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Opinión: “Mi Pequeño Manhattan…”

Estrenar – Volver – Permanecer.

Por Germán Ubillos Orsolich (*)

lunes 07 de noviembre de 2016, 22:05h
Estrenar – Volver – Permanecer.

07NOV16 – MADRID.- La reciente muerte de Oleg Popov, el llamado “Payaso del Sol” del circo soviético, fallecido repentinamente mientras contemplaba la televisión en la habitación del hotel de un ataque cardiaco, trae a mi memoria la experiencia de mi propia vida.

En muy poco tiempo Popov se convirtió en una de las grandes estrellas del circo de la segunda mitad del siglo XX, su popularidad fue tal que el régimen soviético le distinguió con el título de Artista del Pueblo de la URSS en 1969, y lo utilizó como embajador de buena voluntad durante numerosas giras internacionales, y en Montecarlo en 1980 recibió de manos de Grace Kelly el premio Clown de Oro, el máximo reconocimiento internacional de las artes circenses.

Pero Oleg Popov, nacido en 1930 en las afueras de Moscú e hijo de un relojero empezó su carrera durante la Segunda Guerra Mundial como aprendiz en “Pravda”, graduándose posteriormente como equilibrista en la escuela de Circo Ruso de Moscú. Trabajando primero en Tiflis como equilibrista, tuvo que volver a Moscú para aprender de Karandash (lápiz) al que consideró su maestro.

Cuando en 1954 el clown Pavel Borokikov se rompió una costilla, Popov le sustituyó improvisando e inventándose sobre la marcha un número cómico en el que utilizaba utensilios de cocina. El número tuvo tal éxito que el joven artista regresó a Moscú convertido en un ser ya famoso.

Cuento esto, queridos lectores, en referencia al título que he dado al presente artículo.

Para un autor teatral, estrenar, volver y permanecer, pueden ser los tres hitos, los tres Himalayas que deberá escalar, conquistar y experimentar, a lo largo de su vida si quiere morir en paz.

Todo artista que se precie de serlo, debe estrenar sus obras y si lo hace y alcanza la fama por una serie de circunstancias, pero acaba perdiéndola por esas bofetadas que te da el destino, añorará durante su silencio y más si este es prolongando volver, volver a esa fama perdida, a esa popularidad que tuvo fruto de su talento y de su esfuerzo, pero también de la suerte y sabe bien que la suerte es muy importante en la vida.

Y si recupera esa suerte perdida, como una mariposa multicolor cazada al vuelo por su mano, capturada de nuevo, albergará un nuevo sueño, un sueño más difícil aún, el deseo de permanecer. Permanecer en el tiempo y en la conciencia de la gente, en la memoria de sus semejantes, de sus amigos y compañeros de profesión, de sus admiradores y también quizá de sus competidores que a veces en momentos de pesadilla podrá identificar falsamente como sus enemigos, cuando sabe e intuye que el único enemigo real que tiene es él mismo.

Desea permanecer en esa gloria etérea y difícil – difícil, porque es de lo más complicado -, en la cresta de la ola, participar del polvo de estrellas que solo unos pocos logran alcanzar.

Y en el mundo del teatro, que es de lo que usted entiende, me preguntarán los lectores más inquietos: ¿Cómo se consigue?, ¿ cómo se vive todo eso?.

Mirad, estrenar una obra en Madrid, lo que se dice estrenar es más difícil que escribir una pieza teatral de la calidad de las firmadas por Shakespeare.

Para volver cuando se ha perdido la fama es necesaria la colaboración, la ayuda de una persona anónima pero que crea en él, que sacrifique todo su esfuerzo personal a esa fama absurda y estúpida por el esfuerzo cotidiano de ir colocando cada una de las múltiples piezas que constituyen el complicadísimo castillo de una obra teatral, que dé corporeidad, verosimilitud a las locas fantasías de ese hombre o mujer, tan pobre, tan débil y desvalido, tan ignorante como es el autor aludido. O sea, que haga lo que nadie quiere o con mayor precisión lo que nadie sabe hacer.

¿Y para permanecer? – preguntarán.

Permanecer insisto, amigos míos, es un don del Altísimo, es un don de Dios, un don que solo Él concede a quien le place, pues a la suma del talento y del trabajo, hay que añadirle la perseverancia, el equilibrio, el tesón y algo más objeto de vaivenes : La Salud.

Como vemos no es tan sencillo llegar a ser como Oleg Popov, el “Payaso del Sol”, se requieren muchas renuncias, muchas casualidades, muchos cambios precisos, quizá “haber nacido para ello”, dirán algunos y no les faltará razón, pero yo les diría, no perder nunca la fe, pues tanto dentro de la borrasca más temible como de la calma chicha más desesperante está la meta anhelada, el sol resplandeciente, solo hace falta perseverar como decía mi amigo Buero, perseverar como dirían los buenos confesores, perseverar como diría esa voz escondida en lo más profundo de la mente de algunos y que sin embargo está también presente en el subconsciente colectivo.

(*) Germán Ubillos Orsolich es Premio Nacional de Teatro, dramaturgo, ensayista, novelista y escritor.

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