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Opinión:

La cumbre del clima de París

Por Juan López Benito (*)

jueves 14 de enero de 2016, 01:10h
La cumbre del clima de París

13ENE-16.- ¿Recuerdan ustedes el revuelo mediático que generó la Conferencia del Clima de París? Sin duda, se convirtió en uno de los acontecimientos más mediáticos de las últimas semanas del año 2015 en el plano internacional. Como es natural la actualidad informativa se impone con firmeza en nuestro país, pero sería conveniente ahora que tenemos cierta perspectiva, echar una mirada atrás a este asunto que nos concierne a todos.

El objetivo marcado por los dignatarios mundiales consistió en limitar el incremento de la temperatura global en menos de 2º C. Es indiscutible que alcanzar un acuerdo firme que logre reducir las emisiones de gases de efecto invernadero es un reto loable, necesario y por supuesto deseable por todos nosotros. Sin embargo, ¿no somos en cierta medida demasiado pretenciosos al atribuirnos unas exigencias que no dependen en exclusiva de las políticas de las naciones?

Digo esto porque considero importante incidir en el carácter cambiante del Clima, sin tener que aludir exclusivamente a la “espantosa y destructiva” actuación del ser humano. El Clima ha estado desde hace millones de años, sujeto a oscilaciones de períodos fríos y periodos cálidos. En la cantidad de radiación que alcanza la atmósfera intervienen múltiples factores geográficos (por ejemplo el vulcanismo) y astronómicos (cambios cíclicos en la inclinación del eje de rotación de la Tierra, o cambios periódicos en la órbita del planeta que derivan en una mayor o menor cercanía al Sol). Estas coyunturas explicarían los trastornos climáticos desde hace millones de años sin recurrir a la acción aniquiladora de las personas. No obstante, tras el arranque de la Revolución Industrial la acción antrópica introdujo un nuevo factor en este complejo panorama. Se trata de un moderno componente que habría que analizar con una mayor perspectiva temporal y por supuesto con suma rigurosidad, libre de cualquier tipo de prejuicio.
Expertos, como los profesores españoles Jorge Olcina Cantos y Javier Martín Vide, manifiestan que “las variaciones en la radiación solar incidente, son capaces de provocar alteraciones notables. Por ejemplo,“una modificación mínima de un 2% de la intensidad de la radiación solar, podría causar un enfriamiento muy acusado a nivel mundial”. También subrayan los especialistas, que en períodos marcados por una tendencia al calentamiento general pueden existir episodios de refrescamiento y en fases tendentes a un enfriamiento global, situaciones de calentamiento.

Afortunadamente el interés por estas cuestiones está experimentando un crecimiento formidable… ¿Pero es realmente la preocupación por el medio ambiente algo genuino de nuestro tiempo? Pues la respuesta es claramente no. Ya en la Antigüedad Clásica, cierto número de autores grecorromanos denunciaban en sus escritos lo que consideraban verdaderos atentados contra el ecosistema. Se trataba de constatar acciones perniciosas del hombre, como la tala masiva de bosques, la sobreexplotación animal, el hacinamiento o la polución en las grandes ciudades.

Curiosamente muchas de las preocupaciones ambientales coetáneas lo condensaba la Antigua Roma. La atmósfera que envolvía permanente la urbe se hacía insufrible para los habitantes de la ciudad. El origen de tal estado de cosas, estaba en la inmensa emanación de humo procedente de talleres, termas, braseros de carbón, antorchas, lámparas de aceite y el sinfín de inmuebles edificados a base de madera que con frecuencia eran pasto de las llamas. No menos preocupante para los magistrados de la ciudad se mostraban los residuos acumulados en las calles de la ciudaddel Tíber y la angustiosa contaminación acústica.

En época cesariana se llegaron a impulsar una serie de curiosas medidas para mitigar este estruendo. Una de las más llamativas fue sin lugar a dudas, la norma que prohibía taxativamente la circulación rodada, entre la salida del sol y dos horas antes de su puesta, con la única excepción de los servicios públicos ¿Cuál fue el resultado de esta disposición? La creación de una penosa “hora punta”, que aproximadamente abarcaba entre las cuatro y las seis de la tarde. De este modo, se trasladaba el grueso de la contaminación acústica a la noche. Con esta acción se lograba incrementar el trastorno: los ciudadanos romanos padecían o bien el alboroto nocturno de los carros, o bien el fragor diurno derivado de la actividad industrial. Con razón, Horacio se quejaba amargamente “del humo y del ruido de Roma” y Juvenal clamaba: “¿En qué apartamento alquilado se puede conciliar el sueño? En Roma dormir cuesta un ojo de la cara… En Roma muchos enfermos mueren de insomnio”.

¿Se repiten entonces cíclicamente las preocupaciones de la Humanidad? Desde luego en este ámbito, como en otros muchos, parece cumplirse la famosa teoría del “eterno retorno” formulada ya por Hesíodo en el siglo VIII a. C. A mi juicio y en clave de humor, algún consejo “ecológico” del insigne poeta griego podría satisfacerse en la contemporaneidad… como el de “no orinar en algunos lugares inadecuados… para no contaminar fuentes ni ríos”.

(*) Juan López Benito (1978), nació en Madrid y es Licenciado en Historia por la Universidad Complutense. En este ámbito colabora con el Diario Siglo XXI y con el Periódico Cultural Frontera Latina de Berlín. Puntualmente colabora también con las revistas culturales, “Madrid Histórico” y “La Gatera de la Villa”, a través de la redacción de textos históricos ambientados en la época de la Restauración Alfonsina

Blog: lacorrientedelgolfo.wordpress.com

Email: [email protected] - Twiter: @juanlopezbenit1

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