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Opinión “Cuando Éramos Españoles…”

La ley de la calle

Por Laureano Benítez Grande-Caballero (*)

lunes 16 de noviembre de 2015, 02:20h
La ley de la calle

Además de los argumentos jurídicos y las disposiciones legales emanadas de la Constitución, el principal medio para acabar con la amenaza independentista es la lucha de los catalanes contrarios a ella.

Para hacer frente a la amenaza secesionista de Cataluña, el Gobierno ha apelado a los principios constitucionales, cuyo cumplimiento ha encomendado al TC. Mas esta defensa jurídica de la unidad de España no es el único medio para garantizar el respeto a la Constitución, ya que en democracia existe una ley que está por encima de las demás: la ley de la calle. Esta ley ―creadora de revoluciones― se promulga a través de las luchas callejeras donde el pueblo expresa su voluntad y manifiesta sus reivindicaciones: algaradas, manifestaciones, acampadas, escraches, desobediencias, concentraciones, huelgas… éstas son las acciones que más temen los gobiernos.

Esta ley de la calle es el instrumento de lucha más importante que los catalanes contrarios a la resolución independentista pueden oponer a la «ley de la selva» de los separatistas. Pero con demasiada frecuencia la calle permanece silenciosa ante los desmanes de minorías totalitarias. ¿Dónde está el 52% de los catalanes españolistas que dijeron NO a la secesión en las pasadas elecciones catalanas? ¿Qué han hecho para detener el marasmo independentista que les quiere imponer totalitariamente una banda de iluminados, a través de un «putsch» que más que un golpe de Estado parece una tomadura de pelo, una estafa cósmica ―pues, además de que las elecciones se hicieron con arreglo a una ley electoral que penalizaba a Barcelona, la provincia menos independentista, ni aun así consiguieron mayor porcentaje de votos―?

Hace unos días, la Asociación «Somatemps» presentó un manifiesto en el cual se hacía un llamamiento a la desobediencia civil si el Parlament seguía adelante con su resolución rupturista, marcando así el camino a la ley de la calle: «En caso de aprobarse dicha resolución, proclamamos el derecho legítimo a la desobediencia civil frente al futuro gobierno autonómico y, consecuentemente, llamamos a la movilización social y a organizar acciones legales y pacíficas contra un gobierno y parlamento autonómico que automáticamente habrán perdido toda legitimidad ante más de la mitad de catalanes». Si ellos desobedecen los dictados constitucionales, el mismo derecho tienen los catalanes a desobedecer a quiene quieren imponerles una catastrófica secesión. Quien a la Ley mata, por la Ley muere, dice otra ley, la del Talión.

Recientemente, Josep Bou, presidente de «Empresaris de Catalunya» pidió al Gobierno que frenara la amenaza secesionista para evitar una «tragedia económica». ¿Dónde estaban estos empresarios antes de las elecciones? Parece ser que confiaban ingenuamente en que todo fuese una estratagema nacionalista para arrancar mejores condiciones fiscales al Estado, y que de ahí no pasaría la amenaza. Pues «llora como mujer lo que no supiste defender como hombre».

Imagínense una Diada de los catalanes contrarios a la independencia, agitando millares de senyeras, haciendo una inacabable cadena humana que atravesara todo el territorio catalán… Imagínense un majestuoso escrache a Mas y compañía, una estruendosa cacerolada en la plaza de san Jaime, una acampada sine die en esta misma plaza, una masiva desobediencia civil a las disposiciones ilegales del Parlament, multitudinarias manifestaciones gritando un NO rotundo al totalitarismo independentista… Ante estas expresiones concluyentes del poder de la calle, ¿cuánto duraría el circo secesionista? ¿Cuánto tardarían los principales responsables del sarao en acabar en la cárcel? ¿Cuánto se tardaría en convocar nuevas elecciones, pero ya sin plebiscito incorporado?

Francis Ford Coppola realizó en 1983 una película titulada precisamente «La ley de la calle», aunque su título original es «Rumble fish», cuya traducción aproximada sería «peces retumbantes», o «peces estruendosos», los cuales simbolizan a unos personajes inadaptados, unos «outsiders» ― personas que están al margen o fuera de las tendencias más comunes, de las normas sociales generalmente aceptadas, por lo cual se mantienen aparte de la sociedad―, título de otra película que Coppola realizó en el mismo año de 1983.

Estos «peces retumbantes» son peces-mascota pertenecientes a la especie «Betta splendens», cuya principal particularidad es su tremenda agresividad contra los peces de su misma especie, lo que hace imposible tener a dos machos en la misma pecera, por lo cual son utilizados en algunos países asiáticos en espectáculos parecidos a las peleas de gallos, y de ahí su nombre común de «luchador de Siam». Su agresividad llega hasta el punto de que son capaces de luchar contra sí mismos al verse reflejados en un cristal.

Si traducimos la película «catalanamente», adivinen quiénes son los feroces peces luchadores y «retumbantes» que atacan a los de su mismo pueblo. Adivinen quiénes son los «outsiders» al margen de la ley que forman las bandas callejeras.

Y adivinen qué le pasará a la pecera donde viven estos sanguinarios peces. Ya lo dijo el mismo Kennedy: «En el pasado, aquellos que locamente buscaron el poder cabalgando a lomos de un tigre acabaron dentro de él». Y lo mismo le pasará a quien intente cabalgar a lomos de la ley de una calle, de una calle en lucha.

(*) Laureano Benítez Grande-Caballero es escritor y ha publicado 29 libros

http://laureanobenitez.com/laureano_benitez_grande_caballero.htm

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