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Antequera, Málaga, España, para disfrutarla paso a paso (y III)

Por Concha Pelayo (*)

miércoles 26 de abril de 2017, 01:36h

26ABR17 – MADRID.- Corría el año 1410 cuando el rey Fernando conquistó Antequera, momento en que empezó a adquirir relevancia, tanta, que Antequera llegó a ser la novena ciudad de España en extensión. Tal vez, por esta circunstancia y porque según la tradición oral que corre de boca en boca como la falsa moneda, Antequera debió ser tan señera e importante que hasta Ronda le pertenecía. O si no, atiendan a lo que sigue a continuación:

(Foto: Alexandra Alvarado)
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“Yo nací en Ronda, en la ciudad de Antequera, y en el sagrado bautismo me pusieron Espinela…”

Esta frase forma parte de una historia, muy extensa, que mi madre me contó y que a ella se la contó su abuela y a ésta la suya, hasta llegar a mis oídos siguiendo la tradición oral de la boca de mi madre. Siempre me llamó la atención que, en algún punto lejano de la historia, cuando se repartían los territorios, que estas dos ciudades hubieran tenido lazos de pertenencia, siendo como lo son, ahora, independientes la una de la otra.

Siempre me llamó la atención este dato, como digo y sobre todo la historia que se cuenta sobre la malvada y pérfida Espinela. Lo cierto es que tras mi reciente estancia en Antequera, no hubo ocasión para conocer este dato y me fui de allí sin averiguarlo. Espero dedicar a ello el tiempo necesario para otra ocasión..

Hemos conocido Los Dólmenes y El Torcal, y nos hemos quedado prendados con la historia de la Peña de los Enamorados. Ahora toca poner los pies en el suelo y caminar por esta ciudad de Antequera, situada justo en el centro de Andalucía y a la que se puede llegar en poco tiempo por autovía y por tren de Alta Velocidad. Antequera tiene las ciudades más importantes de Andalucía, la más lejana, a poco más de una hora: Málaga a 45 Km. Córdoba a 115, Granada a 100, Sevilla 160. Esta distancia permite un flujo constante de andaluces que van y vienen, conviven y se relacionan constantemente.

La primera impresión que produce esta ciudad es de tranquilidad en sus bien trazadas y cuidadas calles donde la limpieza es absoluta. Coincidió con nuestra visita una demostración para estudiantes en la plaza de toros. Mientras caminábamos, diferentes grupos de escolares iban apareciendo, por las diferentes calles de la ciudad, en fila, niños y niñas de la mano de sus maestros en dirección a la plaza. Una mañana radiante de juventud en las calles que contrastaba con lo desiertas que se nos mostraban por la tarde, apenas sin viandantes callejeros. A nuestro paso iban surgiendo fachadas de importantes edificios de diferentes épocas y estilos, conventos, palacetes e iglesias. Las iglesias en Antequera son de un gran valor arquitectónico e histórico. Destacan por ejemplo, la Real Colegiata de Santa María la Mayor, con una bellísima fachada renacentista, obra de Diego de Siloé y Diego Vergara, donde se congregaron los mejores poetas de los siglos XVI y XVII en torno a la Cátedra de Gramática. Otras iglesias renacentistas son la de San Sebastián, la de San Juan Bautista o la de San Pedro. En todas ellas se conservan interesantes obras de arte como un baldaquino bellísimo en la iglesia de San Pedro.

Hay que destacar también los numerosos conventos como el de Los Capuchinos, Santo Domingo, San Juan de Dios o San Agustín. Monumentos todos de gran valor arquitectónico que embellecen la ciudad y que le proporcionan un añadido interés histórico. Precisamente, el Real Monasterio de San Zoilo tiene un gran protagonismo al haber sido cedidos sus terrenos a los franciscanos en 1500 por Real Cédula de los Reyes Católicos. Su estilo pertenece al gótico tardío. En la actualidad está ubicada la Biblioteca Municipal.

Además del arte monumental y religioso, Antequera cuenta con importantes museos como el Museo de la Ciudad de Antequera donde se exhiben espectaculares obras como el Efebo en bronce del S I a.d C. Un San Francisco de Asís en madera tallada policromada, obra de Pedro de Mena. Una Inmaculada de Antonio Van de Pere, en óleo sobre lienzo y otra pintura bellísima titulada Peña de los Enamorados donde se ven a los dos jóvenes al borde de la roca a punto de despeñarse. Esta obra el de 1885. Hay otras muchas maravillas que se pueden admirar en este museo.

Destaca el Museo del aceite, formado por tres salas donde se pueden ver diferentes molinos de diferentes épocas entre otros que van del siglo XVII al XX, todos en perfecto estado

La Casa Museo de los Colarte, de principios del siglo XVIII, en cuyo interior encontramos unas escaleras muy destacables, situadas en el zaguán. Las esculturas, algunas de ébano, plata o marfil, y otras obras religiosas de temática costumbrista y mitológica.

Y no podemos pasar por alto la Semana Santa antequerana, muy arraigada en la ciudadanía y que posee características muy singulares que la distinguen de otras ciudades andaluzas, como son el estilo de los tronos, las figuras del hermanaco y del campanillero de lujo, el amarre de las almohadillas y la costumbre, que sorprende siempre, a propios y extraños el “correr la vega” que ha recibido el distintivo como Fiesta de singularidad turística Provincial. Sin la entrega, el entusiasmo y la capacidad de trabajo de los miembros de esta cofradía no sería posible conservar estas tradiciones tan entrañables.

Hay otras muchas procesiones y celebraciones a lo largo del año con motivo de los santos patronos: El Señor de la Salud y de las Aguas, Nuestra Señora de los Remedios y Santa Eufemia.

Y todavía restan otras celebraciones de carácter agrícola ganadera que se celebran en Mayo y Agosto.

Para terminar, se puede decir que la gastronomía de Antequera está a la altura de los grandes chefs, excelentes cocineros que se esmeran en la elaboración del guisado de patas, gazpachuelo, pío, chivo a la pastoril o conejo a la cazadora. Son famosos los molletes, un panecillo delicioso que nadie se va de Antequera sin probarlo y sin llevárselo. Los dulces complacen al más exigente. Supimos, cómo no, del bienmesabe, del angelorum o los pestiños. Un placer para el paladar. Y supimos también de la amabilidad y cariño de sus gentes, de los guías que nos acompañaron y con tanta profesionalidad nos ilustraron.

Con mucho gusto volveré a Antequera.

(*) Concha Pelayo es escritora y miembro de FEPET y AECA

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