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OPINION

Nuestra Tierra en el Bicentenario

Por Paulina Ruiz Cabello (Socióloga) - desde Santiago de Chile.

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h

Quedan pocos días para celebrar las fiestas patrias chilenas, fiestas que este año serán muy especiales porque se conmemoran 200 años de la independencia del país. En concordancia, se han dado lugar durante el año y se tienen contempladas actividades especiales entorno a este acontecimiento. Ciertamente, un ambiente de fiesta nos acompaña.

No obstante, Chile no ha tenido un año fácil: en febrero, uno de los terremotos más fuertes de la historia de la humanidad azotó a gran parte del territorio y, aunque con un final feliz hasta el momento (y no es por ser pesimista, sólo que la historia aún no acaba), en agosto, 33 mineros quedaron atrapados en una mina en el norte del país.

Llama la atención que en un año que sería para celebrar, Chile dé que hablar con malas noticias.  Hemos salido adelante, pero entre líneas creo que aparece un recordatorio, una advertencia y, tal vez por qué no decirlo, un homenaje a uno de nuestros aspectos definitorios como nación: nuestra tierra. Como una paradoja, entre tragedias y anhelos festivos, la tierra chilena se hace presente para llamarnos la atención, para recordar su importancia identitaria.

En un territorio con tanta costa, con tanto mar, no es sino la tierra la que se impone. Hemos crecido con una definición de Chile como el país ‘largo y angosto’; tomamos conciencia desde temprano de nuestra ubicación geográfica en ‘el fin del mundo’; y no hay chileno que no pueda ver la Cordillera de los Andes, y no es sino ella la que nos une en esta franja larga de tierra.

Hoy, las huellas del terremoto de principio de año, nos recuerdan nuestra larga historia de movimientos telúricos que han marcado a muchas generaciones de chilenos. Hoy, los 33 mineros que siguen a 700 metros bajo tierra y que lo seguirán estando para el día de fiestas patrias, con sus ganas de vivir, hacen un homenaje a nuestra tradición minera y obrera.

Desde una mirada extranjera, el año 1928, a raíz del terremoto de Talca de ese año, Ortega y Gassett nos dedicó las siguientes palabras: "Así sentiría yo, si fuese chileno, la desventura que en estos días renueva trágicamente una de las facciones más dolorosas de vuestro destino. Porque tiene este Chile florido algo de Sísifo, ya que como él, vive junto a una alta serranía y, como él, parece condenado a que se le venga abajo cien veces lo que con su esfuerzo cien veces creó".

En lo que señala el filósofo, aparece ese Chile que en medio de sus catástrofes sale adelante, ese Chile que se enorgullece de sus múltiples paisajes, pero que a su vez debe reconstruirlos de vez en cuando.

Será un Bicentenario golpeado, pero nadie podrá negar que aunque de una forma un tanto irónica aparece la tierra para celebrar con nosotros. Creo que hay que devolverle la mano y zapatear como nunca en nuestro baile nacional (la cueca). A ver si golpeando a esta tierra la logramos domar un poco.

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