www.euromundoglobal.com

Opinión: “El Trovador del Pueblo…”

La importancia de llamarse “abuelo”

Por Marcos Carrascal Castillo

miércoles 22 de junio de 2016, 23:49h
La importancia de llamarse “abuelo”

23JUN16.- “Cuatro angelitos tiene mi cama”, reza una oración pueril de la Iglesia. Algún tiempo me ha llevado a descifrar que esos ángeles no son ni los arcángeles, ni los cuatro evangelistas ni los cuatro jinetes del apocalipsis. Son algo más cercano; que he tenido contacto. Son mis abuelos; dos por parte de madre, y otros dos por parte de padre.

Tengo dos padres: a su vez, ellos tienen otros dos padres. Pontifica un dicho castellano que “los padres educan y los abuelos maleducan”. Sin que sirva como precedente, la sapiencia popular castellana se equivoca. Mis abuelos también me han educado y han cincelado la personalidad que albergo.

Con mis abuelos, aprendí que la vida es corta pero intensa. También comprendí que, sin amor, este intervalo llamado vida es una absurda obra de Beckett. Asumí de ellos que el amor ha de ser incondicional. Me costó experimentar que duele más un azote a quien lo da que a quien lo recibe. Hube de sentir que ninguna patada en la espinilla es capaz de reducir un solo mililitro de amor.

Según pasan los años, y la relación con nuestros padres da un giro shakesperiano, sufrimos la orfandad de los mitos griegos. En mi caso, ese vacío lo cubrieron mis abuelos. Tejí una red de complicidad; y tan robusta fue, que antes que nadie, uno de mis abuelos conoció la primicia de mi primera novia —aunque en esas cándidas relaciones, hubiera de llamarse más bien amica, como los antiguos—. Él, satisfecho con el crecimiento de su nieto, aprovechaba todos los momentos en soledad conmigo para preguntarme por la chica.

Pasaron los años, y el nieto creció. La amica se convirtió en desconocida; y el título de novia lo ocupó otra persona que sí lo merecía. Así las cosas, el nieto condujo a su novia a la casa de sus otros abuelos. En esa pequeña domus de pueblo, él cobijó una gran felicidad al colocarse junto a su novia frente a sus abuelos, como en un espejo que refleja los deseos de compromiso, intimidad y respeto deseados por todas las parejas. Los abuelos, subrepticiamente, seguían esculpiendo mi educación.

Recordar a los abuelos y hablarles de ellos a los amigos hincha de orgullo mis pulmones. Tal vez, nos devuelve a esos sentimientos infantiles de mi “pues mi abuelo es el más… todo”. Los abuelos son magia hecha personas con nuestra sangre.

Pese a que nos separen kilómetros, tener la certeza de que borbota un caño de amor en un lugar de este orbe vigoriza cada movimiento que hago. No hay día que no me pregunte qué hacéis, abuelos, aunque esa duda dure un instante. Sé que en esas recias tierras salmantinas de mis ancestros, aguardo la ternura cuya ausencia desencadena guerras y locuras. No olvido que la mina de paz, descanso y ánimo reside en vosotros. Tú, abuela, velas noche y día por nuestro bienestar. Tú, abuelo, cual aviador, me haces elevarme a los cielos de la realidad.

Es injusto descubrirse un día desnudo, sin tus abuelos. Es lo único que reprocho a ese hechizo que es la calidad de tener abuelo. Erró por las calles que anduvisteis, y huelo vuestra fragancia; sabiendo que soy el único. Los rincones son juglares que trovan cada uno de las imágenes grabadas allí por nosotros. Extraño mucho a mis abuelos que fenecieron, y no pudieron conocer mis éxitos, mis fracasos, a mi novia, a los amigos con los que comparto mis zozobras y felicidades… Pero nada es para siempre. Acaso, si lo fuera, éstos no cobrarían ni la mitad de importancia que rutila en mi interior. Pero entre suspiro y suspiro que zurce la vida, aparecéis vosotros, abuelos, y me abrazáis. Me enseñasteis a no emocionarme cuando iba a vuestro pueblo y a no llorar con el tres de mayo y el veintiocho de septiembre que os apartaron de mi lado. Me acariciasteis cuando sufrí los reveses. Me besasteis cuando canté las victorias. Me acompañasteis en cada momento que brota alegría, y no desaparecéis cuando éstos mutan en tristeza. Resucitáis como Lázaro cuando revivo vuestras anécdotas. Fulge vuestro cariño cuando dibujo vuestra sonrisa. Vagáis por mis entrañas con una dirección concreta: mi corazón. Y ahora sólo queda una plaza, con un banco que ocupabais; y pasó a ser mi nuevo santuario. Al fin y al cabo, sois los versos que ya se evaporaron de mi poema.

PD: Mi vocación es la de escritor. Algo tendría que ver mi abuela paterna, que, junto a mis padres, me enseñó a entender esos símbolos que alguien bautizó con el nombre de “letras”.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (25)    No(0)

+
0 comentarios
Portada | Hemeroteca | Índice temático | Sitemap News | Búsquedas | [ RSS - XML ] | Política de privacidad y cookies | Aviso Legal
EURO MUNDO GLOBAL
C/ Piedras Vivas, 1 Bajo, 28692.Villafranca del Castillo, Madrid - España :: Tlf. 91 815 46 69 Contacto
EMGCibeles.net, Soluciones Web, Gestor de Contenidos, Especializados en medios de comunicación.EditMaker 7.8