Tierras de León: cuando despiertan los sentidos

Adentrarse en tierras de León supone una experiencia creada justo para los sentidos, para descubrir el silencio de los siglos que se ofrecen al viajero en clara complicidad, con un guiño compartido, con una sorpresa continua que nunca dejará indiferente.

En otras páginas, otras publicaciones, y otros compañeros que participaron en el Congreso Internacional de FEPET llevado a cabo en León y su provincia, se glosaran de diferentes formas las sensaciones de cada uno; lo que se ha sentido después de cada amanecer, cada paseo nocturno, cada visita a los lugares más emblemáticos de la provincia leonesa, pero en esta página y por quien escribe esta crónica, se ha optado por algo más sencillo: se han cerrado los ojos y nos hemos dejado llevar por aquello que nos llenó, que buscó desesperadamente un hueco en nuestra memoria para permanecer en ella.

León es una ciudad amable, creada al paso de los años para ser protagonista única e irrepetible de los miles de turistas que llegan cada año para gozarla y disfrutarla. Es un hervidero por la noche dentro de su Barrio Húmedo, que ha sabido adaptarse a los nuevos conceptos de ciudad: León ofrece su gastronomía, su tapa de cecina, su vino con denominación de origen y su historia, todo ello mezclado en un mismo envase. Hay donde elegir: el Palacio de los Guzmanes, la Plaza de San Marcelo, la Catedral gótica, San Isidoro, con unos frescos conocidos como la capilla sixtina del románico, el Hospital de San Marcos, convertido en Parador Nacional que se levanta imponente recibiendo al viajero con una sonrisa que se adivina en cada una de las piedras que lo componen. Y un largo etcétera.

León es cultura y sobre todo es un devenir de gentes que viven intensamente la ciudad, en sus noches frías de invierno y su verano templado y único que le provoca los Picos de Europa. León es silencio solo roto por las conversaciones de las gentes que acuden a su llamada para vivirlo, vivirlo cada día.

Y León se ha rodeado de fieles compañeros de viaje, de camaradas que le arropan aportando cada uno de ellos su propia personalidad, su propio devenir y su propio pasado, para conseguir crear un conjunto difícil de superar. Valencia de Don Juan, nos recibe con un majestuoso castillo de finales del siglo XV, y nos señala el camino hacia Astorga y Ponferrada. En esta última ciudad destaca el castillo de los templarios que desde que en 1178 pasó a depender de la Orden del Temple, ha vivido siglos de verdadero esplendor. Hoy por hoy es la joya de la corona de Ponferrada, una ciudad que ama su castillo y un castillo que ama la ciudad. En la torre del Homenaje se conserva un salmo en latín que dice: “Si el señor no protege la ciudad, en vano vigila quien la guarda”. Un ambiente de leyenda rodea la fortaleza.

Pero Ponferrada tiene mucho más que ofrecer: la Basílica de la Encina, la Casa Consistorial, la Torre del Reloj, y una Semana Santa que arranca en el siglo XV.

El viajero llega hasta Astorga la antigua Asturica Augusta, ensalzada por Plinio, ha estado marcada siempre por los caminos que en ella nacían y a ella llegaban. Dos de los caminos históricos más esenciales de la península confluyen en la ciudad: e Camino de Santiago y la Vía de la Plata. Por ellos discurren las distintas influencias culturales, que a lo largo de más de dos mil años han ido conformado su carácter de ciudad acogedora y su destacado patrimonio monumental, artístico y gastronómico. En Astorga existe la huella de Gaudi, el centro histórico, y como no, el Museo del Chocolate, de obligada visita.

Cerca de Astorga se encuentra Castrillo de los Polvazares, considerado conjunto Histórico-Artístico y donde espera al viajero el cocido maragato, consistente en una sopa, patatas, garbanzos y siete variedades de carnes. Su atractivo está en que se sirve al revés, primero las carnes, luego las patatas y los garbanzos y finalmente la sopa. Esto es debido a que durante la edad media en las guerras cuando servían la comida tenían miedo de un ataque enemigo y era preferible comenzar por los alimentos consistentes para que los soldados estuviesen fuerte. Evidentemente era más fuerte la carne que no la sopa.

León no es una provincia cualquiera. Para quien desee alejarse del mundo nada mejor que adentrarse en la Cueva de Palporquero, donde se puede caminar unos 4 kilómetros de longitud entre estalactitas y estalagmitas.

Su presentación es realmente bella: “Hace más de un millón de años, en el Pleistoceno de la era Cuaternaria, cuando el hombre iniciaba su andadura por la Tierra, las frias aguas del arroyo de Palporquero empezaron a colarse a través de los poros, fisuras y grietas de la roca caliza disolviendo sus entrañas lenta y tenazmente. Se abrió el corazón de la montaña leonesa para descubrirnos ahora las ocultas e increíbles maravillas subterráneas”.

Evidentemente la cueva es todo un atractivo difícil de superar cuando se escucha el agua corriendo por dentro de las salas de la Cueva bautizadas como rotondas, gran vía, columna solitaria, cementerio estalactítico, etc.

La provincia es León es belleza y es realidad. Es corazón, corazón del camino de Santiago donde los peregrinos avanzan lentamente absortos en sus pensamientos por los campos leoneses.

Queda mucho que decir, mucho que escribir y mucho que contar, pero como decíamos al principio, lo más importante es comenzar a trazar un viaje esperando lo inesperado: degustar una manzana reineta del Bierzo, mientras se escuchan canciones de amor que nos hablan de una tierra mágica, única y diferente. Las tierras de León.