comprar unas gotas para los ojos en cualquier farmacia no es una odisea, sino un lujo. Que tener prensa impresa en papel con opiniones para todos los gustos es un lujo accesible en cualquier quiosco. Que el papel higiénico no se adquiere en el mercado negro sino en cualquier supermercado.

Efectivamente, va a darse usted aquí, en Madrid, la gran vida. La gran vida del Estado del bienestar, de la normalidad democrática y de la convivencia pacífica que nosotros no valoramos y que algunos quieren destruir.

Le deseo mucha suerte en su labor desde su doloroso exilio trabajando para que Venezuela recupere sus libertades. Y, por la parte que me toca, deseo que su presencia en España sirva para que los españoles no bajemos la guardia. Para recordarnos que la convivencia exige respeto a la legalidad y a las instituciones que nos hemos dado entre todos. En los tiempos que vivimos en esta piel de toro, es algo que no deberíamos olvidar. Cuando veo los espectáculos vergonzosos que algunos diputados, como Gabriel Rufián, organizan todas las semanas en el Congreso, pienso en la importancia de estar alerta ante el acoso y derribo contra nuestras instituciones perpetrado desde el interior de las mismas. En cuanto ponga usted la televisión y escuche a algunos de nuestros representantes sabrá a qué me estoy refiriendo. Es bastante fácil dar una patada al tablero de la legalidad para destruir la convivencia. Sentarse y acordar nuevas reglas del juego es bastante más complicado.

Reciba mi más cordial bienvenida a España y mis mejores deseos de que disfrute del regalo de la libertad. Ojalá que su estancia entre nosotros sea fructífera tanto para los venezolanos como para los españoles que tenemos mucho que aprender de ustedes.

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