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Siria: Aquellos Hermosos Lugares…

Muralla del Crac de los Caballeros...
Muralla del Crac de los Caballeros...

Por Concha Pelayo (*)

martes 08 de septiembre de 2015, 03:31h

Fue hace diez años, en 2005, cuando, con un numeroso grupo de amigos visité Siria. Nos embargaba a todos una gran emoción que correspondía con lo que sabíamos íbamos a descubrir. Nuestro recorrido por el país fue amplio. Visitamos ciudades como Damasco, Malula, Alepo, Homs, Hama, Lataquia, Tartus, Palmira, entre otras. Lugares tan emblemáticos como el Castillo de Saladino, el Castillo de Márqab, el conjunto arqueológico de Ugarit, el Crac de los Caballeros y otros muchos sitios, todos fascinantes que todavía permanecen en el recuerdo.

Teatro romano de Bosra
Teatro romano de Bosra
Siria: Aquellos Hermosos Lugares…

La visita a Siria nos permitió abarcar los horizontes de toda la actividad humana que a lo largo de los siglos, sus diferentes civilizaciones, fueron dejando. Una lista interminable de particular sonoridad que nos habla de sumerios, amorreos, acadios, hititas, egipcios, hurritas, asirios, cananeos, fenicios, arameos, persas, griegos seleúcidas y Ptolomeos, romanos, bizantinos y árabes nabateos y gasssaníes, hasta la llegada del Islam y sus sucesivas dinastías musulmanas. Demasiadas emociones y demasiadas visiones para asumirlas en un solo viaje

En nuestro viaje, en el centro de Damasco fuimos testigos de una revuelta callejera. Numerosos grupos de sirios se oponían al régimen de su presidente Bashar al-Assad, pero nada hacía presagiar que aquél puntual incidente del que fuimos testigos iba a traer las consecuencias que hoy sufre el pueblo sirio. Pese a que la prensa internacional se hacía eco de las matanzas continuadas contra la población civil, no parecía que se tomaran medidas efectivas para sacar a los sirios de aquel callejón sin salida. Desde entonces, fue desapareciendo el turismo que crecía año tras año como ha ido desapareciendo el país hasta dejar sus ciudades llenas de escombros que nos recuerdan a Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Muerte y desolación, caos y miseria mientras los dirigentes siguen mirando hacia otro lado.

Aquellas emblemáticas ciudades, aquellos monumentos repletos de historia, arte y cultura han desaparecido. Ahora, millones de sirios, los que todavía no han muerto, intentan salir como pueden del país sufriendo las mayores penurias. No sabemos qué más va a ocurrir pero deberíamos temblar y actuar exigiendo a nuestros gobiernos que cese la guerra, que hagan lo imposible para que todo vuelva a la normalidad aunque nunca más, Siria, será lo que fue.

RECUERDOS PARA LA HISTORIA

Damasco estaba considerada como la ciudad más antigua del mundo y el alfabeto representado en una de las tablillas de Ugarit constituía el primero de la historia. Estábamos, por tanto, en el país donde nacieron las primeras religiones y el más antiguo patrimonio lingüístico.

Aún recuerdo aquel viernes en Damasco, día de descanso. Las familias se reunían para beber te, conversar, estar juntas. El autobús nos condujo, a través de una destartalada carretera hasta la cima de un monte. Aquello era una fiesta que se prolongaba desde la misma cima del monte, continuando por ambos arcenes de la carretera hasta concluir en la propia ciudad. Millares de personas celebrando su día de descanso. Los coches aparcados sin orden ni control, mujeres, hombres y niños, sentados en sillas, en el suelo o en pie, disfrutaban de su mutua compañía. No importaba ni el incesante tráfico que circulaba en las dos direcciones ni la gente que se cruzaba de un lado a otro de la carretera. Los automovilistas circulaban con cuidado para no atropellar a nadie. Un caos perfectamente organizado al que los sirios estaban acostumbrados. Como lo estaban al deambular por sus calles principales. Como estaban acostumbrados a caminar entre baches, salvando baldosas sueltas, piedras, un cajón abandonado. Por las calles principales de Damasco se podía sorprender el turista ante un escaparate de ropa interior femenina, atrevidísima, mientras un grupo de mujeres, cubiertas de negro de pies a cabeza miraban interesadas y curiosas, apuntando con la mano la ropa interior. Pesadísimas y costosas, pulseras de oro adornan sus muñecas. Nos dijeron que las mujeres sirias son discretas en la calle y atrevidas en casa, para sus hombres.

En el desierto de Palmira se podía degustar, en un campamento beduino, el mejor cordero del mundo, completamente desgrasado. Allí pudimos comprobar con qué minuciosidad se iba despojando la grasa de la carne, una vez asada, con los dedos enfundados en guantes de latex, trocito a trocito. Tras la exquisita cena, el fuego se hace protagonista en medio de la noche y la luna llena, mientras todos bailan al son de la música que no cesa.

Son muchas las maravillas que el viajero podía encontrar en Siria. Las Torres Tumbas, casi tan impresionantes como las Pirámides de Egipto, El teatro de Bosra, el Sarcófago de Rastán, las famosas Norias de Hama, el Crac de los Caballeros, esa imponente fortaleza edificada por los cruzados en su intento de dominar las llanuras de la Beqá, esa tierra libanesa donde se cultivan excelentes vinos, envidia del mundo. El emplazamiento de esta fortaleza, en la cima de un volcán la hace sobresalir entre campos de un verdor sorprendente.

Pero también existía en Siria una vida cultural en la que el teatro, la música, el cine o la danza se combinaban con el Festival del Algodón o el de la Flor, la equitación, las artes marciales. Todo cabía en este país de ensueño, ahora atribulado por el terror, destrozado.

Este breve recorrido por Siria es un pequeño esbozo de lo que el viajero podía encontrar antes de la guerra. El dolor, hoy, es muy potente.

(*)Concha Pelayo. Escritora. Miembro de AECA y FEPET.

La autora de este reportaje,Concha Pelayo ...
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