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Opinión: “Cuando Éramos Españoles…”

Bailando con lobos

Con el inexplicable apoyo de una parte del pueblo español a los podemitas, nuestra Patria se está metiendo en la mismísima boca del lobo

viernes 11 de marzo de 2016, 02:17h
Bailando con lobos

Por Laureano Benítez Grande-Caballero (*)

11MAR-16.- Es realmente notable la macabra tendencia de los políticos españoles por arrojarse muertos a la cara, como si estuvieran en una de esas fiestas que acaban como el rosario de la aurora, con pastelería volando de acá para allá. Diríase que con esta necrofilia enfermiza hemos patentado la «necrocracia». Por algo fue aquí donde se dijo aquello tan famoso de ¡“Viva la muerte”!

Bailando con lobos

A mí, qué quieren que les diga, eso de la cal viva que descerrajó el Coletudo mayor en el Kongreso me recordó de nuevo ―obviando los pudrideros siberianos y cosas parecidas de las revoluciones proletarias― el horror satánico de los milicianos desenterrando cadáveres de religiosos y religiosas, que ojalá hubieran tenido una espuerta de cal viva para evitar que los pusieran en posturas sexuales y se marcaran bailes con sus momias.

Hoy ya no se lleva lo de bailar con momias, pero el pueblo español parece que le ha cogido gusto a la adrenalina de bailar con lobos, en un escalofriante ejercicio de funambulismo nacional, como si fuéramos trapecistas sin red, marineros sin brújula, españoles sin España.

Son lobos que ya ni siquiera necesitan camuflarse bajo pieles de cordero, pues la estupidez de nuestro pueblo es tan colosal que le da igual que sean galgos, podencos o lobos los podemitas que enseñan sus colmillos y sus espumarajos bajo los focos mediáticos. Lobos de las estepas leninistas, que aúllan a la Luna española antaño amada por toros campaneros; lobos pastoreados por un Hermano Lobo con coleta, que igual se marca un baile con la momia de Lenin o con el fantasma de Chávez. Así que mira quién baila: porque también los lobos saben bailar.

El espectáculo de investidura del Sánchez en el Kongreso no fue sino una «performance» de la historia de «Pedro y el lobo» ―la sinfonía musical para niños compuesta por Prokofiev en 1935―, donde Sánchez quería atrapar al lobo Heyglesias tirándole de la coleta, sin tener en cuenta que en todas las historias infantiles el lobo se lleva algo a la buchaca.

Cosa que también ocurrió en la historia de «Caperucita roja», buena alegoría también para intentar explicar el surrealista debate de investidura, sólo que ahí teníamos un «Caperucito» amenazado por las fauces del depredador podemita.

En fin, que nuestra Patria está ahora sometida a un verdadero fuego amigo, si así se puede llamar a dispararse en un pie, cosa que no nos impide marcarnos un bailecito con los salseros avenezolados, aunque más bien lo nuestro sería un «reggaetón», que a mí me trae a la memoria los reggates de uno de nuestros lobos más eximios: el Carrasco.

Siguiendo con las alegorías lobunas, a mí esto de la formación del gobierno me recuerda también a otra película: «El pacto de los lobos». Pues, a no más tardar, el «Caperucito Sánchez» sufrirá un ataque de licantropía y acabará haciendo coro aullador con el jefe de la manada podemita. O sea, que España inventará una modalidad novedosa de la noche gótika: en vez de una noche de perros, tendremos noche de lobos.

¿Qué ocurre después de una noche de lobos? Pues muy posiblemente sucedería aquello de que «Quien con infantes pernocta, excrementado alborea», que traducido vendría a decir algo así como: «Quien con lobos pernocta, devorado alborea». A pesar de esta tremebunda amenaza, España está realizando una «performance» verdaderamente circense, solo que sustituyendo la boca de los leones por las fauces de los lobos podemitas.

Uno de los mayores exponentes de la filosofía política fue el inglés Thomas Hobbes, seguramente bien conocido por el politólogo Heyglesias. Sobre su nacimiento, afirmaba que «El miedo y yo nacimos gemelos», aludiendo al hecho de que su madre le dio a luz prematuramente debido al terror que infundía el acercamiento de la Armada Invencible a las costas británicas. Pero el pueblo español es gallardo y valeroso, quién dijo miedo, quién teme al lobo feroz, quién teme al Hermano Lobo del puño en alto y la corbata roja, quien muy posiblemente aprendió de Hobbes su filosofía lobuna, la cual eligió al lobo como paradigma y mascota del absolutismo político que defendía ―y que tan caro es para el totalitario Podemita mayor―, con aquella legendaria frase que dice: «El hombre es lobo para el hombre».

Frase que, traducida, vendría a decir, incidiendo en el cainismo de nuestro pueblo: «El español es lobo para el español».

O sea: «Pablo Iglesias es lobo para España»

O sea: «El Lobo: ¡qué gran Turrión!».

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