Haití es una república, su Constitución fue aprobada en 1987, el Jefe de Estado actual elegido en 2006 sufragio universal, es René Préval y el primer ministro desde 2009 es Jean-Max Bellerive.
En 2009 tenia un PIB de 6.908 millones de dólares y una renta per cápita de 772 dólares, que tras el terremoto último ha descendido considerablemente.
Es el estado más pobre de todo el continente americano y un de los más desfavorecidos del mundo.
El 90% de su población vive bajo el umbral de pobreza y dos tercios de ella es dependiente de la agricultura y de la pesca.
Sus estructuras económicas son de mera subsistencia, se organizan en pequeñas explotaciones de subsistencia, carentes de toda tecnología moderna y con un suelo cultivable escaso y empobrecido por la erosión, con un arbolado prácticamente inexistente.
Sus infraestructuras de comunicaciones, sus sectores industriales y de servicios, son mínimos a causa de la carencia de capitales propios y de unas inversiones extranjeras inexistentes, debido a la inestabilidad política y la violencia.
En la actualidad tras el terremoto de enero, el cólera y las tormentas tropicales, todo el país vive de la ayuda internacional.
Una tierra que antaño fue un paraíso se ha convertido en un infierno, un infierno inaceptable para toda persona civilizada.
¿Quién tiene la culpa de este estado de cosas?
Principalmente los propios haitianos y sobre todo sus dirigentes del pasado que se dedicaron a expoliar a un país sobre poblado y miserable.
También son culpables las Naciones Unidas que lo consintieron.
Y todos aquellos que desde el exterior favorecieron el proceso por intereses propios inconfesables y bastardos.
Ayer murieron miles de haitianos a causa de desastres naturales, hoy mueren de cólera.
Pero tanto ayer como hoy, las principales causas de esas muertes son la ignorancia y la pobreza.
Así como la carencia total de cualquier tipo de sanidad, tanto pública o como privada. Para remediar esas carencias primarias, la ayuda internacional debería poner un especial énfasis en la construcción y mantenimiento de escuelas y hospitales.
Con ello se empezaría a crear a medio plazo las mínimas condiciones educativas y sanitarias que permitirían al pueblo de Haití salir del infierno en que viven.
De no ser así dentro de un tiempo, y no mucho, serán olvidados por una Comunidad Internacional atraída por otros desastres y acontecimientos diversos.
Entonces se producirá la emigración prácticamente total de los más fuertes, audaces e inteligentes y en Haití morirán los que queden, principalmente viejos y niños abandonados a su suerte.
Haití, un infierno inaceptable para las gentes de bien de todo el mundo. Hagamos algo para remediar este drama apocalíptico.
Hagamos algo, lo que sea, pero ¡YA!