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Opinión: “El Trovador del Pueblo…”

En defensa del arte y de la cultura

Por Marcos Carrascal Castillo

viernes 10 de junio de 2016, 15:10h
En defensa del arte y de la cultura

10JUN16.- Vivimos tiempos en los que la mayor parte de la sociedad dice saber apreciar el arte y la cultura. Sin embargo, estamos acostumbrados a un materialismo mercantil que hace ambigua la anterior oración. Hay muchos síntomas que hacen pensar que se nos ha inoculado una indiferencia.

El arte y la cultura siempre han estado amenazados. El arte, como expresión de creatividad e innovación estética y de contenido, ha sufrido la incomprensión colectiva, llevando a la ignorancia a genios como Poe, Van Gogh, Bach, Góngora… La cultura, como manifestación de los latidos del orbe, ha sufrido la persecución y la censura de la Inquisición y de las nuevas inquisiciones con personalidades de la talla de fray Luis de León, Galileo, san Juan de la Cruz, Thomas Mann…

Hoy en día, parece que la sociedad ha comprendido que, sin arte y sin cultura, el progreso se mermará. Los rotativos exhiben brillantes y largas secciones de “Cultura”, a la par que los profesores de las escuelas reservan unos disputados minutos para hablar sobre el arte y la cultura. En la educación obligatoria y en el bachillerato, es menester que los alumnos se hayan leído alguna que otra obra. Algunos salen despavoridos al columbrar la ciudad que se levanta entre los párrafos de un libro; pero otros se internan valientemente. También, unos se trasladan al mundo onírico al degustar la música clásica, mientras que otro grupo experimenta la brisa placentera de los pentagramas. Asimismo, al tiempo que no pocos muchachos vagan aburridos y resignados entre las galerías pictóricas, un número nada despreciable de compañeros suyos se someten a la belleza de los lienzos.

Los enamorados del arte y de la cultura y sus detractores regresan a sus hogares. Se disponen a leer algún cuento, a escuchar alguna canción, a vislumbrar alguna pintura, escultura o cinta filmográfica… El “producto” consumido les agrada. Y por ello, recurren a descargárselo ilegalmente. No termina aquí la taimada estrategia de ese sujeto que pudiera ser cualquiera de nosotros. Repara en que su artista favorito va a arribar a la ciudad para dar un concierto. Ni corto ni perezoso, intentará vencer los afilados precios de la entrada con alguna que otra dosis de picaresca. Si no lo logra, bramará: “¿Cobrar para esto?”

Posteriormente, irá a un restaurante. En el santuario gastronómico, pedirá los platos que más le satisfagan; y luego de engullirlos, pagará el precio fijado en la carta. Parece igual de lógico que la descripción anterior. Es lógico a la par que desigual. ¿Por qué nadie piensa que un cocinero no debe cobrar por sus comidas? ¿Por qué sí se piensa que artistas de otros ámbitos han de exhibir gratuitamente sus logros, humedecidos de esfuerzo?

El gobierno de Rajoy subió los impuestos, en contra de su programa, para, según ellos, solventar el escenario de Zapatero. Entre otros tributos, elevó el IVA cultural. Numerosos doctos en economía política y trabajadores del sector cultural revelaron que este atropello cultural mitiga el número de usuarios que acuden asiduamente a estas actividades. Así pues —prosiguen—, se reduce también el flujo monetario, y se mitiga la cifra pecuniaria que es conducida a las arcas públicas. Como decía la genial actriz María Adánez: “Gracias por ir al teatro. Sé que es un esfuerzo”.

Finalmente, querría indicar el peligro de extinción en el que viven los grados de humanidades. El trabajo en estos tejidos laborales es casi utópico; y, empero, más necesario que nunca. Corre riesgo real la desaparición de disciplinas como la filosofía, las filologías o la historia. No obstante, otros países que admiramos y que son referentes blindan estas materias.

Los artistas no hemos nacido para ser multimillonarios. Sólo algunos tienen esa buena o mala suerte. La mayoría soñamos con vivir de nuestras cualidades artísticas, en un deseo de colorear los grises rincones de todas las personas. Los artistas no somos enemigos de sus bolsillos; sino amigo de su persona. Los artistas sólo queremos ocupar un esconce en su corazón o en su fuero interno. Por favor, no nos pongan más obstáculos que los que la vida nos pone.

Marcos Carrascal Castillo (@M_CarrascalC).

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