Conversaba con mi hijo menor (17 años), sobre la difícil etapa de identidad del grupo etario de jóvenes y jovencitas entre los 15 y 18 años.
Pareciera ser un período en que “no se es de aquí, ni se es de allá”.
Basta con mirar las reuniones familiares. No les atrae sentarse a la mesa con sus primos y hermanos chicos, pero tampoco son invitados a sentarse a la mesa con sus tíos y padres.
Es una etapa crítica.
Les aburren los temas de los menores, pero tampoco parecieran tener cabida aún en los temas de los adultos.
Y en salud pasa lo mismo.
Ya a los 15 años, son “abandonados” por sus pediatras; pero también son un tanto excluidos de los programas y atenciones de la medicina de adultos.
Y paralelo a esto, sus cerebros y emociones están sufriendo vertiginosos y febriles cambios.
De todo esto conversábamos hoy.
Y mi hijo ha concluido diciéndome: “Qué bueno que por lo menos tú, te hagas cargo de ese grupo hasta que salen del colegio”.
Y la verdad, es que hay algunos que aún ya en la Universidad, siguen visitándome como su pediatra.
Ja ja ja. Es lo que me toca vivir... Y me gusta.