Un café que resucita a un muerto

Del libro Juan Cobos, guionista de José Luis Garci y también del filme “LARGO RETORNO” que se rodó en base a mi novela del mismo título dirigida por Pedro Lazaga, dijo que era un libro sensacional, sí, pero en aquellos años nuestra querida España ya decaía o caía en uno de eso ciclos de decadencia económica y posiblemente política que parecen imposibles de evitar, y concretamente la industria del cine había dado un bajonazo enorme. No obstante “Malín”, publicada por “La Buganville” de Barcelona, filial de Salvat, es uno de mis mejores libros, profundamente cinematográficos y de gran originalidad.

Pero bueno, quería hablaros del café… y el café de “Jamaica Plaza” era sensacional, solo que de tomar tantos, (llegué a tomar siete u ocho al día), los médicos de los que siempre he estado rodeado quedaban espantados pues mi tensión arterial alcanzaba las nubes.

De aquella novela y de aquella cafetería guardaré un recuerdo imborrable, alguna camarera cosa frecuente como el caso de Chaya, se transformó en amiga para siempre. Yo la llamaba Jodie Foster, por su enorme parecido con la famosa actriz, y además vi “Ana y el Rey” versión de “Ana y el rey de Siam” de Yul Brynner, en la que actúa precisamente Foster de protagonista. Vimos el filme en Alicante, creo que en enero, hospedados en el “Hotel Meliá Alicante” construido precisamente sobre el Mediterráneo, entre el Puerto atestado de lujosos yates y balandros, y la Playa del Postiguet, junto a la Explanada. Iba con mi madre y con mi hermana, las dos desaparecidas, y la luz inefable de enero brillaba sobre ese “Mare Nostrum” plateado, en las llamadas “calmas de Enero”. Hay momentos de plenitud en la vida que quedan imborrablemente grabados en la memoria, me emociono al rememorar concretamente aquello, yo estaba en la plenitud y vivían, estaban junto a mí, mi querida madre y mi queridísima hermana.

Bueno, como ven vuelvo a irme por los cerros de Úbeda (no sé si Úbeda tiene cerros), solo decirles que me aficioné tanto al café que los distinguía desde lejos solo por el aroma. En los bares de España durante décadas el café era infame, pero de pronto se civilizaron y comenzaron a importar cafés de verdad, de los aromáticos, gustosos y estimulantes, con ese toque de suavidad y frescura que tienen que tener para ser buenos.

Bien, pues ahora, como ando mal de dinero he removido un poco mis costumbres hasta encontrar un lugar no excesivamente lujoso ni famoso en el que sirven desde luego un café increíble y esto es en el bar llamado “La Esmeralda”, en la calle de La Princesa, de Madrid. Es un café que guarda todos los requisitos; es rico de sabor, deja su aroma alojado al paladar, mezclado con leche ese algo verde o afrutado resulta exquisito, y lo más importante “resucita a un muerto”. Sí, estimula, te puede poner nervioso pero gana la batalla a cuantos he paladeado en las últimas décadas. Te “espabilas”, vamos. Aunque estés con resaca, medio dormido, drogado o zumbado por tantas medicinas o tristezas, ese café “te pone”, obra el milagro de espabilarte de nuevo, de hacerte vivir, de conseguir lo que solo Cristo hizo con Lázaro, su amigo. Ese café maravilloso e impagable “resucita a los muertos”.

(*) Germán Ubillos Orsolich es Premio Nacional de Teatro, dramaturgo, ensayista, novelista y escritor