¿Religión o superstición…?

La idea de un Dios Supremo, han dicho los más grandes filósofos ateos, es necesaria. Pero, de ahí a inventar poderes divinos a simples personas o cosas comercialmente establecidas, siento que es un claro subestimar al ser humano pensante (porque sabemos que hay de los otros).

En el caso de la religión católica, poco a poco el Vaticano y sus ramas, han ido presentando la explicación, que no es necesario el auto vejamen para lograr favores de Dios, ni para pagarles los ya concedidos. Pero ya está en la genética de la población humana por años, por siglos y más siglos.

En el caso de otras religiones en que aseguran que expresarse con sonidos guturales desconocidos es un don, que no se entiende a quién beneficia, ya que quienes dirigen como pastores no tienen intérpretes para traducir tales extraños y escalofriantes lenguajes.

Otras religiones suponen que el placer, en muchos ámbitos, es pecado. Es decir, tendríamos a un Dios cómplice, que nos induce a pecar a diario, sencillamente regalándonos los cinco sentidos para que pequemos. Hoy ya no sólo son pecados los nombrados atributos, sino algunos “pequeños detalles” como amamantar. No me dirán que es lógico, por ejemplo, extirpar el clítoris a las mujeres de ciertos países, para suprimirles de raíz la posibilidad de experimentar placer sexual. O sea, Dios les permite, porque él creó ese placer para reproducirnos, pero los semidioses terrenales borran el proyecto no aceptado y a la papelera de reciclaje. Aunque no es el tema que trato en esta conversación, a mi modo de ver, pareciera que hay serias infiltraciones de misoginia dentro de dichas asociaciones religiosas.

Volviendo al tema de las pseudo deidades terrenales, recordemos que en Japón, donde se creía que el anterior Emperador, Hirohito, era descendiente directo de Dios. Entre otras cosas, cuando él circulaba por algún lugar, había que darle la espalda doblada, para evitar cometer la grave falta de mirarlo. Él era dios mismo, hasta que la guerra lo dejó sin ropa interior y debió reconocer su mínima expresión humana.

También se suma a las supersticiones, aquello de aferrarse al instrumento de tortura de Cristo, ya comentado en otro artículo; aquello de querer y venerar más a los fallecidos que a los vivos; aquello de visitar más a los difuntos que a los parientes activos; aquello de no atreverse a hablar mal de los muertos, que también he comentado en otros varios artículos…

(*) Primavera Silva Monge es una escritora chilena, traductora de japonés, ex alumna del prestigioso Instituto Nacional de Santiago de Chile, artesana y socióloga por afición. Sus escritos los redacta referidos principalmente a los temas cotidianos imprimiéndoles una dosis de frescura y cercanía que hacen muy fácil su lectura y comprensión. Su género literario favorito es la novela y el relato o cuento corto.

Para quienes gustan de conversar más a menudo conmigo: También me encuentran en la sección Misceláneas, la salita del “Baño Público” (está muy limpiecito todavía)