Casualidades de la vida, a los dos días descubro su esquela en el periódico. Premonición tal vez. Había muerto de leucemia y yo ni siquiera sabía de su enfermedad pues la vida nos llevó por diferentes caminos. Esta amiga, de izquierdas de toda la vida, repudiaba todo lo que oliera a guerra civil, a franquismo. A su padre lo mataron los nacionales y al parecer de forma muy descarnada.
Me entero de su muerte a través de otra amiga que me anuncia que ha visto una esquela en el periódico donde, tras el nombre y apellidos, aparecen estas dos palabras: “republicana y melómana.” A continuación algunos nombres de los más allegados pero sin decir el parentesco. En la línea de abajo, lo siguiente: Y aunque la vida perdió, dejónos harto consuelo su memoria”.
La lectura de la esquela me dejó suspensa durante algunos momentos para, a continuación, retomar mi vida puesto que sigue y hay que alimentarla.
En la misma página donde venía la esquela de mi amiga, había otra de un caballero, también conocido y que había fallecido el mismo día.
Por la tarde, acudo a la Catedral para conocer y deleitarme con el concierto de Ara Malikian, ese virtuoso del violín que está revolucionando la música con su manera de interpretar. Maravilloso concierto, sin duda, pero no voy a hablar de Malikian sino de otro detalle que me llamó la atención mientras el auditorio esperaba al violinista. Ante mis ojos, y a dos pasos, la viuda reciente, es decir la esposa de la persona de la que acababa de ver su esquela. Probablemente llegaba del entierro de su marido pero que, vaya a usted a saber, no quiso perderse el concierto.
Por unos instantes me quedé sin palabras, casi sin aliento, pero reaccioné y comencé a percibir la situación con cierta normalidad. ¿Estamos cambiando? –me dije-. ¿Acaso comenzando a mostrarnos como somos, sin preocuparnos del qué dirán, sin importarnos para nada los chismes y cotilleos que puedan suscitar nuestra actitud?
Me vino a la memoria aquella otra esquela que salió publicada en el Norte de Castilla de Valladolid hace algunos años y que fue noticia nacional porque en el relato de la misma, tras el nombre y apellidos del finado y el de su viuda, se podía leer: “los hijos pasan”. Sí, sí, los hijos pasaban, pero de qué pasaban: ¿del entierro, de la parafernalia que supone el mismo con velatorio, pésames, pompas incluidas….?
Ignoro qué sucedió con los hijos de aquél pobre hombre, pero todo ello me lleva irremediablemente a pensar en la blandura con la que percibimos los sufrimientos ajenos. Todo nos da igual, todo nos resbala; desde la desgracia del vecino, el cambio climático, las fumigaciones sobre cultivos –dicen- para contaminar alimentos. Dicen que para ir aniquilando poco a poco a la población. Somos demasiados –dicen- y no hay momio para todos. Todo nos es indiferente, hasta nuestra propia existencia.
Disfruté como una niña con zapatos nuevos con el concierto de Ara Malikían. Y es que la vida sigue.
(*) Concha Pelayo es escritora y miembro de AECA