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Opinión:

La renuncia al propio idioma

Por Luis Méndez (*) y enviado por José Antonio Sierra

martes 01 de diciembre de 2015, 03:09h

30NOV-15.- Los pueblos no pueden renunciar artificialmente a sus lenguas. A no ser que no las vivan, es decir, a no ser que hablen sin pensarlas. Y no pensar nunca ha sido aconsejable. Se paga cultural, política, socialmente y hasta vitalmente. El otro día, cuando a Zapatero le preguntaban qué hacía en su tiempo libre, el dio esta curiosa o misteriosa respuesta: “Hago footing, bueno running”.

Yo volvería a corregir y añadiría, o jogging. Seguramente un lingüista inglés –Zapatero lo será- sabrá los matices entre esas tres palabras, a no ser que los ingleses tampoco piensen su lengua y hablen caprichosamente. A veces parece que no son muy precisos: puede que me equivoque, pero ellos no pueden distinguir entre comida casera y comida hecha en casa, lo cual no ha de ser exactamente lo mismo.

Ayer me sorprendió la marca de un coche. La gama se denominaba “Renegado”. (Me pregunto: ¿es correcto el término gama? ¿Hay gradualidad en los distintos nombres de los coches de una misma marca?). Ese nombre, “Renegado” me permitió ver que no domino mi idioma, es decir, que pienso imprecisamente. ¿Hubiera sido igual haberlo denominado “Abjurado?

Ese preguntarse sobre las palabras te permite pensar por los grados morales, de libertad, de inconsciencia, de agudeza mental, de independencia, de creatividad, de dignidad, etc., etc., etc. Por ejemplo, hoy día, llamar a alguien renegado no es totalmente insultante, dependerá mucho de la cultura del aludido, del grado de dominio del matiz. Seguramente en el siglo XVI habría sido una afrenta grave que hasta podría haber terminado en la hoguera.

El que puso ese nombre al coche seguramente pretendía sugerir al comprador ideas próximas a la iconoclastia, a la ruptura de cánones, a la libertad (término muy manoseado y adulterado intencionalmente). Es decir, este coche no es un coche cualquiera, es un coche que reniega del coche ordinario –es decir, del ciudadano- del coche común y vulgar. Seguramente. O igual fue una parida fonética. Me gusta el perfume “egoiste”, podría decirle alguien a su pareja: significando que su amor no está encadenado por los tópicos, cuando ¿hay algo más tópico que el egoísmo? Pura lógica que nada tiene que ver con la racionalidad.

Pero hoy muchos piensan con imprecisión. Debe ser cosa de las prisas y de la rápida variabilidad: Creo haber oído que Ciudadanos pretende fomentar el “inglés vehicular”. A pesar de que he buscado con insistencia, no he obtenido mayor precisión sobre la propuesta. ¿Significa que posiblemente terminemos todos hablando inglés? Pues sinceramente me preocupa no haber logrado distinguir hasta el momento entre jogging, footing y running, ni haber comprendido por qué molesta tanto decir correr –algo he que hemos dicho y hecho durante siglos-, o que mañana me inviten a una casa para comer comida casera, es decir, de casa, es decir, nuevamente, un perrito caliente con ketchup

Para finalizar: hagan todos lo que quieran, es decir, de mi propia capa un sayo, pero por favor, preocúpense también del idioma español. Es una de las propiedades más grandes que tenemos… y parece que no lo sabemos.

(*) Luis Méndez es Funcionario de la Administración local de Málaga.

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