El libro lleva en contraportada una rica reflexión sobre la poesía que dice: “la poesía no es una, es infinita. Tiene mil caras, mil espacios, mil momentos. El poeta y el lector, juntos, viajamos de su mano por caminos misteriosos, insospechados. Hechicera curiosa, nos enardece, nos transforma; reflexiva, nos educa, nos ilumina; rebelde, nos agita, nos encoleriza, amorosa, nos enciende, nos enternece; sentimental, nos conmueve, nos emociona; juguetona, nos alegra, nos divierte. De esta animada manera, la Poesía diosa instruida y amorosa, nos enseña los secretos de la vida y de la naturaleza, en especial de la que más nos importa, la nuestra”.
María Montes (Valencia, 1948) ha querido dar a conocer tres ejemplos de su quehacer poético escritos: La música del viento (2015), Teatro del mundo (2014) y Jardín cerrado (2006). El primero, a modo de composición musical; el segundo, un centenar de poemas con 2 versos a modo de juego o aforismos lúdicos y sapienciales, y, el tercero, inspirado en la naturaleza.
Mujer de grandes dotes de observación, como corresponde a una artista visual o plástica, María Montes dejar ver en su poesía que filosofía y penamiento se dan la mano en un encuentro estético de palabras o de pirueta imaginaria.
Del corazón dichoso/nace el poema/ perfumado de jazmín./ Mueve a ensueño su fragancia, dice uno de los poemas de Caligrafía de lunas. El jazmín en la flor y el aroma recurrente de esta poeta que muestra en su trabajo artístico el axioma de que todas las artes se entrelazan entre sí.