Mi Cumpleaños

Por aquel entonces, cuando le conocí yo rondaría los veintiocho años y el prestigio que tenía e irradiaba Buero era enorme. Asistí a su toma de posesión como miembro de la Real Academia Española de la Lengua y le regalé para aquella ocasión un par de botellas del coñac más exquisito que se hacía entonces. Él, de chaqué, según salía de aquel acto enorme me reprendió con todo cariño mientras decía.

--¿Por qué ha hecho esto, Ubillos, por qué lo ha hecho?.

Sí, así me llamaba don Antonio y también en sus cartas inolvidables, como también lo fueron las de Torcuato Luca de Tena, La Casa Real y el Príncipe de Asturias o José María Gironella.

Eran otros tiempos, tiempos diferentes pero ya por aquel entonces me afectaba mucho el cumplir años.

Recuerdo especialmente que en el Restaurante “El Cisne” en la autovía de la Mediterranía a pocos kilómetros de Benidorm, cumplí treinta y tres, se celebraba mi treinta y tres aniversario y monté el número.

Me atendían entonces solícitos mi madre, tan elegante siempre y cariñosa, mi padre, empresario ejemplar y padre solícito y generoso, Pepi, la amiga de ellos y por lo tanto mía, motor indudable de mi vocación, con aquella cultura que tenía, con su fantasía inagotable, con esa luz que irradiaban sus ojos negros y vivaces. Mi hermana Mercedes también deambulaba a mí alrededor mientras me miraba con preocupación, parece que es solo mi hija Marta quien percibe con nitidez cuando los teleles son fingidos y cuando verdaderos. Mi afición teatral iba como un anillo al dedo a aquellos aspavientos y sudores que me daban mientas toda la familia, forrada entre otras cosas, no sabían realmente que es lo que pasaba cuando me tocaba cumplir años. La verdad es que nunca pensé ver llegar al hombre a la Luna y cuando lo estaba viendo en aquella televisión en blanco y negro en el salón de la Atalaya, como llamábamos entonces aquella casa que compró mi padre en pleno pinar en El Escorial., tampoco imaginaba sobrepasar el año 2000.

Parece ser que las personas con tanta fantasía siempre buscan la protección de otras tremendamente realistas y prácticas y en este caso, en el mío, mi padre fuera sustituido varias décadas después por mi esposa canónica, esforzada y atenta siempre a satisfacer mis íntimos deseos y a protegerme de los vaivenes y zarandeos de eso que llaman la mente, el alma, la psique, no sé, que me ha sometido durante toda la vida a esa otra parte visible que llamaríamos el cuerpo, mi cuerpo humano.

Siempre, por lo tanto, he estado rodeado de mujeres de extraordinario talento y bondad a prueba de bomba, y de amigos estables, y de cierta suficiencia económica para que yo pudiera hacer aquellas tonterías a veces geniales que tanto me hacían subir a los más destacados escenarios de la piel de toro como abandonarlo todo y creerme un caracol, como decía Salvador Dalí.

En esos momentos, no sé por qué, venían sobre mí nuevas personas desconocidas que transmitían su calor a mi alma enferma y que desaparecían al sanar.

Visto desde fuera, ese otro yo literario del desdoblamiento era algo lamentable, pero cíclica o fatalmente venía ocurriendo.

Esto ha permitido además que jamás me preocupara por el dinero ni por los bienes materiales y permanecer tiempo y tiempo como el pequeño Buda, con una sonrisa beatífica y sin tomar conciencia de que algún día tendría que morir.

Pues bien, un domingo o para ser más exactos el domingo de la misericordia divina declarado como tal por el papa Juan Pablo II, me han caído así, de repente 72 tacos o lo que es lo mismo siete décadas y dos años más de propina.

Si en “El Cisne” me dio la tembladera por el simple hecho de salir de pronto de mi mundo, el mundo imaginario, el mundo de la fantasía donde se pasa tan bien, donde se está tan bien, ajeno a la política y a todas la hecatombes, como San Pedro y San Juan y Santiago estando en el monte de la “transfiguración”, cuando los vestidos de Jesús refulgían como la luz y eran tan blancos que ninguna batanera hubiera sido capaz de hacer semejante cosa. Comprendían que era de otro mundo, un mundo en el que no existiría la muerte.

El temblor de los 72 hubiese podido llegar a ser como el terremoto de San Francisco o el tsunami que arrasó parte de Indonesia y Yakarta. Y con esto por hoy es suficiente, pues me están llamando por teléfono sin parar y así, como verán, es imposible hacer ninguna cosa.

(*) Germán Ubillos Orsolich

Nació en Madrid y es Premio Nacional de Teatro. Premio Guipúzcoa de Teatro, Premio Provincia de Valladolid de Teatro, Premio Julio Camba de Periodismo, Premio “Correo Español – Pueblo Vasco” de Periodismo, Premio Ciudad de Zamora de Periodismo, Finalista Premio Nadal de Novela, Guionista de Televisión Española Espacios Dramáticos. Es autor de varias novelas entre ellas: “Largo Retorno” (Con filme de Pedro Lazaga y música de Antón García Abril) “Proyecto Amenazante”, “Cambio Climático”. “Cambio Climático – Los Supervivientes”, “Cambio Climático – El Retorno” (Trilogía),(Ed. Entrelíneas Editores), El viajero de sí mismo”, “Malín”, “La Peste Negra – Vida más allá de las estrellas”, “La calle de los Amores” (biografía), “El hielo de la Luna”, “Los desiertos de Marte”, “La calle de los amores “(Memorias).- Ed. Belgeuse, “ Más allá del Purgatorio (Novela), Ed Belgeuse , “La Infancia Mágica “ (Biografía).- Ed. Belgeuse Es autor teatral y algunas de sus obras son: “La Tienda” (Ed. Escélicer)- Premio Nacional de Teatro, “El llanto de Ulises” (Ed. Escélicer)- Premio Guipúzcoa, “El Cometa Azul”, “Gente de Quirófano” (Ed. La Avispa) Premio Provincia de Valladolid, “Los globos de Abril” (Ed. Escélicer)