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Opinión: “Mi Pequeño Manhattan…”

En “El ·Espinar” con Martín Baró

Por Germán Ubillos Orsolich (*)

lunes 26 de octubre de 2015, 23:17h
En “El ·Espinar” con Martín Baró

Ayer, aprovechando los últimos coletazos del verano y la entrada en ese otoño multicolor que tiñe los bosques y los álamos de un tinte dorado o anaranjado como los monjes budistas que subieran en fila india o en pequeños grupos a través de los verdes y compactos pinares hacia las simas luminosas de las montañas, el Shan Gri La o paraje donde nunca se envejece.

Como había venido a la presentación en la SGAE de mi último libro “El cuerpo Humano” escrito al alimón con la doctora Aurora Viloria, no se nos ocurrió otra cosa mejor que corresponder a su visita y “dirigir nuestras ruedas” hacia El Espinar (Segovia), villa serrana donde él tiene fijada su residencia.

Martín Baró, de nombre Alberto, e hijo de José Luis Martín Abril, columnista de A.B.C. cuyos sabrosos y delicados artículos yo leía con verdadera pasión y placer, en aquel “A.B.C.” de entonces, el “A.B.C.” auténtico y verdadero como lo denomina mi admirado amigo Anson.

A Alberto le conoció mi mujer durante el mes de julio en unas conferencias sobre el Pensamiento Positivo o algo semejante, que no puedo precisar en este instante.

La verdad es que a mi mujer le cayó de maravilla y a mi hija mejor aún, y conocedoras ambas de mi voracidad literaria se negaron a darme señas, ni teléfono ni correo electrónico, pues querían que fuera su amigo “el de ellas” “ y no el mío, mi hija temía que le achicharrara a emails y aunque comimos juntos en un precioso restaurante de San Rafael, me sentí frenado, cohibido y hasta un poco amedrentado, así que no dije ni mu. Él nos regaló unos libros, uno de los cuales leí con el placer con que leía a su padre y rápidamente me di cuenta que entre José Luis Martín Abril, Alberto Martín Baró y Germán Ubillos había un entrañable parentesco al menos en cuanto a escritura se refiere, pues el estilo o más bien el tratamiento que damos a los temas que elegimos entra dentro de lo que pudiera llamarse corriente psicológica, emocional y costumbrista. Podemos ser más o menos perfeccionistas en cuanto al estilo pero los tres somos, no sé por qué, amantes yo diría que de Castilla la Vieja y dentro de la línea de Miguel Delibes y del Norte de Castilla.

Como pronto advertirá y más si se documenta el lector, Martí Baró viene ya de familia de escritores, ha simultaneado su vida profesional como editor de conocidísimas editoriales de hace unos años, alguna muy en activo, con la publicación de artículos en la prensa y la traducción de numerosos libros del alemán, inglés y francés.

El encuentro de julio fue muy curioso porque ni mi mujer ni mi hija se decidieron a volver a visitarle, a llamarle o a enviarle el más mínimo mensaje.

Yo quedé encerrado en la caja de caudales bajo las siete llaves que como al gran Houdini solían hacerle en sus maravillosos y hasta espeluznantes puestas en escena.

Así transcurrieron tres meses hasta que la fuerza expansiva de la presentación de “El cuerpo Humano” hizo saltar los goznes y candados de ese baúl acorazado y con la fuerza lumínica de los cuerpos transfigurados, del cuerpo de Cristo. Vamos, salté fuera de mi tumba como Lázaro y con voz trémula al teléfono, quizá quitándome aún el último sudario no dudé en telefonear al autor de “Fuera de programa” invitándole 48 horas antes a la presentación de mi libro en la “Sala Manuel de Falla” de , como dije, la SGAE.

Y mira por donde que Alberto Martín Baró se presentó ese día cabalístico en nuestra presencia, y digo cabalístico pues la presentación fue trasladada del día 6 al día 21 a causa de la muerte de otra escritora, Ana Diosdado, precisamente en uno de los Consejos de la Sociedad de Autores a la que pertenecía.

Bueno. Sea como fuere, el caso es que al aparecer en Madrid el escritor vallisoletano, se rompió el hechizo o maleficio ya que él mismo me dijo, apenas aparecer yo fuera del baúl acorazado, que había extrañado ese silencio hermético de nosotros tres, doloroso para él, ya que ni le habíamos dado las gracias ni dicho absolutamente nada de sus libros obsequio.

Como podéis imaginar, lectores, la alegría, ligereza y jovialidad de ese tercer encuentro el otro día en El Espinar debió de ser semejante al que tendrán el día del fin del mundo los cuerpos resucitados, rescatados a la muerte de los bienaventurados al toque de las cornetas y trompetas inefables que ángeles y arcángeles harán sonar desde el cielo mientras Cristo en una luz resplandeciente descienda ya, “Rey de Reyes”, para enseñorearse del planeta y del Universo todo, para no morir jamás.

Bueno, pues nada, reencuentro en los altos pinares tipo Balsaín donde mi hija saca perros de un albergue vecino para pasearlos por esos pinares aromáticos y majestuosos casi imposibles de definir.

Comimos en el restaurante de la primera vez, solo que ahora radiantes y sonrientes como venidos del otro mundo.

Martín Baró, en verdad he de decirlo, es una persona que unida o mejor metabolizada a sus múltiples saberes, se presenta y es una persona encantadora, delicada, respetuosa con quien tiene al lado pero a la vez cálida y cercana.

Como nos sentíamos tan libres, tan contentos, comíamos torreznos en sabroso puré de patatas, judiones de la granja, boletus con angulas, costillas a la salsa al caramelo, bacalao al ajoarriero, sorbetes de limón al cava y otras exquisiteces que nos servía una camarera encantadora y competente bajo la atenta mirada del dueño del restaurante.

La apoteosis fue cuando Alberto Martín Baró nos invito a su casa, un precioso chalet con jardín muy cuidado entre inglés e italiano y me dejé caer en una butacona al aire libre a fumarme un Guajiro ante las miradas no sé si recelosas o reprobatorias de mi esposa, mi hija y el escritor y tuve que decir en mi defensa que habían acabado con uno de los pocos placeres baratos que tenía este dolido pueblo hispano, tantas veces castigado injustamente, aunque en esta ocasión se evitaron sepelios, pues buena parte de los amigos de mis padres y de mis propios amigos se fueron al otro mundo cosidos a los pitillos y a los puros en una pirotecnia de cánceres imposibles de frenar.

Pueden imaginar el júbilo con que mi hija, mi mujer, y Alberto, con esa clase que tiene iban y veían por el chalet mientras me iba adormeciendo en la butaca de mimbre con el puro humeando en una mano y el peligro de armar la de Dios si me caía encima el fuego o la ceniza.

Mi hija, como siempre ocurre, no quería volver, mi mujer silenciosa como tantas veces miraba pensativa y Alberto Martín Baró, el escritor, el propietario de la casa nos decía adiós sonriente y cordial bajo un cielo ya entoldado de unas nubes grisáceas y extensas que parecían presagiar la próxima llegada de un invierno que aún ni se imagina.

(*) Germán Ubillos Orsolich

Nació en Madrid y es Premio Nacional de Teatro. Premio Guipúzcoa de Teatro, Premio Provincia de Valladolid de Teatro, Premio Julio Camba de Periodismo, Premio “Correo Español – Pueblo Vasco” de Periodismo, Premio Ciudad de Zamora de Periodismo, Finalista Premio Nadal de Novela, Guionista de Televisión Española Espacios Dramáticos. Es autor de varias novelas entre ellas: “Largo Retorno” (Con filme de Pedro Lazaga y música de Antón García Abril) “Proyecto Amenazante”, “Cambio Climático”. “Cambio Climático – Los Supervivientes”, “Cambio Climático – El Retorno” (Trilogía),(Ed. Entrelíneas Editores), El viajero de sí mismo”, “Malín”, “La Peste Negra – Vida más allá de las estrellas”, “La calle de los Amores” (biografía), “El hielo de la Luna”, “Los desiertos de Marte”, “La calle de los amores “(Memorias).- Ed. Belgeuse, “ Más allá del Purgatorio (Novela), Ed Belgeuse , “La Infancia Mágica “ (Biografía).- Ed. Belgeuse Es autor teatral y algunas de sus obras son: “La Tienda” (Ed. Escélicer)- Premio Nacional de Teatro, “El llanto de Ulises” (Ed. Escélicer)- Premio Guipúzcoa, “El Cometa Azul”, “Gente de Quirófano” (Ed. La Avispa) Premio Provincia de Valladolid, “Los globos de Abril” (Ed. Escélicer)

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