Considero que Rajoy podía haber obviado esperar unos días más y tomar ya la decisión de aplicar las medidas que se pueden tomar con el famoso artículo 155. Sin embargo, ha optado por la prudencia y el garantismo. De este modo, nadie le podrá decir que no ha sido respetuoso de los procedimientos formales en su requerimiento a Puigdemont.
En cualquier caso, aparentemente, la hora de la verdad llegará el jueves o en los siguientes días. De todos modos, si pone en marcha medidas mínimas, no creo que sirvan para parar la deriva independentista en Cataluña y los incumplimientos de las leyes vigentes en todo el territorio español.
Y, si inhabilita a los dirigentes de la Generalitat y fundamentalmente a Puigdemont o toma medidas similares pueden pasar varias cosas. Una de ellas es que se nieguen en redondo a aceptarlas. Y se tenga que utilizar a la Guardia Civil o a la Policía Nacional. Otra es que se produzca una movilización masiva de independentistas en las calles de Barcelona y del resto de Cataluña y eso mismo cause, por la irritación de la gente, graves problemas de seguridad y de orden público.
Ahora bien, lo que, en mi opinión, no debería ser es que se permita, por la fuerza de las cosas, que una Comunidad Autónoma se declare soberana e independiente y se tolere, por no causar una revuelta política y social de una parte de la población.
Hasta el momento, me da la impresión que ya se ha dialogado demasiado con Puigdemont y no cambia de planteamientos. Es el momento de empezar a tomar decisiones políticas de calado y aplicar la fuerza de un Estado de Derecho de un modo proporcional para que los dirigentes políticos de la Generalitat cumplan la legalidad.
Con discursos y peticiones de sentido común y sensatez está visto que no se consigue nada. Por tanto, si se espera más y se siguen dando largas a la cuestión de la independencia de Cataluña, por parte del Ejecutivo central, se está favoreciendo la ruptura real y política de España en dos Estados.
(*) José Manuel López García es Doctor en Filosofía y Profesor