El voto emocional

No tardaron en llegar las reacciones. Quizás, algo vacilantes y titubeantes. Nuestro presidente nos exhortaba a serenarnos, pese a la incertidumbre. Otros mandatarios acusaban a esta decisión la insolidaridad de Europa. Allende los motivos, en el número 10 de Downing Street, el primer ministro, Cameron, anunciaba su dimisión para octubre. Boris Johnson, detrás del premier, que desprendía un cadavérico hedor político, se frotaba las manos. En el interior del partido laborista, miles de flechas afiladas eran disparadas contra Corbyn, en un intento de hacer caer al controvertido líder. Escocia, inmediatamente, alzó la mano, recordando su apoyo generalizado a la permanencia en la UE, y desafió nuevamente a Reino Unido con romper sus vínculos. Gibraltar mostraba su claro rechazo al resultado del referéndum; y Margallo no dudaba en sacar su maquinaria diplomática.

Sin embargo, la consecuencia que más me ha confundido ha nacido lejos de los despachos y de los focos de platós. Se trata de una proposición, rubricada por votantes del Brexit, de repetir el referéndum. Esta iniciativa, durante la noche del sábado, contaba con casi dos millones de apoyos. Entonces, ¿se han equivocado al votar?

Ciertamente, hay que tener cuidado con las urnas. En muchas ocasiones, percibimos nuestro voto como algo baladí. ¿Qué representa una voz entre cuarenta y seis millones de personas, como en España? Una voz, junto a otra, más otra… suman una melodía preciosa o un grito desafinado. En Reino Unido, muchos británicos han percibido que su coro ha creado un alarido. Por ello, entonan una letanía de perdón. Reconocer los errores es de sabios; pero no lo sería el seguir errando.

Gracias a los sistemas democráticos que hemos creado, hay muchas formas de mostrar nuestras desavenencias. No obstante, es menester escoger cuidadosamente el canal de estas expresiones. La democracia es un tesoro, y como tal ha de ser guardada. Verdaderamente, acaso no es higiénico votar con la nariz tapada. Empero, la emoción que alberga el hecho democrático en sí ha de ser erosionado con la piedra de la racionabilidad. De esa conjugación, estoy seguro, nacerá algo nuevo: ¿un cambio?