Terceira, la isla del vulcanismo (y II)

Pero al margen del aprovechamiento de la Fé para hacer negocio, Terceira es el lugar donde esa Fé se manifiesta de manera más notable. Su mayor exponente son los llamados “Imperios”, capillas dedicadas al culto del Espíritu Santo de las que existen 50 en un espacio que es la cuarta parte de la más pequeña de las provincias españolas, la de Guipúzcoa. Son de vivos colores y tienen grandes vidrieras adornadas con cortinas. Su origen es reciente, pues casi todas son del XIX o principios del XX, fechas en las que retornaron muchos isleños que habían emigrado a América en busca de fortuna. Esas gentes adineradas solían repartir comida entre los menos favorecidos o que habían sufrido mayores daños tras alguna catástrofe natural. De aquel fin benéfico actualmente queda la costumbre de nombrar después del domingo de Resurrección a un “emperador” que tras recibir por el sacerdote el cetro y la corona invita a comer a todos los vecinos y a quienes quieran unirse a la celebración. Algo que representa un alto honor tanto para el nombrado como para su familia, por lo que se generan fuertes pujas entre los diversos aspirantes a ser investido pues es normal que haya varios candidatos para tan deseado privilegio.

Por lo que se refiere al vulcanismo voy a comentar los diversos aspectos en el mismo orden que, a mi juicio, es aconsejable seguir para, como en una película o una novela, ir aumentando progresivamente nuestra emoción. Puede visitar en primer lugar las Furnas do Enxofre, fumarolas de sulfuro de hidrógeno, que en contraste con las tierras rojiza y el intenso olor a azufre, crean un ambiente muy llamativo. Pero no se preocupe, Lucifer no aparecerá.

De caminar por la superficie ahora pasará a hacerlo bajo tierra. Provisto del necesario casco y con calzado fuerte y cerrado, se introduce en la Gruta do Natal. Un tubo lávico de casi 700 metros de longitud aunque no visitable en su totalidad, que exige cuidado al andar y calcular bien la altura del techo pues es muy fácil chocar con la cabeza. De ahí la necesidad de usar el casco.

Por este tubo no circuló lava procedente desde el interior de la Tierra en busca de una salida. Sucedió al contrario. Una corriente de lava que descendía desde el cráter de un volcán se enfrió y solidificó en la superficie, mientras que por debajo continuaba fluyendo. Cuando el volcán terminó la erupción el tubo se

vació de lava y quedó como lo vemos en la actualidad, ya que no se ha modificado en ningún aspecto. Este es un fenómeno que se puede ver también en Lanzarote, Islandia e Italia, por mencionar sólo lugares europeos.

Su siguiente cita es la más espectacular del recorrido, tanto por su belleza como por la rareza geológica que significa. Está usted en El Algar do Carvao, en el interior de un volcán por donde, al contrario que en la Gruta do Natal, el magma sí ascendía ¿Cómo es posible que al enfriarse no se solidificara ese magma y taponase el lugar donde se encuentra? La respuesta más plausible es que fue una erupción basáltica secundaria (previamente habían ocurrido otras) que llegó a romper la superficie y que al cesar el empuje desde el interior de la Tierra ese magma, en lugar de solidificarse, descendió de nuevo por los tubos que habían provocado anteriores erupciones, dejando hueca la chimenea y generando esta maravilla vulcanológica.

Cuando haya descendido por unas cómodas escaleras hasta el estanque que forma la lluvia, estará a unos 75 metros de la boca del volcán. Es el momento de levantar la vista. En ese instante usted será uno de los pocos privilegiados que tendrá ante sí el espectáculo de una bóveda volcánica sólo iluminada por la luz que se cuela por el cráter. Cerca de éste, vegetación. Más abajo, estalactitas, estalagmitas y restos de magma. Piense, además, que todo eso ocurrió hace sólo 2.000 años. Ayer en tiempo geológico.

Aunque no tan espectacular ni tan exclusivo como lo que acaba de ver, he preferido dejar para el final la costa con sus piscinas naturales y sus formaciones de lava. Son precisamente las escorrentías lávicas las que han permitido formar esas piscinas que, con alguna obra humana para facilitar los accesos, son otro motivo de disfrute para isleños y forasteros, pues permiten bañarse en aguas atlánticas pero sin oleaje. Las mejores se sitúan en Quatro Ribeiras y en Biscoitos. En este último lugar, además del Museo del Vino del que ya les hablé, la lava ha conformado extrañas formas que la imaginación de cada uno puede transformar en personas, animales u objetos.

Por último visitemos Praia da Vitoria, que fue la primera capital de la isla y que es también una ciudad muy agradable de recorrer, tanto por sus edificios como por sus calles decoradas, al igual que en Angra do Heroísmo, por piedras formando dibujos. Déjese imbuir de ese algo especial que tiene esta isla, para que cuando la abandone siempre permanezca en su memoria.