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Opinión: “Mi Pequeño Manhattan…”

Interlocutores válidos

Por Germán Ubillos Orsolich (*)

domingo 21 de agosto de 2016, 02:25h
Interlocutores válidos

21AGO16.- Estamos rodeados de personas, unos más amigos que otros, de conocidos, de hombres y mujeres que nos envuelven, que nos rodean, que nos hablan, que nos dicen, que nos piden, que nos ruegan y que generalmente hablan mucho, hablan como los tertulianos de la radio y de la tele, dicen saberlo todo o casi todo.

Unos son los políticos que llegan a aburrirnos y hastiarnos, otros los abastecedores, los del pescado, los de “Carrefour”. Pero personas que nos escuchen, que nos entiendan, que nos comprendan en toda la complejidad y profundidad que tienen los seres humanos, al menos algunos de ellos que les dio por pensar desde siempre con un pensamiento crítico, o algunas que les da por sentir, y esas personas que te escuchan y que te comprenden, que no hablan por hablar sino cuando les toca decir algo de fuste, algo importante para la otra persona acerca de sus dudas y de sus angustias, se llaman “interlocutores válidos” o al menos yo así los he bautizado aunque quizá pronto se ponga de moda este término y se olvide o se menosprecie a quien les dio nombre y apellidos.

Porque amigos y conocidos, muchos. Gentes, multitud, masas. Pero “interlocutores válidos” muy pocos, se podrán contar a buen seguro con los dedos de una mano y nos sobrarían dedos.

Y cuando hace calor, mucho calor y desaparecen los interlocutores válidos, estás perdido, lo pasas muy mal, es como vivir en un desierto inhóspito y lejano o en Marte, el planeta rojo donde se pierden los astronautas.

Temperatura e interlocutores que te escuchen y te entiendan, que te respondan a eso y no a otra cosa con la suficiente complejidad, sensibilidad y cultura, como para poder hacerlo, muy pocos.

Tener un “interlocutor válido” frente a ti es tener una joya, un diamante, el “Cullinan” o la Corona de la Reina de Inglaterra.

Unos dramaturgos olvidados llamados Samuel Beckett, Eugène Ionesco, Adamov, lo expresaron muy bien para la escena que era y es como explicar al mundo lo horrible que son los monólogos entre las personas sin dialogo alguno, el bla bla bla, el rollo, vamos, sin escuchar al de enfrente. Mientras el otro escupe su bla bla bla sin atender tampoco lo que tú le estás diciendo. Esos grandes escritores del siglo XX, los de verdad, en los que yo aprendí lo poco que sé, expresaban el horror del mundo contemporáneo, eso sin haber llegado aún a los móviles y sus pantallitas siniestras. En “Malone Muere”, en “Murphy”, en “Esperando a Godot” o en “Las sillas” y “El rey se muere”, aquellos genios cuyo solo recuerdo me hace casi llorar supieron plasmar y hacernos conscientes de la gran tragedia del siglo XX que se proyecta hasta el XXI: Los diálogos sin respuesta, los monólogos simultáneos, dos monólogos lanzados sobre el escenario de la vida sin la menor escucha o comprensión por parte del otro. “A puerta cerrada”, el infierno de Sartre. Esto es, un mundo sin dialogo, un mundo sin “interlocutores válidos”, un mundo que agoniza en un individualismo atroz y en una soledad que te puede matar a cada momento. Porque nadie te escucha, porque nadie te comprende, porque nadie te quiere

Por eso es tan importante querido lector tener interlocutores válidos, aunque eso sea tan difícil hoy en día como encontrar a un ciudadano o ciudadana sin teléfono móvil.

(*) Germán Ubillos Orsolich es Premio Nacional de Teatro. Escritor, novelista, dramaturgo y ensayista.

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