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Juan Pablo Escobar, hijo del narcotraficante Pablo Escobar, ha presentado su nuevo libro en España
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Juan Pablo Escobar, hijo del narcotraficante Pablo Escobar, ha presentado su nuevo libro en España

Escobar: «No hay una lista de víctimas de mi padre, pero he tratado de pedirles perdón»

domingo 14 de mayo de 2017, 02:39h

Enviado por José Antonio Sierra (CCLAM)

14MAY17 – MADRID.- Eran promesas de la política colombiana. Una ola de transformación para un país que ya venía cargado de violencia con la guerra partidista de los años cincuenta y la formación de diferentes grupos guerrilleros. Eran tres políticos que lanzaban propuestas democráticas y hasta posibles para que un país ya dividido: Luis Carlos Galán Sarmiento, Rodrigo Lara Bonilla y Pablo Escobar Gaviria.

Sus caminos se bifurcaron. En 1982 el, por entonces, ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla acusó públicamente a Pablo Escobar de vínculos directos con carteles de droga de Medellín. Escobar perdió su escaño en el Congreso y, como respuesta, mandó a asesinar a Lara Bonilla y, de paso, a Guillermo Cano, director del diario 'El Espectador' que hacía eco de las acusaciones de Lara Bonilla. Más adelante, en 1989, moriría Luis Carlos Galán cuando fue baleado en un mitin de su candidatura a la presidencia de Colombia, siendo el favorito hasta su muerte.

«El asesinato (por sicarios que cumplían las órdenes de Pablo Escobar) de Rodrigo Lara Bonilla fue para mí, como para todos los colombianos, el comienzo de la guerra abierta y sanguinaria entre el Estado y los carteles de droga», asegura Juan Pablo Escobar, hijo del exjefe del cartel de Medellín -y el mayor narcotraficante del mundo-. Ha pasado por Madrid para presentar su libro Pablo Escobar. Lo que mi padre nunca me contó (Planeta) que ya va por la tercera edición.

«Si de algo me ha servido la serie Narcos es a vender libros ya que es la oportunidad para corregir la visión escrita por la DEA de quién fue mi padre y de lo que realmente pasó con él, sin el tono norteamericano que tiene Netflix», asegura Escobar.

Si en su anterior libro Pablo Escobar. Mi padre (Planeta) hace un recorrido cronológico de la vida de su padre, el narcotraficante, y del Escobar miembro de una familia paisa, en este nuevo libro revela «historias que nunca serán mostradas en Netflix porque destapan a los carteles de droga estadounidenses que aún operan y que tuvieron un eje entre Pablo Escobar, la CIA (por sus siglas en inglés) y la DEA (por sus siglas en inglés)», comenta el autor, quien añade que «este es un libro que contiene relatos de los amigos, los enemigos y las víctimas de mi padre».

Así fue la charla que sostuvo el autor con un pequeño público en una librería de Madrid:

¿Cuáles son esas historias más sorprendentes sobre Pablo Escobar de las que se vino a enterar haciendo este libro?

Hay historias muy fuertes que tienen que ver especialmente con la relación entre mi padre, la CIA y la DEA. El caso concreto de la CIA tuve la posibilidad de conocer a Aron Seal, el hijo de Barry Seal, el agente de la CIA que trabajaba para mi padre, quien fue asesinado en el año 1986 porque hizo unas fotos, que incluyo en este libro, con una cámara oculta en el avión que mi padre le compró a la CIA para el tráfico de cocaína. Son las fotografías que demostraron, por primera vez, la actividad de mi padre como narcotraficante. Mi padre comenzó una cacería hacia Barry Seal y ofrecía un millón de dólares a quien lo trajera vivo o medio millón si lo asesinaban y, efectivamente, así sucedió.

Conocí a su hijo en México y le mostré el capítulo del libro sobre su padre para que me ayudara a corregirlo y así lo hicimos. Me aportó mucha información del otro lado, la experiencia de esta familia, una perspectiva que yo desconocía porque mi padre no me la contó. Aron Seal defiende una teoría de un complot porque dice que su padre lo dejaron desprotegido dentro de Estados Unidos para facilitar su asesinato. Una persona del FBI encontró en el cuerpo de Barry Seal el teléfono personal de George Bush padre, con lo cual uno se cuestiona hasta dónde estaban tejidas estas redes de corrupción sabiendo que en ese momento se trataba de quien era el director de la CIA.

También encontré historias de amigos de mi padre como la del hombre que le cuidaba el dinero quien tiene una historia muy particular. Me pareció sorprendente encontrarlo justamente porque tenía esa posibilidad de esconderse así como escondía el dinero a mi padre. Este hombre me contó, por ejemplo, cuánto se podía ganar mi padre en un fin de semana: entre 50 y 70 millones de dólares en la denominada epidemia del crack, muestra cómo evolucionaba el negocio y el nivel del dinero que entraba diariamente que les permitió tener tanto poder para terminar sometiendo a toda una democracia a su voluntad por la vía del terror, de la violencia, de la extorsión y también, por supuesto, de la corrupción.

Con este hombre indagué hasta qué punto estaban involucrados los bancos en estas operaciones así voy dando cuenta de la gran red de mafia y corrupción que lideró mi padre.

Usted ha dicho varias veces que le molesta la versión de la DEA que refleja Netflix en la serie Narcos ¿Qué corregiría de esa versión que es también la que los estadounidenses nos vendieron como historia en Colombia?

En Narcos hay un personaje que brilla por su ausencia que es Barry Seal, es increíble cómo no se ha tenido en cuenta la participación de un estadounidense en las tareas del narcotráfico que mi padre llevó adelante a principios de la década de los 80. Justamente se trata de un narcotraficante norteamericano, además, un agente de la CIA y un informante de la DEA en ejercicio. Es una mala casualidad que una persona con igual poder en el mundo del tráfico de drogas dentro de Estados Unidos y que, por ser estadounidense, sea quien más brille por su ausencia en la serie de Netflix. No creo que sea un asunto de mala memoria ni mucho menos, me parece que la figura de Seal es demasiado importante como para ser ignorada de esa manera, pero esto no es lo más grave. También se les olvidó incluir el capítulo que yo titulo El Tren que era como mi padre llamaba a la ruta que tenía en connivencia con los agentes de la DEA.

Otros hechos que se cuentan en la serie no sucedieron de la manera cómo se plantean, a algunos personajes los hacen durar más en el tiempo de lo que en realidad duraron en la vida del cartel, y otros, como el caso de Carlos, mi tío materno, que vendía Biblias en Colombia lo han puesto a vender cocaína en la serie y, así, podemos seguir hablando de desinformaciones que provocan la serie.

Creo que estas series han hecho daño y yo mido el impacto negativo porque una vez se empieza a popularizar la serie yo he recibido a través de las redes sociales una serie de mensajes privados de jóvenes que me mandan fotografías con la cara de mi padre tatuada, o se ponen su bigote o se ponen su peinado y actúan como él amenazando, como supuestamente Netflix lo plantea, con la frase «plata o plomo». Desde Australia, hasta Nepal, pasando por Estados Unidos y, desde cualquier lugar del mundo, he recibido mensajes de este tenor. Estoy en desacuerdo con que se cuente la historia de esa manera, yo no me opongo a que se conozcan los hechos, pero sí pido que se haga con un mínimo de rigor.

El resultado de la lectura de mis libros debería ser otro y si no, yo me equivoqué al escribirlos porque no he transmitido el mensaje que he querido: estas historias son para tenerlas presentes, pero de ninguna manera para imitarlas. Si yo glorificara a mi padre seguro que vendería el triple de libros.

¿Qué relación tenía el Pablo Escobar con el presidente de España, Felipe González?

Lo cuento en este libro. Mi padre formó parte de una Comisión de legisladores colombianos que fueron invitados para la posesión de diferentes presidentes como fue el caso de Felipe González. La relación no fue ninguna, mi padre era representante de la Cámara de Colombia y en ese momento cumplió las funciones como le fueron establecidas. Si supiera de algún nexo más allá del político lo hubiera contado, sin duda.

En varias entrevistas usted ha dicho que su padre ha sido un bandido pero también un buen padre. ¿Con cuál frase de su padre se quedaría?

Me quedo con la frase que nunca se ha emitido en ninguna serie y es aquella con la que él me educó sobre las drogas. Cuando yo tenía ocho años me dijo: «valiente es aquel que no la prueba» refiriéndose a la cocaína y otro tipo de drogas.

¿Qué relación tiene con John Jairo Velásquez Vásquez alias Popeye?

(John Jairo Velásquez, alias Popeye, era miembro del grupo de sicarios del cartel de Medellín, cuando se entregó a la justicia colombiana, en 1992, dio a la justicia colombiana información detallada sobre el cartel). Estábamos muy peleados en el pasado pero ahora hemos hecho las paces. Él me pidió públicamente perdón por las acusaciones (de mentiroso, según Popeye) que había hecho hacia mí. Yo lo reconozco a él como una persona que en el pasado y en su momento cuidó de mi padre con su vida y le tengo gratitud.

Hoy en día tengo una relación de total transparencia y él recientemente me ha dicho que, en realidad, sus acusaciones tenían que ver por presiones de terceros.

¿Qué significó y significa para usted Rodrigo Lara Bonilla y si dice que le han pedido perdón los asesinos de su padre usted está en la labor de pedir perdón a las familias de quienes su padre asesinó?

Para mí Lara Bonilla es, como para todos los colombianos, un antes y un después en lo que significó la guerra del narcotráfico. La muerte del ministro de Justicia fue la primera respuesta violenta de lo que fue un enfrentamiento muy personal entre mi padre y el ministro. Lara Bonilla es, sin duda, uno de los primeros mártires de la guerra contra el narcotráfico. Tuve la oportunidad de conocer a sus tres hijos Pablo, Rodrigo y Jorge, y de tener unos diálogos muy conciliadores y positivos con ellos, por supuesto difíciles, pero ese diálogo me permitió establecer una relación con otras víctimas de mi padre y lo he seguido haciendo porque creo que es una de las herramientas más liberadoras tanto para ellos como para mí. Hoy tengo una buena amistad con Jorge Lara a quien valoro y respeto mucho. Yo les he pedido perdón y lo seguiré haciendo, así como lo he hecho con todas las víctimas de mi padre. De hecho he presentado víctimas entre sí. Por ejemplo, he reunido a las familias del avión de Avianca (que explotó en 1989 en pleno vuelo por una bomba que ordenó poner Escobar), que no se conocían pero que les unía el crimen de mi padre. No hay una lista oficial de víctimas de Pablo Escobar, es una labor pendiente, pero he hecho lo mejor que puedo para pedirles perdón.

Hay muchas teorías sobre la muerte de su padre ¿Cuál su versión?

En este libro tengo un capítulo que se llama Las últimas 72 horas de mi padre. Tuve la oportunidad de entrevistar a las tres personas que cuidaron de él durante esos últimos tres días. Hago una descripción muy detallada. Confío mucho en estas personas porque mi padre en ese momento valía 20 millones de dólares y estas personas no lo entregaron.

Hay unas grabaciones telefónicas en las que se puede dar cuenta de las muchas veces que le colgué a mi padre y le digo al teléfono que «no nos llame más, que estábamos bien», era un indicativo de que tanto él como yo éramos conscientes de que si él seguía llamando al hotel de las fuerzas militares (donde estábamos) era lógico que su ubicación iba a quedar al descubierto y sería encontrado por quienes los perseguían y así sucedió. Pero no fue un descuido de Pablo Escobar, en realidad, fue a propósito porque en ese momento su familia no estaba en calidad de protegida del gobierno colombiano sino en calidad de rehén. Nosotros habíamos sido expulsados a la fuerza de Alemania, fuimos obligados a subir a un avión de una aerolínea comercial contra nuestra voluntad. Nos subieron a patadas al avión y nos forzaron a regresar donde nos iban a mandar a matar nuestros enemigos. Era claro que suponía una estrategia de poner a elegir a mi padre entre la vida de su familia o la suya. Por esto, él habla con todos nosotros por teléfono a manera de despedida. Además, él aparece muerto descalzo porque el hombre más buscado del mundo, que dormía vestido, ya sabía que era el final.

Yo hablé con los forenses y me garantizaron que mi padre se había suicidado y que habían tenido que alterar el informe final porque la Policía los había amenazado para cambiar esa versión. En realidad no me importa cómo murió mi padre, está muerto y eso es lo importante. Ni siquiera las instituciones se ponen de acuerdo en cómo lo mataron porque hay un libro que se llama Así maté a Pablo Escobar en el que el coronel Hugo Aguilar Naranjo se atribuye la muerte y hay otro libro que escribió el paramilitar Diego Fernando Murillo alias don Berna que asegura que su hermano lo hizo. Es evidente que ninguno de ellos lo hicieron, que el único que tomó la decisión de acabar con su vida fue mi padre. Esto no me hace sentir más o menos orgulloso, simplemente, se trataba de esclarecer cómo terminó la vida de mi padre.

En todo caso, mi padre murió en un enfrentamiento entre mafiosos, porque quien entró a la casa donde él estaba refugiado fue Carlos Castaño -máximo jefe de los paramilitares en Colombia- y él no era miembro de la Policía ni del Ejército, era un antiguo miembro del cartel de Medellín. Mi padre siempre me dijo que él se quitaría la vida si fuese alcanzado por sus enemigos, siempre me dijo «de 15 tiros que tengo en mi pistola, 14 son para mis enemigos y el último para mí» y me dijo dónde se lo pegaría. Yo he confirmado con los forenses el punto exacto del disparo y concuerda con lo que me decía mi padre, además, tengo testimonios de forenses que tuvieron que alterar el informe de su muerte. Para mí es una certeza y no una teoría que mi padre se suicidó.

Fuente: Vivian Murcia González[email protected]

El Portal Voz

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