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Opinión: “Mi Pequeño Manhattan”

Más allá de los setenta

Por Germán Ubillos Orsolich (*)

viernes 20 de febrero de 2015, 23:56h
Más allá de los setenta

Parece ser que tanto las compañías de seguros como los quirófanos de la Seguridad Social o el Sistema de Salud Nacional valoran ya el número de los 100 años como edad para calcular cuánta anestesia poner o cuánta póliza de vida calcular.

Ya no son ochenta o noventa, ahora son 100. Cuando cumplí setenta creí que me moría, que me moría de espanto solo al pensar en la empinada cuesta que tenía que atacar hasta llegar a los 80. Ir al cine, viajar, ir a las presentaciones y restaurantes, visitar a la gente, leer libros, escribir… seguir escribiendo como si nada hubiese ocurrido. No sé qué pensarán pero la verdad se me hacía muy cuesta arriba.

Después claro, ya vuelves a embalarte sobre todo si tu trabajo no es picar piedra en Siberia sino pensar y escribir, escribir lo que piensas o pensar lo que escribes… Un cohete lanzado de nuevo después del nacimiento , de la infancia y de la juventud, de los años cuarenta y las carestías, de los cincuenta y Pío XII por decir algo, de los sesenta y setenta y el Dúo Dinámico, de los ochenta y la democracia; de los noventa y de los dos mil, de la jubilación y de ver como también ésta se va alejando como un castillo medieval que se perdiera allá en la lejanía del espacio y sigues mirando hacia adelante como si nada hubiera pasado y han pasado tal cantidad de cosas, de personas, de hechos y sentimientos, de situaciones que en realidad como decía Severo Ochoa has perdido de vista todo o casi todo lo que formaba tu mundo, tu época, tu siglo… Pero te siguen gustando las mujeres y cuando nadie te ve echas un trago a la botella del whisky o te vas a Segovia, a Ávila o a Toledo y te fumas un “Guajiro”, un puro con tu amigo el millonario o con el político desclasado, con el acordeonista rumano de turno, con tu psiquiatra, con tu informático al que pagas más que para que te recomponga el ordenador para hablar con alguien de algo interesante, por ejemplo de que es una gran mentira eso de que nos estamos recuperando y saliendo de la crisis.

Y es entonces y no antes cuando de pronto te acomete el brutal aburrimiento, que es como un clarinete, como una larga trompeta de plata del juicio final que te avisara que llevas más de siete décadas dando vueltas y vueltas como un loco disfrutando de este elixir que es la vida, este curioso mejunje aromático que es vivir la vida y pulular por este planeta azul que llamamos la tierra.

Pero te ataca el tedio y lo hace a lo bestia. Y de pronto te sientes desesperado y coges el teléfono y llamas a tu “alter ego”. Preguntas si está reunida, vamos primero le preguntas donde está pues es un alma algo atormentada como la tuya y que se cansa de todo y te contesta que “está tirada”. Te la imaginas en un butacón, en un sofá, sobre la alfombra, en el rellano de la escalera, en el portal, en el cuarto de baño. Tirada, esto es muy cansada, pero ha definido su situación magistralmente no como tú a través de páginas y páginas y de aburrir a los amigos y a los enemigos contándoles la causa, la esencia y la naturaleza de tu mortal aburrimiento.

Ella está “tirada”, el niño llora en la lejanía, es como un eco musical, una rapsodia en blue de un pequeño barítono que anunciara que también él se está aburriendo de contemplar el mundo y a su madre ahí tan lista y tan morbosa y su padre imperturbable, dominando sus instintos, controlando el entorno tan fastidioso.

Entretanto el escritor laureado o lleno de laureles se aburre hasta la desesperación de hacer siempre lo mismo, como “la bestia de carga”, como aquel maldito y maravilloso escribidor llamado Umbral se llamaba a sí mismo.

Bien. El “alter ego” también escribe y eso va a redimirla de todo lo demás, de muchas cosas aunque no se lo crea. Por eso echando chispas, echando humo por la cabeza mientras teclean con furia los ordenadores de sus almas, la “mujer tirada” y el “hombre aburrido” van calmando sus vidas aún a sabiendas que podrían hacer tantas cosas que no hacen, tantas cosas cuyo rumor, cuyas sombras se vislumbran más allá de los muros pintados de sus habitaciones.

(*) Germán Ubillos Orsolich

Nació en Madrid y es Premio Nacional de Teatro. Premio Guipúzcoa de Teatro, Premio Provincia de Valladolid de Teatro, Premio Julio Camba de Periodismo, Premio “Correo Español – Pueblo Vasco” de Periodismo, Premio Ciudad de Zamora de Periodismo, Finalista Premio Nadal de Novela, Guionista de Televisión Española Espacios Dramáticos. Es autor de varias novelas entre ellas: “Largo Retorno” (Con filme de Pedro Lazaga y música de Antón García Abril) “Proyecto Amenazante”, “Cambio Climático”. “Cambio Climático – Los Supervivientes”, “Cambio Climático – El Retorno” (Trilogía),(Ed. Entrelíneas Editores), El viajero de sí mismo”, “Malín”, “La Peste Negra – Vida más allá de las estrellas”, “La calle de los Amores” (biografía), “El hielo de la Luna”, “Los desiertos de Marte”, “La calle de los amores “(Memorias).- Ed. Belgeuse, “ Más allá del Purgatorio (Novela), Ed Belgeuse , “La Infancia Mágica “ (Biografía).- Ed. Belgeuse Es autor teatral y algunas de sus obras son: “La Tienda” (Ed. Escélicer)- Premio Nacional de Teatro, “El llanto de Ulises” (Ed. Escélicer)- Premio Guipúzcoa, “El Cometa Azul”, “Gente de Quirófano” (Ed. La Avispa) Premio Provincia de Valladolid, “Los globos de Abril” (Ed. Escélicer)

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