EL 20 de diciembre

Mi primera impresión ha sido de extrañeza. Me imagino a miles de estudiantes, de trabajadores y de funcionarios preparando las maletas para salir disparados a ver a sus familias con un frío que pela, con el bombardeo de las televisiones y las radios anunciando machaconamente el turrón y la felicidad; esa felicidad impuesta a golpe de látigo para que todos seamos felices en base a que el niño Jesús nació en Belén en unas fechas como esas y hace miles de años. Como la fe está muy erradicada, el efecto diría que es casi perverso, a no ser que tengas niños en tu casa o hijos pequeños; así, una enorme masa de ciudadanos se sienten muy tristes, todos aquellos a quienes les faltan sus seres queridos o que –mira por donde– la vida económica o emocional les va francamente mal. No solo no pueden a golpe de decreto ser felices; o sea, el subconsciente anda muy liado, y los débiles, los enfermos y los ancianos tendrán sus subidas y bajadas y las clínicas psiquiátricas se ponen a tope y esos especialistas hacen su agosto, teniendo en cuenta que el virus de la gripe puede también calentar los organismos.

En fin, con los turrones en la garganta, los nervios a flor de piel, las maletas a medio hacer y, en el mejor de los casos, con un frío de muerte y, en el peor, con unas nevadas que inmovilicen al pueblo, habrá que ir a votar.

Todo eso se pasó por mi cabeza, pero como la historia reciente es de por sí inquietante y tenemos la experiencia de atentados terroristas tremebundos, como los de los trenes de Atocha, que sin duda contribuyeron a cambiar el impulso electoral de arriba abajo, la manipulación posterior y aquel caos del que salió triunfante un partido político cuando todas las encuestas y expectativas daban lo contrario, ya se puede esperar cualquier cosa.

Con el problema de Cataluña, con el Islam invadiendo Europa, con huestes de pateras y de masas de pueblos extranjeros atravesando del sur al norte todas las fronteras, y con una nueva multiplicidad de nuevos partidos dispuestos a llevarse la tajada a la boca y de asociarse y confabularse con quien sea, prescindiendo de sus ideologías y al aroma del despacho, de la poltrona, del dinero y del poder compartido, aunque sean migajas del mismo, es de suponer que Mariano Rajoy habrá ido consultando a todos sus asesores, a todos sus barones, a todos los sicólogos y a todos los médiums y las meigas habidos y por haber, incluso aquellos que mataban palomas y conejos para, viendo sus vísceras aún palpitantes, poder decir al César lo que iba a suceder antes de las batallas.

Porque lo que queda claro es que Mariano Rajoy se prepara para una gran batalla, y esas del antiguo cinemascope y de “El señor de los anillos” van a quedar muy pequeñas, pues piensa y, con cierta razón, que debe de derribar, aniquilar y arrasar a todos sus adversarios, por no decir enemigos si quiere conservar, sin ir más lejos, la unidad de España.

Quizá, por eso haya elegido una fecha tan absurda e inquietante como el día 20 de diciembre para convocarnos a todos a votar en unas elecciones generales que suenan a vida o muerte.

Supongo que cuenta con todo: con las maletas a medio hacer; con las almas compungidas o jubilosas, en todo caso bastante desquiciadas; con la fiebre de la gripe y la depresión tremenda de tener que ser felices cuando casi nadie lo es, porque ser, lo que se dice ser felices, es harto difícil.

Y en ese maremagnum inquietante e inoportuno, es en esos momentos, cuando el presidente piensa dar la estocada hasta la gola al toro que se le viene encima, derribar al toro hispano, nunca mejor dicho, de Veterano o de Domec.

Hemos tenido gallegos ilustres: desde Álvaro Cunqueiro y Camilo José Cela hasta Francisco Franco.

Veremos a ver si Mariano Rajoy acierta como buen gallego en esa jugada maestra de torear a este bicharraco difícil y peligroso que es España cuando se le cruzan los cables.

(*) Germán Ubillos Orsolich

Nació en Madrid y es Premio Nacional de Teatro. Premio Guipúzcoa de Teatro, Premio Provincia de Valladolid de Teatro, Premio Julio Camba de Periodismo, Premio “Correo Español – Pueblo Vasco” de Periodismo, Premio Ciudad de Zamora de Periodismo, Finalista Premio Nadal de Novela, Guionista de Televisión Española Espacios Dramáticos. Es autor de varias novelas entre ellas: “Largo Retorno” (Con filme de Pedro Lazaga y música de Antón García Abril) “Proyecto Amenazante”, “Cambio Climático”. “Cambio Climático – Los Supervivientes”, “Cambio Climático – El Retorno” (Trilogía),(Ed. Entrelíneas Editores), El viajero de sí mismo”, “Malín”, “La Peste Negra – Vida más allá de las estrellas”, “La calle de los Amores” (biografía), “El hielo de la Luna”, “Los desiertos de Marte”, “La calle de los amores “(Memorias).- Ed. Belgeuse, “ Más allá del Purgatorio (Novela), Ed Belgeuse , “La Infancia Mágica “ (Biografía).- Ed. Belgeuse Es autor teatral y algunas de sus obras son: “La Tienda” (Ed. Escélicer)- Premio Nacional de Teatro, “El llanto de Ulises” (Ed. Escélicer)- Premio Guipúzcoa, “El Cometa Azul”, “Gente de Quirófano” (Ed. La Avispa) Premio Provincia de Valladolid, “Los globos de Abril” (Ed. Escélicer)