“Eso No Se Sabe”

Tratarme a mí como paciente comprendo que sea un poco complicado, tanto como tratarme como amigo, como hermano, como padre o como esposo, no porque sea especialmente complejo, que quizá lo sea, sino porque queriendo sin querer tiendo una especie de trampas, de complicidades hechas de halagar al otro para después quizá zarandearle con esos cambios que tengo de humor, cambios cortos y cambios largos o depresivos o ciclotímicos.

Muchas personas han caído en esas trampas mal de mi grado y muchas se han desvanecido y se ha malogrado esa amistad que podía haber durado mucho más.

No recuerdo en realidad cuantos médicos han pasado a lo largo de mi vida tratándome, esto es intentando curarme de algún mal orgánico o con mayor frecuencia sicológico.

Desde Garrido Lestache a Darío Fernández Hirüegas, desde Mínguez a Rof Carballo, pasando por Fernandez Viñas, Carlos Carbonell, Enrique Otero, Jesús Lopez Dieguez, Varela de Seijas, José Wangüemert de la Fuente, Alvarez Rementería, Jesús López Lanza, Graciano Cebeira…

Se me saltan las lágrimas recordando con gratitud esos nombres, esas personas que hicieron mi vida más fácil y allanaron el camino hasta llegar a los 72 años, el 72 aniversario que voy a celebrar de una vida en general satisfactoria, divertida y variada.

El último de ellos - y hablo de los que me han tratado, no de los simples amigos médicos que los he tenido a punta de pala pues al igual que a algunos les interesan las letras, el leer o escribir, a mi me apasiona la medicina desde siempre y creo entender bastante de ella al menos de cuanto he padecido y cuanto he visto o he oído hablar –, Rafael, se esmera en atenderme tiempo y tiempo, en estudiarme, en comprobar y en contrastar en la pantalla de su ordenador (ahora y desde hace tiempo todos tienen ordenador) los distintos tratamientos, analíticas y pruebas que me ha mandado hacer.

Yo le observo al otro lado de la mesa de su amplio despacho y a veces nos enrollamos mientras se va acumulando la gente en la sala de espera. No me doy cuenta que soy un anciano, pero de tarde en tarde pienso que él sí se la da, que sabe lo que hay o el que hay al otro lado de la misma.

Dice frases llenas de hermético contenido mientras me mira con un cierto sarcasmo o humor frenado que yo interpreto como prueba de confianza y amistad. Al terminar se pone en pie y me acompaña hasta la puerta.

Sospecho que sabe muchísimo, que sabe una burrada y que he caído en manos de una especie de hechicero que va a conservarme vivo y sano como una momia faraónica o azteca tiempo y tiempo; y con ese desparpajo entre inocente y resabiado le digo.

-- Me siento muy cuidado. Siento que voy a vivir muchos años gracias a su atención.

-- “Eso no se sabe” – murmura a media voz mientras mira la pantalla luminosa entornando los párpados.

Esa frase tan corta está llena de sabiduría, como antes decía, y yo la rumio tiempo y tiempo ese día y los días sucesivos intentando exprimir su jugo hasta la última gota.

Pienso que es muy creyente y debe referirse a Dios aunque no lo diga, otro más franco murmuraría: “Solo Dios lo sabe”.

Lo que debe intuir es que excede de su control que yo viva o que muera, quizá su larga experiencia y su inteligencia puedan ayudarle a conocer cosas que no me dice, que no me dice por compasión y por misericordia, quizá sepa aproximadamente lo que voy a vivir, no sé.

Desde que crucé el umbral de los setenta soy tan imbécil que pienso que no hay problema en llegar a los ochenta, total escribir, darme paseos y mirar las musarañas, aunque pensándolo bien creo que mi médico ha querido advertirme que aunque mis análisis están perfectos y mi humor y mi cierto talento están a pedir de boca…sin embargo podría cascar en cualquier momento.

Creo que si me presentase así de pronto ante Dios no sabría qué decirle, me pillaría en bragas o en camisolín, quizá Él dijera, “¡Qué suerte tienes, te has muerto de repente, - o por el contrario -, eres un cretino, no estás preparado, mira que presentarte así, en camisolín”.

Toda una vida, tantas experiencias, tantos estudios, tantos libros y estrenos teatrales, tantos viajes, tantas depresiones, tantos aplausos y tantas decepciones, tanta alegría, tanto dolor para nada, para presentarme así, en camisolín con la voz retumbando aún en mis oídos, mejor diría en mi calavera, esa voz que susurra y advierte…”eso no se sabe”, ”nunca se sabe”.

Pocos galenos son tan sinceros y tan oportunos, dice lo que piensa, posiblemente para que piense un poco más en las postrimerías, una palabra que ya no se utiliza y que a mi hija y a su generación les haría reír mucho por lo desconocida.

(*) Germán Ubillos Orsolich

Nació en Madrid y es Premio Nacional de Teatro. Premio Guipúzcoa de Teatro, Premio Provincia de Valladolid de Teatro, Premio Julio Camba de Periodismo, Premio “Correo Español – Pueblo Vasco” de Periodismo, Premio Ciudad de Zamora de Periodismo, Finalista Premio Nadal de Novela, Guionista de Televisión Española Espacios Dramáticos. Es autor de varias novelas entre ellas: “Largo Retorno” (Con filme de Pedro Lazaga y música de Antón García Abril) “Proyecto Amenazante”, “Cambio Climático”. “Cambio Climático – Los Supervivientes”, “Cambio Climático – El Retorno” (Trilogía),(Ed. Entrelíneas Editores), El viajero de sí mismo”, “Malín”, “La Peste Negra – Vida más allá de las estrellas”, “La calle de los Amores” (biografía), “El hielo de la Luna”, “Los desiertos de Marte”, “La calle de los amores “(Memorias).- Ed. Belgeuse, “ Más allá del Purgatorio (Novela), Ed Belgeuse , “La Infancia Mágica “ (Biografía).- Ed. Belgeuse Es autor teatral y algunas de sus obras son: “La Tienda” (Ed. Escélicer)- Premio Nacional de Teatro, “El llanto de Ulises” (Ed. Escélicer)- Premio Guipúzcoa, “El Cometa Azul”, “Gente de Quirófano” (Ed. La Avispa) Premio Provincia de Valladolid, “Los globos de Abril” (Ed. Escélicer)