En la muerte de José Antonio Sentís

De toda esa caterva de personalidades que me hayan impactado dejando huella imborrable en mi corazón se pueden contar con los dedos de una sola mano……Y una de esas personas es José Antonio Sentís.

De carácter afable, sencillo, cercano y cálido y además transparente, como un familiar muy querido, como tu padre o tu propio hermano, así he llegado a tratar y a conocer a José Antonio Sentís, o quizá mejor él haya tenido la delicadeza de invitarme a ese trato, a esa su proverbial camaradería.

Le conocí en “A.B.C.” donde llegaría a ser Redactor Jefe de Nacional – él era Licenciado en Ciencias de la Información y en Ciencias Políticas y Sociología por la Complutense, quizá yo como licenciado en Derecho y en Ciencias Empresariales teníamos ese mismo nivel conceptual y de lenguaje, pero no era exactamente eso pues he conocido a otros muchos con esos títulos y otros semejantes que sin embargo no tenían ese feeling, esa clase, esa categoría personal que poseía Sentís.

Como Subdirector de Informativos de Televisa no tuve trato, pero sí de nuevo como Subdirector del diario “La Razón” que fundara el incomparable Anson, también amigo. Y aunque llegó a ser fundador del diario “El Imparcial” y director adjunto hasta 2015, fue precisamente en su intervalo profesional en “La Razón” cuando tuve el privilegio de tratarle de una forma más cercana. No olvidaré jamás una larga entrevista en su despacho por aquellos días. Como digo solo cuatro o cinco profesionales destacan entre mis recuerdos. La cercanía, la sintonía, el “savoir faire”, o la naturalidad o lo que sea de José Antonio te queda como un aroma inconfundible de otro mundo, junto con los recuerdos más bonitos de mi vida, de mi juventud, de mis padres, de Pepi, mi maestra, de aquellos cruceros, de aquellos viajes nacionales e internacionales que hacíamos todos juntos, todos juntos y jóvenes a la vez, con esa luz dorada e inefable de la juventud.

Pues sí, Sentís está ahí dentro, con todos ellos. Recuerdo que fumaba entonces tabacos aromáticos y que te llamaba, te requería él como me ha ocurrido recientemente en “El Norte de Castilla”; te colocaba no solo en un lugar de honor, quizá con frecuencia el que merecías y que España generalmente no llega a reconocer. Sin decirlo, señalaba el pequeño hueco que ocupabas en la pequeña historia nacional de la cultura y del teatro.

Esa inteligencia, esa habilidad, ese candor sincero y no aparente es lo que jamás he llegado a encontrar a lo largo y a lo ancho de una vida que como otras muchas ha sido y sigue siendo variada, no solo en el “viaje externo”, sino también en el viaje interior que el alma humana realiza como si fuese o llegase a ser “el viajero de sí mismo”.

Siento un dolor terrible, lectores al enterarme ayer de su fallecimiento y ver su foto tan querida. Una separación abrupta y sorpresiva pues he llegado a tener charlas telefónicas con él no solo cuando fue nombrado Director Radio Nacional de España, sino hasta hace bien poco que me comentaba: “pues si no te pagan lárgate y a otra cosa”. Él se iba a ocupar de otros trabajos, del Oriente extremo.

Siento como terrible y sorprendente esta noticia, quizá semejante a la de la pérdida de un hijo. Creo que es una perdida muy grande para la profesión que él ejercía y también para España, pero sobre todo para mí que no imaginé que le sobreviviera y sobre todo que fuera arrebatado por ese carro de fuego que nos conduce fuera del “tiempo terrestre”, a un lugar ignoto donde desde luego estoy seguro seguirá con esa apacible sonrisa tras sus gafas dando cordialidad y haciendo justicia a quien tenga la fortuna de caer a su lado.

(*) Germán Ubillos Orsolich es Premio Nacional de Teatro, dramaturgo, ensayista, novelista y escritor.