¿Con bandera o sin ella…?

Lo que nadie dice desde las filas de los que rechazan este sacrilegio es que están cabreados porque Sánchez les ha ganado la partida. Ya se preguntaban muchos el porqué nadie -hasta ahora- había tenido la feliz ocurrencia de recurrir a una de las más viejas estratagemas políticas vigentes desde centurias en el mundo entero.

En efecto, no hay nada que toque más directamente las fibras sensibles del pueblo que acudir a la bandera y/o los símbolos patrios, esos que se supone nacen desde lo más profundo del ser humano si bien hay que reconocer que el uso de la bandera nacional –en cualquier latitud planetaria- es un recurso que no reconoce ninguna paternidad política ni grupal. Suele ocurrir en algunos casos, que bandos enfrentados usan la divisa nacional adecuándola a sus propios intereses y el mensaje que envían a sus partidarios suele ir desde la calidad de “sagrada”, usada preferentemente por los grupos más a la derecha –rozando la extrema- hasta el símbolo inequívoco que agrupa las clases más desposeídas y entonces, la bandera adquiere tintes reivindicativos como serían los proclamados por los grupos de izquierda, preferentemente los de la –también como en el caso anterior- extrema.

Por otro lado, en términos generales las reivindicaciones o luchas políticas al amparo de una bandera se han considerado más propios de países emergentes (sudamericanos, africanos u otros) que de los países ricos, lugares estos últimos donde no suelen los actos políticos reafirmarse con banderas nacionales.

Finalmente cabría señalar que la bandera de un país no es nunca, patrimonio exclusivo de un grupo político, social, étnico o religioso sino que es el símbolo de la nación entera con la condición absoluta de aglutinadora del conjunto de los ciudadanos razón por la cual, las críticas a Pedro Sánchez por la supuesta apropiación indebida del emblema nacional son –en mi opinión- carentes de todo valor real excepto el de la molestia al tener que reconocer en el fondo que en este caso, Sánchez les ha madrugado y que en suma, no ha hecho mas que copiar las reglas que en el marketing político, rinden buen resultado en otros países tales como aparecer de traje oscuro y corbata (en un momento en que todos los políticos consideran de buen gusto ir descamisados) o presentarse en el escenario con su esposa (vestida de riguroso rojo) para tocar el corazón y la fibra de mujeres y hombres de mediana edad pero todo eso, ya es harina de otro costal.

Reumiendo, la bandera española es de TODOS los españoles y de nadie en particular y cualquiera –dentro de un trato respetuoso- puede (o podría) usarla. Criticar a Sánchez por usar la bandera española sería como criticarlo por haber hecho su discurso en español, la lengua que pertenece a todos los españoles y que no es patrimonio de ninguno en particular. Lo demás son pura y simplemente, ganas de jorobar.