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Opinión: “Mi Pequeño Manhattan…”

Resumen de un día

Por Germán Ubillos Orsolich (*)

lunes 19 de septiembre de 2016, 02:14h
Resumen de un día

19SEP16 – MADRID.- Me levanto como todos sin saber exactamente qué día es, porque todos son iguales. Voy a los ensayos generales de “El reinado…”, el director, mi amigo dilecto, me dice en la puerta que su hijo le ha desvalijado casi todos los muebles, los armarios, gran parte de sus ropas, algunos decorados, que se ha largado con tres amigotes y que su mujer se tira al suelo porque no quiere estar en Madrid, quiere seguir en el mar.

Le cojo del brazo e intento animarle, me dice que está deprimido que Jeniffer era su paño de lágrimas, que con ella se desahogaba, Jeniffer ya no está, era Bárbara la joven prostituta de la última obra “Evelinne y John”. Subimos arriba, el estudio en negro de “La Farándula” para los ensayos es fantástico, jamás un teatro ha estado tan cerca de un magnifico local para los ensayos, es muy difícil además conseguir los mejores días de los mejores meses del año para estrenar y representar. Pero el director no tiene buena cara, no, y el autor le mira. Comienzan los ensayos con todo y con todos, hay cierta expectación pero un viejo actor, un viejo lobo, el mejor, dice: “Aquí falta CONCENTRACIÓN”.

Y el autor, como casi siempre, se siente “culpable” porque sabe que el director le ha desestabilizado, porque el autor es un neurótico y un depresivo y ha estado siempre medio loco pero tiene algo de genial, también lo sabe, y ha malgastado su vida en este país de mierda. En un momento dado se da cuenta de que la obra es trise y algo monocorde, al director se le están olvidando cosas, frases, y el autor de pronto ve que en unos momentos de las secuencias se podían hacer como si fueran cine y así el espectador, medio amuermado, como están los españoles, pegaría un brinco y diría ¡¡joder, pero si esto es cine!!. Bastaría tan solo un cambio de las luces, música envolvente, arrebatadora y otro ritmo distinto, no sé. No puede, explota, se pone la mano en la boca como los futbolistas actuales de élite para que las cámaras de las televisiones que les enfocan no sepan lo que dicen; y va y se lo suelta a los actores jóvenes.

Estos se miran estupefactos, suena el timbre de abajo, es la sufrida esposa del autor, “¡que baje!”. Se levanta tambaleante como de costumbre, y sin bastón casi se tira por las escaleras, los tres actores jóvenes y la chica le siguen como locos y la voz del director grita:”! Pero por qué todos van a despedir al autor???!.

El autor se monta en el coche preso de un frenesí que le domina y sabe que muy posiblemente ha matado el proyecto, pues el director sabe de sobra que se lo tiene que decir a él y no a los actores. Pero el autor piensa que todo va tan deprisa, y como la muerte está tan cerca nada merece la pena y ha dicho lo que pensaba. El autor ha malogrado tantas cosas como ha creado otras, pero no le importa, sabe que la vida es como un juego estúpido y sabe que en América habría hecho cosas inolvidables pero que lo curioso de este país es que las cosas no se llegan ni a hacer.

Llega de milagro a la casa de su amiga, a la fiesta, se sienta en un tresillo blanco, van llegando los invitados, un hombre rubio, alto, guapo, fuerte, no tiene ninguna educación y se pone a comer él solo con la decisión de un semidiós, nadie se ha sentado aún, nadie come. La mujercita de ese hombre se ha sentado a la derecha del autor, le ofrece unos filetes rusos que no están mal, están hechos con cebolla, apenas llega el autor a la fiesta le capta o captura un hombre barbudo que corta chorizo, es amable y tiene la curiosa virtud de imantar en cosa de segundos a quien sea. Ha imantado al autor y está hablando con él cosa de cinco horas, el tiempo que el autor ha permanecido en la fiesta. Como el autor casi no puede moverse pues ha sido maldecido por una bruja salida de Sodoma y Gomorra, es fácil inmovilizarle, también se le podría derribar al suelo soplando, pero nadie lo hace, lleva un curioso bastoncito como Charles Chaplín en el filme” Tiempos modernos”.

Sirven unos platos suculentos. El autor sabe de sobra que no puede hacer nada porque no puede moverse, por eso devora los alimentos tiempo y tiempo, vamos no pierde el tiempo aunque su “mujercita” que tirita de frío todas las noches le advierte que va a morir de un ictus. En un momento determinado pasadas cinco horas se escapa y se sienta junto a un hombre interesante y delgado, casado con una mujer de Ponfe, el autor le pregunta si es médico (porque allí hay muchos médicos, imagina) pero dice que no, “que es de Ikea”; le trae café, tarta y helado, es muy amable, por unos momentos se oyen gritos de niños ensordecedores, son como las voces de los tertulianos, que aturden. La temperatura va bajando rara y precipitadamente, el autor piensa en el “cambio climático”. Se está levantando y en ese momento aparece la anfitriona y le dice que con quién quiere estar, el autor no lo piensa, no tiene nada que pensar, y le contesta que “con ella”, ella no dice nada porque tiene un trabajo de muerte desde hace un par de años, de cualquier forma lo capta como algo, no sé, chocante. El anfitrión dice que no quiere saber nada del “asunto Ponfe”, que está hasta los cojones, la Anfitriona murmura muy bajo que tiene algo que decirle, el autor vuelve a decir “boutades”, como que su mujer le resuelve todos los problemas y que gracias a Dios no tiene que pensar ni en Ponfe ni en nada, solo bucear en sus argumentos. Ha dicho verdad, ella le resuelve todos los problemas… menos uno.

Por unos instantes el autor tiene la sensación de que hay más “glamour”, más vistosidad de cine que de fondo verdadero en todo aquel ambiente…. Pero la anfitriona, tan amable les acompaña al coche y se van a marchar, pero aparece entonces una chica muy joven y muy vistosa que viene de Budapest y que se ha comprado un coche nuevo, alguien dice que es psicóloga neuronal. El autor ya se está subiendo a su coche donde es consciente que está en grave peligro.

Entretanto su hija tan querida que está en Paris por ocho meses, llama por el móvil a su madre cada cinco minutos para decirla cómo está…. Y la realidad es que no está nada bien… soledad, frío, aburrimiento.

……… Su hija está en París, su mujer operando como siempre en el Hospital. Él se ha tomado un Distraneurine y Melatonina pero está muy inquieto, muy desasosegado e intranquilo, y se ha dado 400 cremas hidratantes y además le preocupa que el país está “encasquillado”, “colapsado institucionalmente” y entretanto los malvados empresarios y políticos se entretienen en cambiarles a los ciudadanos las pesetas por los euros y después bajarles los sueldos de 1.500 euros al mes de media a 500 euros al mes de media.

El autor se conoce muy bien, son muchos años. Mira la hora. Son las dos. Va a dejar de escribir….

(*) Germán Ubillos Orsolich es Premio Nacional de Teatro, dramaturgo, ensayista, novelista y escritor.

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