Concha Pelayo ha presentado su libro “Cartas sin Vuelta”

El libro ha sido prologado por Carmen Rigalt con un interesante texto, donde no faltan ni la ironía, ni el sentido del humor, muy en sintonía con el contenido de las cartas. En el interior del libro se incluyen cuatro dibujos femeninos de la artista zamorana Charo Antón..

Concha Pelayo, prolífica escritora, ha probado todos los géneros literarios: ensayo, relato, opinión, poesía, entrevista, reportajes, incluso teatro. En esta ocasión prueba con el género epistolar con “CARTAS SIN VUELTA”, una costumbre ya en desuso, para escribir cartas a mujeres con las que se ha relacionado a lo largo de su vida, y también a mujeres muy conocidas como a la Duquesa de Alba, a Carolina de Mónaco, a Corina la que fuera novia del rey Juan Carlos, a la propia Carmen Rigalt y a Manuela Carmena, carta que se puede leer a continuación:

Carta a Manuela Carmena

Mi querida Manuela:

Perdone por dirigirme a usted así, con tanta confianza, como si se tratara de un familiar o de alguien muy cercano, aunque no la haya visto nunca, pero me resulta tan amigable y familiar que no encuentro mejor modo para dirigirme a usted. Desde que la conocí me resultó gratificante descubrir a una mujer de la categoría profesional que usted tiene, a la que las circunstancias la han colocado en la primera línea del panorama político y que sin embargo ni se le note. Sigue siendo usted la misma, con su mismo aspecto de ama de casa de cualquier barrio de Madrid o del de San Lázaro de Zamora. Su sencillez y naturalidad son sus principales virtudes. Ni siquiera, debe ir a la peluquería porque da la sensación de que tiene usted maña y un cabello muy bonito, hay que decirlo, y se lo arregla usted misma en un plis plas.

Le decía que la aprecio y la admiro porque, además se llama como mi madre, Manuela, y sobre todo, porque no deja de obsequiarnos con sus gestos y su manera de hacer las cosas, tan a “la pata llana”, como suele decirse. Se nota que intenta llevar los asuntos de Madrid lo mejor que sabe, lo mejor que puede, con la mejor de las intenciones, aunque algunos no lo vean así. Hay mucha maledicencia y algunos la tratan de oportunista, incluso la acusan de nepotismo porque ha contratado a alguien próximo a usted para su equipo. Pero sabemos que no es así pues usted sólo busca favorecer a los más necesitados, a los más vulnerables; hacer el bien, en suma y eso la honra. Le confieso que a mí no ha tenido que convencerme porque estaba ya convencida de que un gobernante debe actuar así, por el bien de la ciudadanía y no por el suyo propio. Un acierto y una suerte para los madrileños aunque muchos no quieran reconocerlo; pero claro, es que, a muchos de ellos se les acaba el chollo. No crea que no me cuesta disgustos pensar y decir así. La gente, en mi opinión, está muy instalada en ideologías pacatas que le impide ver con clarividencia el rumbo de las cosas. Yo, que vengo de un padre franquista hasta el tuétano, que veía que a Franco se le respetaba y hasta se le quería, andando el tiempo, la democracia solo consiguió hacerme independiente porque ni la izquierda ni la derecha me convencieron nunca. Me siento libre como un pájaro, sin ataduras, para volar a un lado o a otro, o quedarme en casa como he hecho durante muchos años en elecciones. Voy a confesarle un secreto, creo que soy algo anarquista. Es lo que me pide el cuerpo porque el panorama político nunca ha conseguido entusiasmarme. Siempre he visto a nuestros gobernantes con indiferencia y sin ningún interés. Por eso, su llegada al Ayuntamiento de Madrid, junto a la de otros grupos, me ha generado algo de ilusión y esperanza aunque sigo siendo libre para pensar, decir y para decidir. Como usted misma.

Sin duda, es usted diferente a su antecesora, Botella, incluso diferente a Esperanza Aguirre; nada que ver con ninguna de las dos, tan afanadas en cuidar sus imágenes, que daba la sensación de que no tenían tiempo para nada más que para la peluquería, los masajitos, el espa, el golf, las fiestas, los viajes, las compras; en definitiva, para el lujo y el confort. Poco tiempo, estaba claro, para los asuntos municipales, y ya no digo para leer a los clásicos que ayudan tanto a pensar. Estoy segura de que no dedicaron ni un minuto de su tiempo en distinguir entre el pensamiento de Platón y de Aristóteles, por ejemplo. A los cargos políticos, más que a nadie, se les debería exigir cultura política, formación humanista. Sin embargo, nadie les exige nada sino fidelidad al partido. Y así nos luce el pelo.

Creo que en todo este tiempo, desde que asumió la alcaldía, nos ha demostrado que sigue siendo la misma Manuela que vela por los intereses de los madrileños y que no se ha deslizado, como lo hicieron otros, por lo lúdico y lucrativo, que atesoraron conocimientos de filosofía barata, eso sí, y que salió demasiado cara a los contribuyentes.

Usted continúa con la misma sonrisa, algo tímida, con la que la conocimos. Al respecto, me vienen a la cabeza, mi querida Manuela, las caras, las expresiones que lucían, no hace tanto, la propia Esperanza, su compinche Granados, Ignacio González, Rita y los Alfonsos de Valencia, tan amados y glorificados por Rajoy. Fíjese en aquellas sonrisas que lucían permanentemente en los medios. Y es que la vida era pura sonrisa para ellos, sabiéndose poderosos, millonarios, ociosos…, porque, en realidad, su trabajo no era otro que cavilar sobre la manera de seguir haciéndose cada vez más ricos y más poderosos. Hasta a uno de ellos le oí decir un día por televisión, en medio de una borrachera de poder: “mira si son burros que hasta nos votan”. Sin comentarios, amiga Manuela. Sólo un pobre hombre es capaz de hablar así. En realidad son pobres hombres. Ricos, sí, pero pobres hombres.

Mi querida Manuela, usted tiene por costumbre viajar en metro, en bus, incluso en bicicleta. Le encanta caminar para hablar con la gente, para que le pregunten y poder responder, porque usted es del pueblo y además dice que está enamorada de Madrid. Y yo me lo creo, oiga, porque desde su visión cosmopolita tras su larga experiencia como magistrada, bregada en tantas desgracias y vicisitudes, usted debe tener un olfato muy especial para dirimir entre el bien y el mal, para distinguir entre la culpabilidad y la inocencia. Estoy segura de que esa impagable experiencia la hace a usted hábil y precisa, aunque peque, en ocasiones, de ingenuidad. Pero eso es producto de su bondad, de esa bondad que refleja su mirada directa y sencilla, y que a mí me conmueve. Desde el primer momento me pareció perfecta para el cargo de Alcaldesa de Madrid. Su campechanía, su imagen de andar por casa, con su bolsón en bandolera, colgado o cruzado al pecho, con su manera de vestir sencilla; con sus ideas firmes sobre las decisiones que va tomando y llevando a cabo, pese a las dificultadas con las que tropieza día a día, la hacen acreedora de todo mi respeto.

Poco me resta decirle, sólo le deseo que sea usted fiel a sí misma, que no abandone su carisma, que descienda y viaje en metro para pulsar el corazón de la gente, para que no le ocurra como a otros que escalaron en exceso la montaña del poder, que cayeron envueltos en medio de un enorme alud de corrupción.

Ojalá me la encuentre un día, ojalá lea usted este libro. Le deseo, de corazón mucha, mucha suerte.

Un abrazo.

Concha Pelayo

El libro se puede adquirir en: [email protected]