A vueltas con el Valle

Pues, precisamente, ese autor, que no tiene el empacho de contarlo, no porque ya nada le importe un pimiento, sino todo lo contrario, porque le sigue importando España y sabe que lo primero que hay que hacer es cargar la propia batería si quieres ayudar a los demás.

Y cargar la batería es acudir a la cruz, a la cruz más grande y elevada que hay en toda España y con temblor y emoción pedir a esa cruz que nos libere y salve de todas las cruces que nos agobian y, lo que es peor, de las que nos pueden caer encima hasta dejarnos deshechos, disgregados, mutilados y maltrechos como aquel Don Quijote de la Guarda después de una batalla descomunal y absurda con los molinos de viento.

Sí, en ese Valle, busco o creo buscar lo que no encuentro, lo que se viene perdiendo, la ilusión, la limpidez de la mirada, la austeridad herreriana, la parquedad de los Austrias, la grandeza del alma que me da por pensar que era un reflejo, de una grandeza tantas veces olvidada, repudiada y mancillada.

Allá, en ese Valle de los muertos reconciliados, cuyos huesos reposan bajo esa Cruz, detrás, en esa Hospedería que los benedictinos han hecho suya, contemplando las líneas perfectas y herrerianas de sus claustros, de sus tejados, en un silencio tan absoluto, tan total, que parecen pitarte los tímpanos de tanto silencio, pido fervientemente recuperar la paz de mi alma atribulada de tantos telediarios, de tantas malas noticias, de tantos políticos mediocres y alicortos, de tanto pueblo entumecido, aborregado, víctima de esas micropantallas diabólicas, que les sorben el alma, que les chupan el poco seso, que ya no saben paladear por poner un ejemplo el buen teatro, el profundo, pues han ido perdiendo el imprescindible espíritu crítico, el amor por la belleza, el amor por la verdad, víctimas todos de tantos embustes.

En ese lugar, ante esa montaña horadada por manos humanas, rodeada de pinos cada vez mas enhiestos, hermanos de los de Balsaín, me quedo mirando los chopos enormes, la arquitectura simple y granítica de formas puras, reflejo de El Escorial, y la Cruz al fondo, y los niños de la Escolanía que caminan allá a lo lejos en pequeño y abigarrado grupo hacia sus clase de canto, esa escolanía inefable del Valle Sagrado.

Sí, es un silencio que impone, odiado o quizá temido por los que meten tanto ruido, un silencio que yo busco con vehemencia en un momento de mi vida que quizá, no sé, se acerque a su final, cuando hoy el joven prior recién reconocido, delgado, afable, tan cercano, con esa cierta prisa justificada por tener que ir a la oración.

Oh, amigos, cómo he intuido la vida contemplativa, cómo la envidio sanamente en esos momentos cuando el padre prior me daba la mano sonriendo y yo quedaba allí semipostrado con este Párkinson, a merced de una especie de choferesa y de otra doncella que me sujetaba del brazo hacia ese comedor enorme forrado de maderas entreveradas y amplios ventanales, a través de cuyos visillos parecía penetrar la luz del otro mundo. Castillo de Harry Potter pensaba con mi mente turbulenta mientras me ayudaban a sentarme en una mesita reservada al efecto; con la enorme fortuna de que no me acompañaba esta vez nadie: ni mi mujer, ni mi hija, ni amigo alguno; pues la jubilación es eso: una antesala donde, sobrado de tiempo por todas partes, esperas que se abra una puerta, esa puerta el fondo donde va a aparecer Dios, ese Dios que me espera, que nos espera en un silencio absoluto, tan diferente al sofocante ruido del que es preciso huir.

Y esta es la idea que desearía dejar ante los ojos, ante la mirada de esos colegas o esas otras personas que pueden rasgarse las vestiduras porque este pequeño autor tan olvidado se empeñe machaconamente en ir una vez y otra, casi arrastrándose como alma en pena para recodarles la verdad y la bondad curativa que parece esconderse detrás de esa cruz monumental mandada construir por un hombre cuyos huesos reposan en esa cripta, un hombre olvidado pero, gracias al cual, aún sobrevivimos gran parte de nosotros.

(*) Germán Ubillos Orsolich

Nació en Madrid y es Premio Nacional de Teatro. Premio Guipúzcoa de Teatro, Premio Provincia de Valladolid de Teatro, Premio Julio Camba de Periodismo, Premio “Correo Español – Pueblo Vasco” de Periodismo, Premio Ciudad de Zamora de Periodismo, Finalista Premio Nadal de Novela, Guionista de Televisión Española Espacios Dramáticos. Es autor de varias novelas entre ellas: “Largo Retorno” (Con filme de Pedro Lazaga y música de Antón García Abril) “Proyecto Amenazante”, “Cambio Climático”. “Cambio Climático – Los Supervivientes”, “Cambio Climático – El Retorno” (Trilogía),(Ed. Entrelíneas Editores), El viajero de sí mismo”, “Malín”, “La Peste Negra – Vida más allá de las estrellas”, “La calle de los Amores” (biografía), “El hielo de la Luna”, “Los desiertos de Marte”, “La calle de los amores “(Memorias).- Ed. Belgeuse, “ Más allá del Purgatorio (Novela), Ed Belgeuse , “La Infancia Mágica “ (Biografía).- Ed. Belgeuse Es autor teatral y algunas de sus obras son: “La Tienda” (Ed. Escélicer)- Premio Nacional de Teatro, “El llanto de Ulises” (Ed. Escélicer)- Premio Guipúzcoa, “El Cometa Azul”, “Gente de Quirófano” (Ed. La Avispa) Premio Provincia de Valladolid, “Los globos de Abril” (Ed. Escélicer)