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La berrea de los ciervos se encuentra en su máximo esplendor

Braman Los Montes de Cantabria

Braman Los Montes de Cantabria
jueves 24 de septiembre de 2015, 22:16h

Por A. del Saja. 24-09-2015- Miembro de FEPET

El habitual silencio de los montes de Cantabria se ve en estos días, turbado por el canto amoroso de los ciervos. Es la época de celo, la llamada anual de la Naturaleza que invita a la población cervuna a aparearse para procrear.

Braman Los Montes de Cantabria
Braman Los Montes de Cantabria

Los machos braman lanzando al aire sus desafiantes y desgarradores sonidos para alertar a quien trate de invadirle su territorio de que es el señor del harén y, a la vez, para atraer a las hembras a sus dominios. Con el celo, los venados abandonan las espesuras del bosque para buscar zonas más llanas y limpias donde poder realizar su “parada nupcial” y las luchas con otros machos que osen compartir sus hembras.

Mientras los venados braman al caer la tarde y al amanecer, los cazadores aprovecharán la berrea para llevar a cabo la muerte de aquellos dotados de mejor cornamenta. Y, también, los curiosos, excursionistas y amantes de la Naturaleza se adentrarán en los bosques para escuchar ese espectáculo amoroso de bramidos, luchas y cubriciones.

El ciervo ibérico se estima tiene un censo en Cantabria en torno a los 2000 ejemplares. Los montes de la comunidad norteña, y, especialmente, los incluidos en las 168.000 hectáreas que conforman la Reserva Nacional de Saja, han sido y siguen siendo un hábitat ideal para el desarrollo de esta especie, cuyos primeros ejemplares procedentes de los montes de Toledo, se soltaron en terrenos del monte de Ucieda, en la década de los años 50.

Su magnífica aclimatación ha hecho que su censo aumentase con facilidad, criándose destacados ejemplares y llegando a crear, en algunos momentos y zonas, problemas de superpoblación, lo que obligó a aplicar planes de caza selectiva para reconducir su número y reducir los daños que acostumbraban a crear en las praderías y sembrados de fincas particulares.

Durante el celo los machos del venado utilizan una estrategia sencilla: hacerse respetar ante sus rivales y llegar a reunir el mayor número posibles de hembras con las que aparearse, para lo que, tendrá que medir sus fuerzas con el semejante que ose desafiarle y arrebatarle la hegemonía de su territorio.

Muchas veces no será necesario el llegar a luchar con el “intruso”; bastará una breve persecución para que el desafiante se aleje al comprobar su inferioridad de condiciones.

El combate haciéndose chocar violentamente sus cornamentas sólo tiene lugar cuando ambos contendientes están seguros de su fortaleza y de sus posibilidades de victoria.

La lucha amorosa consiste en empujarse mutuamente para dirimir quién es el más fuerte y, por tanto, con derecho a dejar su semilla reproductora en las venadas enceladas.

BRAMA

Los días húmedos son cuando, especialmente, los venados lanzan al aire sus espectaculares y broncos bramidos que atraen a las hembras, y, también, a los cazadores y curiosos observadores que no quieren perderse el soberbio espectáculo de ver o, cuando menos, sentir la presencia de un venado berreando imponente y soberbio, en actitud desafiante, con el cuello hinchado y la cuerna echada hacia atrás, llamando a las ciervas próximas y dispuesto a medir sus fuerzas con aquellos otros machos que intenten disputarle la hegemonía del territorio.

La berrea constituye un periodo de especial importancia para la población cervuna, ya que gracias a la selección que imponen los machos más fuertes, serán éstos, los más vigorosos, los que fecundarán a un mayor número de hembras, transmitiendo de esta manera la mejor herencia genética posible.

LA CUERNA

La cuerna de los venados, al igual que la de otros cérvidos, como el gamo o el corzo, aunque diferentes, tienen la principal función de intimidar al adversario y, si es necesario, vencerle si hay lucha. Las ciervas no tienen cornamenta y se las diferencia, también, por el color canela de su escudo anal.

A los profanos les cuesta creer que tan aparatosas defensa sean renovadas cada año. Así es. La primera cornamenta de los jóvenes venados consiste en dos finas puntas que adornan su testa, con lo que se denominan “varetos” en los ambientes venatorios. En los próximos años el animal irá desarrollando ramificaciones cada primavera partiendo de una cuerna nueva, ya que al final del invierno ésta se desprende otorgando al macho un aspecto similar al de la cierva, pero por poco tiempo, puesto que de marzo a julio, le crecerá unos nuevos cuernos, que suelen alcanzar su mayor tamaño a partir de los 6 u 8 años de edad.

En un macho adulto, una cuerna bien desarrollada, de las que buscan los cazadores para obtener un sobresaliente trofeo que pueda ser homologado como medalla de oro, plata o bronce, suele pesar unos 7 kilos, una cuarta parte de los huesos de su esqueleto.

Mucha gente aviva la creencia equivocada de que el número de púas de la cornamenta delata el número de años del venado. Nada más lejos de la realidad. El tamaño y las ramificaciones de la cuerna de los ciervos dependen de su alimentación. Cuando mejor sea ésta, mejor serán sus cuernos. Los más sobresalientes se suelen conseguir cuando el animal tiene una edad que oscila entre los 6 y los 15 años.

A partir de los 15 años, por lo general, la cuerna degenera, siendo cada año más pequeña y con menos púas. La edad media de un ciervo se sitúa en torno a los 20 años, si bien, algunos ejemplares que viven en cautividad han llegado a cumplir las “bodas de plata”.

Las puntas, la disposición, la simetría y el grosor, que son los parámetros que se utilizan para la puntuación del trofeo, dependen de la alimentación y de otras circunstancias, independientemente de la edad del macho.

CIERVO IBERICO

El ciervo ibérico (cervus elaphus hispanicus) es una de las doce subespecies de ciervo común que actualmente se distribuyen por Europa, Asía y norte de África. Los machos pueden llegar a desarrollar una cornamenta de hasta 90 centímetros de longitud y un peso en algunos casos de 140 kilos. Las hembras, carentes de cuernos y más gráciles, no suelen sobrepasar los 100 kilos.

Los cervatillos, que nacen entre mayo y julio, tras un periodo de unos 230 días de gestación, son cuidados por sus madres hasta que concluya el verano y puedan empezar a ingerir alimentos vegetales, alternando con la leche de sus progenitoras.

Las jóvenes hembras continuarán con sus madres al menos durante otro año, pero los machos tendrán que abandonar la protección materna y comenzar a vivir independientemente en otra parte del bosque. Esta circunstancia vital sirve para evitar que el futuro ciervo adulto se pueda emparentar con miembros de su propia manada, garantizando la variedad genética.

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