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Opinión: “Mi Pequeño Manhattan”

Un mundo sin normas

Por Germán Ubillos Orsolich (*)

jueves 03 de septiembre de 2015, 01:15h
Un mundo sin normas

¡Qué bueno sería un mundo sin normas!, pensábamos de adolescentes en algún momento en que se contrariaba nuestra voluntad. ¡Qué bonito sería entrar en las bodas de oro de unos padres con la compañera sentimental cuando éstos te lo prohíben hasta que estéis casados! ¡Qué hermoso sería poder entrar en la casa de aquella amiga de mis padres con mi novio más reciente, cuando a ésta le sienta muy mal la idea porque tiene unos pensamientos diferentes!

¡Qué bonita sería poseer la luna en lugar de admirarla allá en la lejanía, pensaba Calígula mientras mandaba asesinar a sus ministros y ciudadanos porque se oponían a sus deseos! ¡Qué bonita sería una Cataluña independiente, arrancada, desgajada del resto de España! piensa Arthur Mas cuando ve que no puede conseguir sus sueños ¡Qué refrescante sería acostarme con aquella mujer si ella no apelase a la norma, a la norma paterna!

Dentro de estas exclamaciones está el mundo de los valores. El primero es el pensamiento de Rousseau, el estado salvaje, lo segundo son las normas que cohesionan una vida civilizada y pacífica, el precio que pagamos por vivir en una sociedad medianamente civilizada.

El pensamiento ultraliberal parece decirte, puedes hacer lo que te venga en gana, pero claro, su contrapartida te dice “siempre que no lesiones los intereses y los derechos de los demás”, en última instancia del que tienes al lado.

Y cuando alguien te pone el freno recuerdas con nostalgia y emoción la voz de tus padres, de tus abuelos, cuando se respetaban tajantemente las normas, y agradeces mucho con emoción en los ojos el que te hayan impuesto unos límites, unas obligaciones, unas fronteras morales o humanas que no podías traspasar, porque gracias a ello te has transformado en un hombre o una mujer de bien, adulto, un ser con derechos y obligaciones responsable ante los demás que se desenvuelve en un mundo en orden y gana su pan honestamente, no en un delincuente, ni en un matarife, ni lo que sería aún peor en un niño pequeño.

Todo esto viene a cuento con la postura de don Arthur Más y las normas que se quieren aprobar con urgencia en el Gobierno para que se cumplan las leyes colectivas que esgrime sin ir más lejos el Tribunal Constitucional. La sombra de la cárcel se alarga dice acertadamente un insigne periodista amigo sobre el señor Mas. Y Soraya Sáenz de Santamaría añade que nadie debe de temer la ley si no la incumple, si no la transgrede o viola.

Y este es el dilema y esta la realidad, en algún momento de la vida del hombre éste precisa reflexionar y poner sobre el tapete la vida de uno mismo, sentir vértigo, sentimiento de culpa, no sé cómo llamarlo y tener el coraje de cambiar tus valores, de casarte con tu novio o con tu novia de siempre, de no llevar a la piltra a esa mujer que de forma espontánea apela a “la norma”, de esperar a casarte para poder entrar en las bodas de oro de aquellos vejestorios para así cumplir una norma ancestral, atávica, retrograda o rancia, pero al fin y a la postre que les ha permitido vivir con la conciencia tranquila y la cabeza alta, y dejar a sus hijos de paso una nación unida, floreciente y en paz.

Las normas están para cumplirlas porque si no las cumples además de hacer daño a los demás te lo haces a ti mismo y algún día como el rico Epulón puedes pedir un poco de agua al pobre Lázaro, cuando te veas sin remisión apartado del bien, apartado de todos, apartado de todo sin pode aliviar la sequedad y el fuego de tu boca que te arde y se consume porque te has negado a cumplir unas leyes que en el fondo te protegían a ti mismo cuando pensabas que cercenaban tu libertad…

Porque las normas están para cumplirlas – repito - y un mundo sin normas es un desastre, un caos, sería un infierno en el que ahora puede llegar a verse esa persona, esas personas que como Epulón, el personaje de los evangelios pide un poco de agua al pobre Lázaro, cuando el abismo que les separa a ambos hace ya imposible ese deseo desesperante.

(*) Germán Ubillos Orsolich

Nació en Madrid y es Premio Nacional de Teatro. Premio Guipúzcoa de Teatro, Premio Provincia de Valladolid de Teatro, Premio Julio Camba de Periodismo, Premio “Correo Español – Pueblo Vasco” de Periodismo, Premio Ciudad de Zamora de Periodismo, Finalista Premio Nadal de Novela, Guionista de Televisión Española Espacios Dramáticos. Es autor de varias novelas entre ellas: “Largo Retorno” (Con filme de Pedro Lazaga y música de Antón García Abril) “Proyecto Amenazante”, “Cambio Climático”. “Cambio Climático – Los Supervivientes”, “Cambio Climático – El Retorno” (Trilogía),(Ed. Entrelíneas Editores), El viajero de sí mismo”, “Malín”, “La Peste Negra – Vida más allá de las estrellas”, “La calle de los Amores” (biografía), “El hielo de la Luna”, “Los desiertos de Marte”, “La calle de los amores “(Memorias).- Ed. Belgeuse, “ Más allá del Purgatorio (Novela), Ed Belgeuse , “La Infancia Mágica “ (Biografía).- Ed. Belgeuse Es autor teatral y algunas de sus obras son: “La Tienda” (Ed. Escélicer)- Premio Nacional de Teatro, “El llanto de Ulises” (Ed. Escélicer)- Premio Guipúzcoa, “El Cometa Azul”, “Gente de Quirófano” (Ed. La Avispa) Premio Provincia de Valladolid, “Los globos de Abril” (Ed. Escélicer)

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