La influencia de “Podemos”

Un grupo reducido de ciudadanos se desparramó y después instaló en los aledaños de la Puerta del Sol de Madrid, instalándose aparentemente de por vida. En la ya lejana dictadura ese desorden público no se hubiera producido, pero en aras de la libertad ese fenómeno se produjo no solo en la capital sino en la mayor parte de las capitales de provincia. Eran los disconformes, gentes que se sentían marginados de todo proceso político, unos sin trabajo, otros con trabajo muy precario, y otros que no querían ir al trabajo. También los llamados “ninis”, jóvenes y ya no tan jóvenes que ni estudiaban ni trabajaban.

Aquel espectáculo impresionó a todos, algunos se irritaron, otros prefirieron guardar silencio y otros se unieron al grupo.

Ese precisamente es el verdadero origen de “Podemos”.

Los llamados “Indignados”, que ese era el nombre de pila que les otorgó el diplomático francés Stephane Hessel que pronto moriría y autor del libro “!Indignaos!” publicado el año 2010, descontentos más bien del sistema pero sin aportar otra idea política alternativa, ya que en esencia solo les quedaba sistemas autoritarios como el fascismo, el comunismo o el franquismo, en la primera oportunidad que tuvieron se transformaron en movimiento político. El líder de ese nuevo movimiento tuvo el acierto, eso sí genial, de dejarse el pelo lago hasta tener una coleta. Esa coleta se enarboló como símbolo de la nueva libertad, de esa nueva España que debía aparecer en la opinión de ciertas gentes jóvenes, quizá fundada en que para que fuese posible era preciso que muriéramos los residuos del antiguo régimen, esto es, las personas de mi edad y por supuesto yo mismo.

Siguió creciendo la bola y como una imagen vale más que mil palabras ese líder convenció a sus seguidores de que podían conseguir a más adeptos, estuvieran o no preparados intelectual o científicamente, y como uno de los problemas de España es el bajo nivel cultural y político de los españoles si les comparamos por ejemplo y sin ir más lejos con los franceses, aunque ganaron espectacularmente el tercer lugar en las primeras elecciones generales y las siguientes perdieron cerca de un millón de votantes, ese concepto, esa filosofía libertaria de conseguir un sueño en parte, en buena parte justificado, hizo el efecto del ácido sulfúrico o de un veneno que a través del flujo sanguíneo de los españoles, de su sistema vascular, perturbó aquella paz, aquel equilibrio soñado y conseguido dentro de nuestra joven democracia.

Primero desbarató, se tragó entero al viejo partido comunista de toda la vida, el Santiago Carrillo, a Izquierda Unida, con el pretexto de unir sus fuerzas con ellos, y ante el estupor de la mayoría de sus militantes, para después desequilibrar hasta partir en dos al Partido Socialista de tan vieja y dignísima historia, con unos valores y unas prioridades basadas en la dignidad humana y en la justicia, precisamente por la confusión que crea al atribuirse a “Podemos” unas causas y unos fines que en realidad son muy parecidas a las socialistas siendo sin embargo bien distintas. Son las de Podemos su propio poder, y las del socialismo la justicia y el reparto equitativo y solidario, la defensa de los débiles.

De esa confusión, subliminal y ya hundida en el subconsciente colectivo, puede deducirse que la batalla aún no ha terminado, quizá acaba de comenzar, pues el siguiente objetivo será el propio Partido Popular y finalmente la mente y el cuerpo entero de los españoles.