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Opinión: “Mi Pequeño Manhattan…”

Mi opinión acerca de Cataluña

Por Germán Ubillos Orsolich (*)

lunes 02 de octubre de 2017, 16:01h
Mi opinión acerca de Cataluña

02OCT17 – MADRID.- Como madrileño que soy e hijo de padres madrileños pero con sangre en las venas vasca (Ubillos) y catalana (Orsolich), no he querido manifestarme hasta la fecha acerca del problemón que estamos viviendo todos, y digo esto porque como jurista sé que los elementos fundamentales y constitutivos de todo Estado son el territorio, el pueblo y el poder.

Como madrileño que soy e hijo de padres madrileños soy más bien centralista, me gusta la fuerza centrípeta, no la centrífuga, la fuerza centrífuga hace que España se desintegre y la centrípeta que cohesione y permanezca unida.

De los catalanes me viene a la mente la voz grave y llena de acento del tío Ricardo, quizá la de mi abuelo materno Armando Orsolich, pero yo era muy pequeño cuando él murió a consecuencia de la diabetes que padecía y de las carencias y privaciones de una guerra civil que al contar de mis parientes debió de ser horrible.

Por otro lado tanto por parte de padre como de madre vengo del gremio medieval de los comerciantes. Mi padre era comerciante en tejidos y lanas, en mercería (Pontejos), y por parte de mi madre, Angelina, también eran comerciantes de juguetería al por mayor. Siempre he vivido muy bien, sea dicha la verdad. Como Thomas Mann, mis padres y mis tíos se dedicaban a los negocios y por lo tanto yo me podía dedicar a vagar, a pensar y al final, claro, a escribir.

El tío Andrés, y la tía Carolina, y la tía Angelina, todos respiraban bienestar y desahogo; ¿es que yo podía dedicarme a una cosa así?, esto es a aumentar las ganancias desarrollando lo que en derecho se llamaba el “ánimo de lucro”?, ¿ o más bien iba a ser eso, ese desmadre posterior a las dos guerras mundiales donde los gremios fueron pulverizados y desacralizados, y los hijos querían hacer cualquier cosa menos continuar los negocios florecientes de sus progenitores?.

Y bien, “¿entonces, qué era para mí Cataluña?”. Desde muy niño la seriedad, la laboriosidad, el seni; gentes con buenos coches que viajaban hasta Alemania en aquellos aeroplanos prehistóricos a hacer negocios, a comprar costosos juguetes o a tramitar traspasos para poner almacenes de lanas y de mercería con que abastecer a más de 3000 clientes solo en la capital, entre ellos los archifamosos: “El Corte Inglés” y “Galerías Preciados”.

En casa el único Dios del que se hablaba era el Dios de los Comerciantes, esto es: “Haz lo que te de la real gana con tal de que ganes dinero suficiente para poder vivir bien y que los que te rodean también lo hagan”.

De esa forma y manera atacado por ciertas enfermedades, pero protegido siempre por unos padres cuidadosos y amorosos, nadando en una especie de piscina de dólares quizá como el tío Gilito de Disney, esto es, don Gil Pato, el tío millonario de Donald.

¿Qué idea tenía pues de Cataluña?:

Marta Forteza amiga de una de mis novietas e hija única de un capitán de navío residente en Barcelona, me invitó a pasar parte de un verano en su casa junto al mar, en la llamada Costa Brava. Me llamó la atención ya entonces lo pobremente o al menos de que forma tan austera vivían de puertas para fuera, y la manera tan fabulosa que tenían de vivir de esas mismas personas de puertas para dentro, en sus casas.

O sea, al revés que los castellanos y los madrileños de la época, capaces de no comer con tal de que el coche fuese bonito, caro y que tuviese gasolina.

Bien, eso por un lado, por otro Francisco Franco, esto es el dictador, favorecía siempre a los catalanes y a los vascos para tenerles contentos, luego ya se olía el pastel o más bien la chamusquina.

La depresión mayúscula que me pesqué daría origen a una amistad muy consistente con otro catalán de pro, gran depresivo, José María Gironella y con su esposa Magda Castañer.

Gironella, cosa curiosa y a tener muy en cuenta escribía en castellano, no en catalán, y era porque salido del seminario no tenía un pelo de tonto y sabía de memoria que “Barcelona es bona, cuando la bolsa sona”.

Comercio, industria, ánimo de lucro, seriedad, laboriosidad y sardanas eso era y fue siempre para mi Cataluña.

El dictador, al que de vez en cuando voy a ver al “Valle de los Caídos”, sobre todo cuando mi pobre alma se cansa y se aburre y se inquieta de cuanto ve y de cuanto oye. Pero quede bien claro que en casa no había ideologías, éramos de derechas y nada más. Pero ni por asomo se pasó por la cabeza de nadie, de la mía ni de la de nuestros ancestros Orsolich la idea más lejana o vaga de hacer de su tierra una república e independizarse del resto de España.

¿Por qué?. Porque ello supondría la ruina económica para Cataluña y de paso para el resto de España. Y la “idea base” de los Orsolich, era el negocio, la negación de ocio, la laboriosidad y el buen tren de vida.

Jamás de los jamases pasó por la mente, desde el tatarabuelo turco y pirata a decir de mi primo Armando Orsolich, la nefasta idea del plebiscito ese, del separatismo ese y del enfrentamiento ese que aún, como buen Premio Nacional de Teatro no he llegado a comprender. No se puede discutir sobre algo inconcebible, deletéreo y suicida en la mente de unos ciudadanos tan moderados, tan europeos, tan sibaritas y tan senis.

Francamente me gustaría tomarme todo esto con un poco de humor, de humor catalán, de humor del bueno, ese humor con una pizca de sátira e incluso de humor negro.

Y para terminar, queridos lectores, estoy convencido de que todo este desmadre no ha salido de la mente, del alma del pueblo de Cataluña; yo Orsolich, centrípeta, amante del orden y del progreso, hijo de comerciantes y Premio Nacional, se lo puedo asegurar.

Mentes venenosas, garras nauseabundas, masónicas, trilaterales, leninistas o extranjeras, han sido y siguen siendo las causantes de tanto estropicio y de tanta lenidad. Se lo confirma un ciudadano que se ha pasado toda su vida observando y oyendo, y que lleva en sus venas mezcla de leucocitos y de hematíes catalanes y vascos a partes iguales. ¡Ah, y una pizca de aliño riojano para no dejarme fuera de esa historia lo que me constituye como español de pro. ¡

(*) Germán Ubillos Orsolich es Premio Nacional de Teatro, dramaturgo, ensayista, novelista y escritor.

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