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Opinión: “Mi Pequeño Manhattan…”

Robin Williams. Su muerte

Por: Germán Ubillos Orsolich (*)

jueves 18 de febrero de 2016, 03:03h
Robin Williams. Su muerte

17FEB-16.- Todos los que hemos tenido una enfermedad mental y hemos luchado denodadamente contra ella sentimos un escalofrío cuando sabemos de alguien que ha muerto o se ha suicidado a consecuencia de algo semejante. Esto se vive más intensamente cuando esa persona es popular o famosa a consecuencia de haber sobresalido en su profesión y haber mostrado además de un gran talento una voluntad de hierro y gran espíritu de trabajo para luchar con el entorno y salir adelante y brillantemente de cuanto le rodeaba.

En América, ese continente de fábula, ese país de los ensueños donde las personas pueden llegar de la nada al todo en un pis - pas, en unos pocos años, estas noticias de la desaparición repentina de los famosos es algo que viene desde siempre. Michael Jackson, Marilyn Monroe, Romy Schneider, Fassbender, Judy Garland, personas muy conocidas que desaparecen de la forma más incomprensible encuentran un eco entre los espectadores que han seguido con cierto interés no disimulado la estela que han ido dejando como meteoros, como estrellas errantes y cometas resplandecientes que han atravesado la bóveda celeste de nuestras vidas anodinas y vulgares para desaparecer de pronto en el espacio profundo del recuerdo o de la nada.

Lo que esas personas han sufrido antes de desaparecer es algo inimaginable, algo que solo podemos intuir los que de alguna manera conocemos ese mal acechante, ese monstruo que se presenta de improviso y siempre con un rostro diferente para engañarnos, para distraernos y así truncar nuestras vidas sin podernos asir a lo último que tenemos a mano y que no son ni nuestras mujeres, ni nuestros hijos, ni nuestros amigos, ni quizá nuestros médicos pues la enfermedad mental solo la conoce Dios y es precisamente Dios el que ha ido desapareciendo de nuestras vidas, olvidado, cuando solo él puede dar sentido a un mundo difícilmente explicable, a un mundo siempre en peligro de descacharrarse, de irse al garete.

El caso de Robin Williams, ese actor siempre risueño y divertido, desenfadado, optimista y genial muestra una vez más que todo puede ser una engañifla de una vida de apariencias como pueda ser el decorado de un filme. Un filme terrible donde en realidad no tenemos nada ni nadie al que podernos agarrar cuando el agua nos llega hasta el cuello y nadie se da cuenta o si se dan cuenta nada pueden hacer.

Hoy en una comida de mi promoción de ICADE ante las miradas apesadumbradas de mis compañeros tan queridos, cada vez menos, pues van desapareciendo, todos ellos muy trabajadores y honestos y preocupados por la situación de España, he preguntado de pronto: ¿Qué creéis que podemos hacer?. Me miraron estupefactos y en un silencio espeso, solo uno de ellos con mirada sardónica me dijo en voz alta: “Salir corriendo, largarnos”.

Esto que dijo este colega, este amigo, una de las personas que precisamente han hecho más por España y que lo siguen haciendo, es muy inteligente o tiene fama de serlo, aunque yo intuyo que no somos nada ni valemos para nada. También alguien murmuró “¿Es que lo hemos hecho tan mal?”.

No sé si deslicé esa idea dramática propia de un autor dramático en un emporio de poder, de bien hacer como es ICADE. Pero claro añadí en voz quizá demasiado baja, que queda el otro mundo, el mundo de lo sobrenatural que hemos olvidado con frecuencia, con demasiada frecuencia incluso los que nos hemos educado de una forma exquisita y casi podría decir elitista: una escuela de líderes.

Bien, pues volviendo a lo de antes a Robin Williams, como a Marilyn, como a España quizá y a su unidad, como a nosotros todos, solo puede salvarnos Dios de una especie de holocausto colectivo y planetario del que hasta ahora somos unos pocos, unos pequeños supervivientes.

La esposa de Robin Williams que cuenta en un apasionante reportaje los últimos meses, los últimos días de su marido luchando contra el alcoholismo, contra la drogadicción, contra los antidepresivos, contra la competencia brutal capitalista, contra las mismas clínicas y los mismos médicos que terminan aburriéndonos a una cierta edad provecta pues sabemos que esto no tiene cura y que como decía mi abuelita allá por los años cuarenta del siglo pasado, “Para lo que tengo que ver prefiero morirme”. Lo que verdaderamente da sentido a cuanto vemos y vivimos son las palabras que dijo su esposa Susan cuando se quedó sola ante el cadáver del actor, del hombre, cuando se fueron todos y le dijo en voz muy baja: “Robín, no estoy furiosa contigo. No te culpo en absoluto. En absoluto. Luchaste y siempre fuiste muy valeroso. Que sepas que te quiero, con todo mi corazón”. Le acaricié el pelo – añade – y le di un beso en la frente para desearle buenas noches.

(*) Germán Ubillos Orsolich

Nació en Madrid y es Premio Nacional de Teatro. Premio Guipúzcoa de Teatro, Premio Provincia de Valladolid de Teatro, Premio Julio Camba de Periodismo, Premio “Correo Español – Pueblo Vasco” de Periodismo, Premio Ciudad de Zamora de Periodismo, Finalista Premio Nadal de Novela, Guionista de Televisión Española Espacios Dramáticos. Es autor de varias novelas entre ellas: “Largo Retorno” (Con filme de Pedro Lazaga y música de Antón García Abril) “Proyecto Amenazante”, “Cambio Climático”. “Cambio Climático – Los Supervivientes”, “Cambio Climático – El Retorno” (Trilogía),(Ed. Entrelíneas Editores), El viajero de sí mismo”, “Malín”, “La Peste Negra – Vida más allá de las estrellas”, “La calle de los Amores” (biografía), “El hielo de la Luna”, “Los desiertos de Marte”, “La calle de los amores “(Memorias).- Ed. Belgeuse, “ Más allá del Purgatorio (Novela), Ed Belgeuse , “La Infancia Mágica “ (Biografía).- Ed. Belgeuse Es autor teatral y algunas de sus obras son: “La Tienda” (Ed. Escélicer)- Premio Nacional de Teatro, “El llanto de Ulises” (Ed. Escélicer)- Premio Guipúzcoa, “El Cometa Azul”, “Gente de Quirófano” (Ed. La Avispa) Premio Provincia de Valladolid, “Los globos de Abril” (Ed. Escélicer)

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