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Opinión: “Mi Pequeño Manhattan…”

Una carta a Alberto Martín Baró

Por Germán Ubillos Orsolich (*)

viernes 29 de septiembre de 2017, 16:48h
Una carta a Alberto Martín Baró

29SEP17 – MADRID.- En épocas pasadas, en época de don Benito Pérez Galdós, don Jacinto Benavente o de don Pío Baroja, era cosa corriente que los grandes escritores de la época se cruzaran cartas que llegarían a ser famosas tanto por su contenido y por su forma como por las personas que las escribían.

Era el maravilloso género epistolar hoy tristemente desaparecido y no lo digo porque el teléfono y muy posteriormente los correos electrónicos, los e-mail y el Wathsapp, no hayan sustituido con menor precisión a la de aquellas cartas, muchas veces también cartas de amor que se esperaban con emoción y ansiedad y que “cantaban” los carteros de entonces a golpe de silbato y otras lindezas; es sencillamente que los escritores de entonces y los ciudadanos de medio pelo se decían ideas y cosas con mayor profundidad y precisión pero que eran incapaces de decirse en persona. Yo guardo con cierto temblor las cartas que me enviaba Pepi, mi maestra, a nuestra casa de la calle de Alberto Aguilera y que eran cartas que ella echaba al correo desde su casa de la calle Valle Hermoso, y antes de la calle Gonzalo de Córdoba, número 7, y que han contribuido en buena parte como tierra tan fértil y abonada a transformar a un joven que apenas leía en otro tipo de joven y digo otro que llegara a saltar a la fama al lograr en el año 1970 el Premio Nacional de Teatro.

Pues bien, me llega ahora y a través de la prensa escrita un artículo más bien una carta de mi querido y admirado Alberto Martín Baró publicada en el diario “El Adelantado de Segovia” del cercano día 20, con el título impactante de “Parejas Rotas”.

En ella o mejor en dicho artículo, digno de leerse, pues Martín Baró posee un castellano perfecto lleno de resonancias y calidades de su ancestro Francisco Javier Martín Abril y de las terceras de “A.B.C.”, cuando el “A.B.C”. era el A.B.C. de verdad, el de don Torcuato Luca de Tena como muy acertadamente lo define Luis María Anson.

Bien, Martín Baró, instalado temporalmente en Cantabria tras haber contraído matrimonio nada menos que con la también escritora Angelina Lamelas, “comienza hablando” de ese maravilloso Santander, “la novia del mar” en palabras de Jorge Sepúlveda, cuando la música te alcanzaba el corazón como un dardo maravilloso y a veces un poco envenenado de emoción; vamos, cuando la música corriente poseía melodías inspiradísima y letras no menos sublimes. Habla Baró de las playas de Cantabria, de la Bahía santanderina, del Muelle, del paseo de Pereda, del Pero Chico, del Puntual, e insiste en esas virtudes del cántabro, tierra de su actual esposa, una mujer que me recuerda a mi madre en su clase excepcional, en su delicadeza y simpatía, en saber decir a cada persona cosas que sabe que le van a agradar.

Bueno, perdone el lector que divague con frecuencia y me pierda del camino original que me había trazado, pero en fin, aún no tengo Alzheimer, ya que sé volver si me dan tiempo al lugar o lugares de donde venía. Martín Baró nos habla de la alarmante frecuencia de las rupturas matrimoniales si se compara con las de anteriores e inmediatas generaciones. Parejas que casadas y enamoradas y después de años de convivencia y de haber traído hijos al mundo, deciden poner fin a su unión, con el consiguiente dolor de sus padres, de los hijos y de ellos mismos. Alberto, que esto de la escritura se lo toma como es menester, como algo muy en serio, consulta el Consejo General del Poder Judicial que le confirma que en los tres primeros meses de 2017 las separaciones y divorcios han crecido en toda España un 4,8% respecto al mismo periodo del año anterior, marcando en cabeza de esta triste realidad las Comunidades de Cantabria, Cataluña y Valencia, con un 8% de demandas de disolución por cada 1000 habitantes. Ello contrasta con el hecho de que sea Castilla-León la Comunidad con la cifra más baja del 0,5% de rupturas por cada 1000 habitantes. Los castellanos leoneses son los españoles que menos se separan y divorcian, un 1,5% por cada 1000 habitantes.

Habla Martín Baró de que en su época, cuando era joven y aquí me agarro a su “misiva periodística” pues yo soy de su misma edad, las separaciones constituían una excepción a la regla en la vida matrimonial, mientras el divorcio no estaba legalizado. Los divorcios se daban en el lejano Hollywood y entre las estrellas.

No todos los matrimonios eran modélicos, pero la opinión pública y las creencias religiosas pesaban más que la libertad por separarse.

La autonomía económica de la mujer actual y su fácil acceso al mundo del trabajo ha sido una de las causas de que sean ellas quienes toman con frecuencia ahora la iniciativa. Por supuesto también la creciente evaporación de las creencias religiosas que actuaban como freno indiscutible.

Desde mi punto de vista esto último ha sido fundamental. La llamada calidad de vida es muy superior a la de entonces, también el régimen de libertades y sobre todo para la mujer, hasta llegar a las fronteras del feminismo y las diferencias de género. Toda ruptura del vínculo esponsorial y la subsiguiente separación es una dura prueba llena de sufrimientos para los cónyuges y sobre todo para los hijos que son con frecuencia las víctimas inocentes de los dramas familiares.

El autor destaca la hermosa posibilidad de volver a amar a alguien, de volverse a emparejar, abrir la puerta de nuevo al amor en pareja cosa que él mismo ha tenido la suerte indudable de poder realizar y emparejar con una mujer, también es cierto , de tantos valores y virtudes como es nada menos que Angelina Lamelas.

Martín Baró se anima al final de su “misiva periodística” a invitar a los lectores y lectoras solitarias a abandonar su soledad – aún consciente de que la soledad puede comportar sus beneficios - para entablar (transcribo sus palabras) en un dialogo y una nueva compañía propiciada por el amor.

“Parejas rotas” constituye de este modo un artículo que aparte de su valor literario y de una reflexión de muy hondo calado en tema tan delicado como es el de la felicidad, no siempre viene aparejada como piensan algunos con el progreso técnico ni con la riqueza, de un tipo de sociedad donde sus beneficiarios han ido perdiendo otras muchas cosas para mí, y habla Germán Ubillos, indiscutiblemente fundamentales.

(*) Germán Ubillos Orsolich es Premio Nacional de Teatro, dramaturgo, ensayista, novelista y escritor.

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