El tiempo - El paso del tiempo

La cadencia, el tempo denso y lento, la enorme sabiduría acumulada en ese intervalo superior a una década que tardó en escribir su libro más famoso el premio nobel, hizo germinar en mí, de las aguas profundas del subconsciente, los tres temas centrales de mi pequeña obra y sin duda de la más alta literatura universal: el amor, la muerte y el paso del tiempo.

Siempre leí con avidez las biografías de los autores y siempre admiré ese equilibrio mayestático del autor alemán a lo largo de toda su vida y de su obra. Una vida sin altibajos como no fue sin embargo la de su coetáneo y compatriota Herman Hesse. Por aquel entonces algunos jóvenes devorábamos la alta literatura con pasión. No había televisión. Había menos coches y la dictadura monocorde invitaba desde estas fechas hasta la primavera a proveernos de libros con los que entretener los largos ratos de ocio que nos permitían nuestros estudios.

Sí, de entonces viene mi preocupación, casi una obsesión por el paso del tiempo. Es increíble que hayan pasado ya más de cincuenta años desde que leí aquel libro encuadernado en piel y con papel biblia publicado por “Aguilar” y por “Plaza y Janes” de una forma digamos más campestre.

Desde aquel entonces la vida se ha ido acelerando, es como si la gente hubiera tenido un deseo de hacerlo todo más deprisa y como si de ese modo la vida se dilatara más, que diera tiempo de hacer más cosas. Otra forma de verlo sería el deseo de olvidar que hemos de morir y por lo tanto rodearnos de cosas y más cosas, de artilugios, como una huida hacia delante, que es la forma de huir de algo dando una sensación de valentía cuando a lo que obedece es al miedo.

A estas alturas y tal como lo veo hay dos grandes épocas bien diferenciadas en la vida del hombre y de la mujer actuales: Una primera época muy larga, como un altiplano o una estepa interminable en la que la falta del tiempo, da la sensación de que no alcanza, sería necesario que el día tuviera 48 en lugar de tener 24 horas. Es como ir al galope haciendo cosas y cosas. La juventud, la madurez, la pre-vejez, todo quemado por ese fuego abrasador que es el mundo actual, y sobre todo el mundo occidental.

Pero de pronto un día, de la noche a la mañana, esa estepa, ese altiplano termina, saltas sobre un abismo de profundidad insondable y vas a caer a otro territorio muy distinto, donde es al revés: te sobra el tiempo. En muchos casos no sabes qué hacer con él y ese mismo tiempo que antes te faltaba y te agobiaba y te frustraba ahora es tu enemigo y muestra sus verdaderas fauces y el tiempo y su paso pueden tornarse lentos, interminables, eternos, agobiantes, en una especie de masa que sobrara por todos los lados.

No siempre ocurre así, pero puede ocurrir sobre todo a las personas que habiendo sido grandes profesionales no han sabido o no han podido crearse un mundo paralelo de aficiones, de hobbies.

La mecanización creciente del quehacer hace que progresivamente muchas empresas vayan sustituyendo a buena parte de su personal por máquinas. Es entonces cuando ese grupo creciente de individuos pasan de pronto del hábitat del tiempo que no alcanza al lugar donde ese mismo tiempo sobra y no se sabe qué hacer con él.
Curiosa paradoja de la vida y del paso del tiempo, un tiempo elástico, misterioso, diferente, que puede hacerse eterno o durar lo que un suspiro, siendo sin embargo el mismo.

(*) Germán Ubillos Orsolich es Premio Nacional de Teatro, dramaturgo, ensayista, novelista y escritor.