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Opinión: “Desde Mi Despacho….”

Azar

Por José Manuel López García (*)

sábado 02 de mayo de 2015, 01:01h
Azar

Es una cuestión que ha sido discutida desde la Antigüedad hasta nuestros días. Con la reciente publicación del libro filosófico titulado: Azar, el sacro desorden de nuestras vidas del que es editor Iván de los Ríos en Abada Editores 2015 se analiza el sentido de la suerte, el destino, lo fortuito, etc., con un total de siete magníficos y densos artículos redactados por filósofos, y una excelente presentación de la obra.

La frase del título es de Borges, ya que expresa de una forma profunda la intervención de lo azaroso en la vida humana de un modo misterioso, puesto que incluye el elemento suprasensible de lo sagrado entendido desde una perspectiva trascendente o divina.

Si hablamos del azar, aparentemente, sabemos de lo que hablamos más o menos. Pero al profundizar en este asunto pueden surgir las dudas, y los matices de significado. Porque es cierto que las personas son dueñas de su destino, por medio de la acción racional e intencional adecuadamente estructurada, al menos, en líneas generales. A mi juicio, no existe intencionalidad teleológica en la naturaleza, o en el universo.

Indudablemente, los acontecimientos que pueden afectar la vida individual crean nuevas significaciones en la existencia de cada sujeto concreto, pero esto no supone que desaparezca la capacidad de los individuos para ser agentes racionales libres y morales en su trama vital.

La categoría de lo fortuito está muy asentada en el lenguaje cotidiano, y es algo que se entiende perfectamente, si se piensa, en la gran cantidad de cosas que suceden, y no se pueden controlar con la previsión racional de lo que acontece en la realidad cotidiana.

Las páginas de este libro establecen como escribe Iván de los Ríos: «una vía de acceso filosófico a las dimensiones metafísicas, epistemológicas y ético-políticas de una región de problemas históricamente desterrada al ámbito ontológicamente residual de la accidentalidad y el acaso». En efecto, es verdad que la amplitud de conexiones que ofrece la discusión y análisis pormenorizado de las significaciones del destino, el azar, la causalidad, la predestinación, la suerte, y la presciencia divina que fue planteada por Leibniz, etc., abren un espacio de debate y de contraste de ideas y conceptos interminable, pero muy provechoso.

El error, la frustración y el desastre están presentes en la existencia y en la propia naturaleza y debemos aceptarlo con serenidad y con buen sentido, ya que es la explicitación de la misma esencia de lo real. No todo puede ser predecible y calculable con anticipación. Lo contingente frente a lo necesario forma parte de la naturaleza de las cosas, con connotaciones lucrecianas y epicúreas.

Considero que lo azaroso es, simultáneamente, una consecuencia de las fuerzas y de la energía del cosmos, y una simple limitación epistémica en nuestra capacidad de conocer la totalidad de las causas y factores que producen una parte de lo que sucede constantemente en el mundo, y en el universo.

Las diversas ciencias y los procedimientos científicos no pueden prever y calcular todo. Por tanto, el margen de indeterminación e incertidumbre, aunque no sea elevado en muchas situaciones está presente, y debe ser asumido. Lo fortuito o casual es explicable, desde mi perspectiva, si valoramos y aceptamos el principio de causalidad, ya que el acausalismo me parece profundamente discutible y dudoso.

Considero que el azar no es una quinta causa en la clasificación de las mismas expuesta por Aristóteles, puesto que con las cuatro causas establecidas por el estagirita, ya es más que suficiente. Es innecesaria una adición artificial e injustificada al planteamiento causal aristotélico. Escribe Aristóteles en su Física acerca de la suerte lo siguiente: «Algunos dudan de su existencia y afirman que nada proviene de la suerte, sino que hay siempre una causa determinada de todo cuanto decimos que ocurre por casualidad o suerte».

Pienso que el azar es inteligible tanto referido al presente como al pasado. Aunque la fortuna, la casualidad, el hado, el destino, la suerte, etc., parecen ser algo más que una manifestación de la divinidad inescrutable, según apuntaba Píndaro. En realidad, creo que son la expresión de un universo absurdo y moralmente indiferente, en el que no existe la racionalidad y el sentido para los hombres y los seres vivos. Aunque es definible otro enfoque posible más, que tiene en cuenta que Dios puede ser indiferenciable de la suerte, del destino, y me atrevería a decir que del azar convenientemente interpretado desde la fe.

(*) José Manuel López García es Doctor en Filosofía y Profesor

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