“La mano en la cabeza de Rato…”

Los conspiranoicos –que los hay en todos los sitios- creen que la escena en que un policía de aduanas (¿?) pone su mano sobre la cabeza del detenido Rato para –como en las películas-, ayudarle a entrar al coche evitando que se golpee sin querer tiene varias lecturas y que esta imagen repetida -hasta la saciedad- por las cadenas de TV, representa además del clavo final en la tapa del ataúd político de Rato, un claro mensaje subliminal a la población en el sentido de que el PP (y el gobierno) son tan duros, formales, correctos y responsables que dado el caso, no les tiembla la mano para actuar con firmeza contra cualquier corrupto, auque sea -incluso como en el caso de Rato-, un icono del PP como han venido repitiendo los exegetas del gobierno.

Otros observadores y analistas creen que detrás del show Rato, hay una desesperada maniobra del gobierno para frenar su vertiginosa caída en las encuestas a poco más de 30 días para las próximas elecciones municipales y autonómicas. Según se dice, los sondeos que manejan los gurúes del PP-Gobierno les auguran una pérdida de hasta el 50% de los votos y la hegemonía que mantenían en las principales comunidades incluidas las de Madrid y Valencia.

Puestas así las cosas, en el PP-Gobierno se han manejado –más que probablemente- las dos consecuencias directas de enviar a Rato a la picota y al escarnio público. Por un lado los beneficios y por otro, los inconvenientes. Entre estos últimos está la pérdida –segura- de votos ya que Rato es el PP y el PP es Rato y por tanto la fijación en la opinión pública de que el PP es – como dijo un líder de las llamadas corrientes emergentes- un partido cubierto de mierda no hará más que acrecentarse ya que a estas alturas, no hay manera posible de disociar ambos valores.

Entre las consecuencias favorables de haber precipitado la salida a la luz pública del escándalo Rato está -según los cerebros peperos- el hecho que la ciudadanía valorará positivamente que al gobierno, no le tiemble la mano al señalar a los culpables de corrupción aunque se trate de principales del partido. Esto, me recuerda las novelas de piratas. Cuando el capitán veía el menor atisbo de pérdida de su autoridad o idoneidad para el mando hacía ahorcar a su lugarteniente y lo dejaba pudrirse colgado del palo mayor para que el hedor de la podredumbre fijara en la mente del resto de tripulantes, la certeza de que nadie está libre de caer y es tanto así, que según dicen –también- los buenos conocedores de los entresijos peperos que esta maniobra del ahorcamiento público de Rato es una maniobra ejercida desde el segundo nivel monclovita aun cuando hay quien piensa que el sacrificio ratoidal es la penúltima acción de desmantelamiento de la corte aznarista del PP; aquella que dicen que nunca consideró a Rajoy algo más que un melifluo funcionario público incapaz de brillar con luz propia. De aquella corte hasta la semana pasada sólo sobrevivían Rato (ya prácticamente marginado por el caso Bankia) y Javier Arenas.

Por otra parte si bien es real la desesperación del PP por el desplome en las encuestas, tampoco se trata de descafeinar las correrías de Rato presentándolo como una pobre víctima de sus pares para salvar el culo gubernamental. Creo que hay que tener cuidado para no mezclar las cosas y acabar santificando al pobre Rato· de la patética conspiranoia del PP

En todo este vodevil una cosa -o dos mejor dicho-, son ciertas: Una es la irrefrenable caída del PP y otra que el tal Rato (y tal como se viene viendo las cosas) es un pillo de tomo y lomo y que ya ha sido inscrito en el muro del oprobio junto a otros colegas como Bárcenas, Díaz Ferrán, Granados, los "Gürtel" y tantos otros que han medrado al amparo de sus cargos políticos. Asco y más asco es lo que dan todos estos aprovechones profesionales.