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Opinión: “Mi Pequeño Manhattan”

Se vienen los calores

Por Germán Ubillos Orsolich (*)

lunes 11 de mayo de 2015, 02:14h
Se vienen los calores

…Y ya estoy primero en mangas de camisa e inmediatamente en manga corta y en short o bañador. Pues Madrid es así, un clima continental donde el invierno es muy frío y el verano achicharrante, dicen que los que hemos nacido o vivimos aquí podríamos aguantar el clima de cualquier otro lugar del planeta.

Consciente de que podemos sudar la gota gorda hasta bien entrado el mes de septiembre solo nos queda el alivio de alguna leve y pasajera tormenta de verano o turbulencias climáticas que nos permitan respirar algunas horas.

Hace muchos, muchos años Manolo Medina era el “hombre del tiempo”, después lo fue mi amigo Manuel Toharia y más recientemente también mi buen amigo Jacob Petrus, todos ellos hombres encantadores y afables, inteligentes y simpáticos dispuestos a hacer el favor a cualquiera y entre ellos a Germán Ubillos presentando sus libros de ficción científica como fueron “Cambio Climático”, “El hielo de la Luna” o “Los desiertos de Marte”. Porque no me hubiera disgustado ser “el hombre del tiempo”, ya que me apasiona la ciencia y todo lo científico.

Cuando era muy pequeño se hacían rogativas a los santos para que lloviera, sobre todo en este páramo secano que es Castilla la Nueva hoy también llamada Comunidad de Castilla La Mancha.

Desde Tarazona de la Mancha, donde iba a visitar a mi novia de entonces y dormía en una gran cama, aquellas camas de entonces, camas imperiales de barras de níquel y colchones llenos de borras de lana, bolas que se movían y removían mientras tú querías coger aliento, un poco de aire en los pulmones semiaplastados o aplastados del todo por aquellas mantas infames que te ponían encima, tres cuatro o cinco mantas que pesaban como plomos y no que no abrigaban nada. Eran quizá para aplacar la libido pero te dejaban sin hálito, sin respiración, aunque bien valía la pena estar allí en casa de tu novia manchega agasajado por aquella gente tan buena, tan noble y tan valiente. Nieves y Vicente, se llamaban.

Bien, el verano puede caer como un plomo de un día para otro y pescarnos sin comerlo ni beberlo aún abrigados hasta las orejas.

Recuerdo todo aquello en eso tan enorme pero tan frágil a la vez que es la vida humana que tan pronto parece esfumarse en un soplido como permanecer mucho más de lo que imaginabas.

También aquella noche en Benidorm del mes de agosto en el paseo marítimo de la Playa de Levante donde el aire era tan cálido y espeso que el pobre Vicentín, el sobrino de Pepi, abría la boca inútilmente intentando inhalar algo de oxígeno, parecía un pez a punto de palmar, se cogía la garganta con la mano derecha y abría el pico – nunca mejor dicho – y sacaba parte de la lengua, pero ni por esas, la masa húmeda, densa y viscosa parecía negarse a colaborar con el instinto de vida de aquel joven entonces veraneante en una noche tórrida de las de verdad de aquellos veranos franquistas y digo franquistas porque el dictador siempre aludía en sus alocuciones a la pertinaz sequía.

¿Pero es que en democracia no se dan las sequías?

En democracia todo es distinto, se avisa de todo con tiempo, con mucho tiempo, antes de que los pájaros caigan a plomo de las ramas de los árboles en Écija y en otros lugares estamos advertidos de los llamados golpes de calor, esos que tumban a los viejos y también a los jóvenes que les da por hacer footing bajo un sol de fuego, ese Lorenzo al que aludía no solo Manolo Escobar sino también Manuel Fraga Iribarne, con aquel short o meyba o bañador de posguerra en la playa de Palomeras, desafiando la supuesta radioactividad que un avión USA, un caza de los marines se había dejado caer así como así, una bomba tremenda capaz de aniquilar medio planeta como la breva madura como definían al Peñón de Gibraltar, esa polémica permanente entre el Reino Unido y las Españas Imperiales, las de toda la vida.

Calor, vida para las mujeres, muerte para los varones. Churretones de sudor que pringaban los folios que inútilmente pergeñábamos los jóvenes escritores de entonces, cuando nadie se quejaba de nada quizá porque éramos “la reserva espiritual de Europa”.

(*) Germán Ubillos Orsolich

Nació en Madrid y es Premio Nacional de Teatro. Premio Guipúzcoa de Teatro, Premio Provincia de Valladolid de Teatro, Premio Julio Camba de Periodismo, Premio “Correo Español – Pueblo Vasco” de Periodismo, Premio Ciudad de Zamora de Periodismo, Finalista Premio Nadal de Novela, Guionista de Televisión Española Espacios Dramáticos. Es autor de varias novelas entre ellas: “Largo Retorno” (Con filme de Pedro Lazaga y música de Antón García Abril) “Proyecto Amenazante”, “Cambio Climático”. “Cambio Climático – Los Supervivientes”, “Cambio Climático – El Retorno” (Trilogía),(Ed. Entrelíneas Editores), El viajero de sí mismo”, “Malín”, “La Peste Negra – Vida más allá de las estrellas”, “La calle de los Amores” (biografía), “El hielo de la Luna”, “Los desiertos de Marte”, “La calle de los amores “(Memorias).- Ed. Belgeuse, “ Más allá del Purgatorio (Novela), Ed Belgeuse , “La Infancia Mágica “ (Biografía).- Ed. Belgeuse Es autor teatral y algunas de sus obras son: “La Tienda” (Ed. Escélicer)- Premio Nacional de Teatro, “El llanto de Ulises” (Ed. Escélicer)- Premio Guipúzcoa, “El Cometa Azul”, “Gente de Quirófano” (Ed. La Avispa) Premio Provincia de Valladolid, “Los globos de Abril” (Ed. Escélicer)

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