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Opinión:

¿Una nueva Transición?

Por Luís Méndez (*) y enviado por José Antonio Sierra

miércoles 02 de marzo de 2016, 03:15h

02MAR-16.- Transición ¿con mayúscula o con minúscula? Con mayúscula. La transición como nombre común tiene especificidad propia. Como nombre propio se convierte en un hecho histórico cuyo contenido no ha de corresponder forzosamente con lo que proclama ser.

Los poderes del país – esos que no desean salir en Gran Hermano para promocionarse – vigilan cuidadosamente que se cumplan dos condiciones fundamentales en el sistema instaurado: que tenga una apariencia convincente de que progresa económica, política y socialmente; y que la correlación de fuerzas –ya sea en bipartido, tripartido o lo que sea—no se decante en contra de sus intereses seculares. En esa vigilancia tienen mucho que ver los más poderosos medios de comunicación, que además se autoproclaman orgullosamente como independientes.

Pero nada de esto es novedoso. Desde la Restauración (o antes, pero no tan evidentemente) ese es el espíritu determinante de la política de esos grandes poderes. En aquel momento la alarma la provocaba una república, la primera, que ahora nos daría risa.

Cuando en el franquismo el espíritu de Hendaya se transforma en el espíritu de la visita de Eisenhower a Madrid, una vez más la táctica sirve coherentemente a la estrategia del momento. Después de todo, el enemigo que había proclamado el cuñadísimo Serrano Suñer seguía siendo el mismo. Cosas de las circunstancias y de la geopolítica, que cree más en las bases que en los derechos.

La cosa vuelve a repetirse en 1974, cuando se proclama el Espíritu del 12 de febrero. Transformar aquella “democracia orgánica” en una democracia de asociaciones políticas, dentro del marco de los principios del Movimiento, no alteraba en nada los pilares del edificio, más robustos de lo que se cree. Pero el ruido de la Revolución de los claveles despertó al Régimen y a sus poderes de la ensoñación de sucederse a sí mismos. ¿Eran el Régimen y los poderes lo mismo? No, en absoluto. Mientras uno moría, los otros podían seguir viviendo.

Roto el invento, hay que dar un paso más, bajo la condición de que no cambien dos aspectos fundamentales: el sistema de relaciones económicas, políticas y sociales –la Constitución consagra la economía de mercado—y el sistema de relaciones exteriores, que en este caso dio un paso más hasta el referéndum de aquello que comenzó con un “De entrada no” y de cuyas condiciones para el sí casi todos se han olvidado voluntariamente.

Es decir, se reforma profundamente el edificio político, se arregla notablemente el jardín exterior –hay jardines interiores-- , y se deja intacto el sótano, cuya caja sigue blindada. La esperanza de que con tacto y con paciencia se podría profundizar en la democracia económica –expresión de Felipe González-- , lo que a su vez conllevaría una profundización de la democracia social, se quedaba en otro sueño más a la americana.

Esta frustración queda sintetizada en datos vulgares que no aparecerán en los tomos más solemnes de la Historia, salvo en secciones más especializadas que no son las que suele leer el gran público.

Por ejemplo ¿dirá la Historia con mayúscula que a principios del siglo XXI ser mileurista era un agravio y quince años después un privilegio? ¿Dirá que entre 2012 y 2014 las sicavs tuvieron unas ganancias que se aproximaban a los 5.500 millones de euros mientras habían tributado con 28 millones, lo que representaba tan solo un 0,5% de esos beneficios? ¿Se dirá que, mientras tanto, un asalariado disfrutaba tan sólo del 53% de su sueldo? ¿O que el derecho a la vivienda en propiedad se fue transformando en un sistema de viviendas en alquiler? --¡pues así era en Europa!--. ¿Se dirá que en muchas provincias desarrolladas de España el 42% de los asalariados percibía un sueldo que estaba por debajo del salario mínimo? ¿O que la sanidad pública iba camino de tener que ser complementada con un seguro privado? ¿Qué se pueden hacer contratos por días? ¿Qué el contrato eventual es la regla y el fijo la excepción?

Es decir, que en definitiva la cosa se ha ido deteriorado tanto que es necesario refundar el sistema, y volver a fórmulas lampedusianas , ya inventadas por nuestros sabios ancestros, para que todo –o casi todo, o mucho, o algo, o casi nada—cambie para que todo siga igual.

¿Es el programa común Psoe -- Ciudadanos la nueva Platajunta que renovará nuestra dañada democracia? Dicen los expertos que no están en las nóminas de la España oficial, que si se lee con conocimiento de causa, ese programa común de centro derecha no es sino un neto programa neoliberal, una nueva tercera vía travestida de reforma progresista. Dicen que, por ejemplo, ese plus a los jornales más bajos, no es sino una nueva ayuda al empresariado que saldrá de las arcas públicas que siempre llenan los menos afortunados. ¿Qué si no sería mejor restablecer salaros decentes?

Por todo ello, que beneficioso sería que todos conociéramos la historia social –la real-- de nuestro país, para no perder la panorámica e impedir que nos la muestren –la Historia—troceada, es decir, sin coherencia y sin posibilidad de rechazar platos refritos que se suceden unos a otros.

(*) Luis Méndez es. Funcionario de la Administración local de Málaga

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